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Publicada porEugenia Elena Márquez Redondo Modificado hace 7 años
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Se puede ser mujer por organismo, sentimientos, vestidos y por fraude.
Se puede ser mujer desde el principio o aprenderlo quizás un poco tarde. Se puede comenzar con las sonrisas sumiendo en seducción al pobre padre, o contando los novios a puñados en la salita del jardín de infantes.
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Se puede ser mujer en la primaria recibiendo cartitas con alarde, cambiando poco a poco las muñecas por un peinado con un moño grande o también cuando un joven atrevido deja escapar sus ojos por la calle y en respuesta a osadía tan bendita se convierte en pareja, aunque no hable.
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Se puede ser mujer cuando se intenta
algo más que la unión de soledades; cuando un valiente gesto sella almas o aparta un sentimiento irresponsable; cuando otro ser humano nos conmueve y la epidermis clama por su parte.
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Se puede ser mujer cuando la vida autoriza a vivir de a dos por talle;
cuando el vientre agiganta su volumen y el fruto ya maduro busca cauce, cuando los pechos pródigos esperan ser bocado de amor para un infante o regazo sereno para un hijo cuyas venas no llevan nuestra sangre.
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Se puede ser mujer ya casi plena
al ser compinche cuando el nieto llame defendiendo con fuerza el rol de abuela para que otra mujer sea toda madre. Y madurar aún más, cuando se acepta que las cosas no son como eran antes, que es posible sentir de otra manera, que hay valores que cambian sus lugares.
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Que se puede crecer dentro de casa o luchando por las comunidades,
con el juicio continuo de los pueblos o el casi anonimato de ciudades. Y ser mujer por fin, sana y entera, acompañada o sola, como cuadre, haciendo un guiño a las incomprensiones o una pirueta a las dificultades.
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Valerosa mujer en despedidas y otros dolores que los años traen,
canas, manchas y arrugas condecoran, son el precio de ser y no un desastre. He andado esos caminos. Casi todos. He sido niña, novia, esposa, madre, abuela, viuda, concubina, amante. He donado mi vida a la docencia, intenté ser poeta y comerciante. Me dijeron adiós. También lo dije. Viví alboradas de color radiante.
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Pero MUJER, MUJER, pude sentirme con el beso de amor de aquella tarde.
Luisa Braganza (Argentina)
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