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Publicada porInés Fernández Pinto Modificado hace 7 años
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Ciclo A Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
«Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida»
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Que la lengua humana cante este misterio:
la preciosa sangre y el precioso cuerpo. Quien nació de Virgen Rey del universo, por salvar al mundo, dio su sangre en precio. Se entregó a nosotros, se nos dio naciendo de una casta Virgen; y, acabado el tiempo, tras haber sembrado la palabra al pueblo, coronó su obra con prodigio excelso. Fue en la última cena-ágape fraterno-, tras comer la Pascua según mandamiento, con sus propias manos repartió su cuerpo, lo entregó a los Doce para su alimento. La palabra es carne y hace carne y cuerpo con palabra suya lo que fue pan nuestro. Hace sangre el vino, y, aunque no entendemos, basta fe, si existe corazón sincero. Adorad postrados este Sacramento. Cesa el viejo rito; se establece el nuevo. Dudan los sentidos y el entendimiento: que la fe lo supla con asentimiento. Himnos de alabanza, bendición y obsequio; por igual la gloria y el poder y el reino al eterno Padre con el Hijo eterno y el divino Espíritu que procede de ellos. Amén.
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Primera Lectura - Deuteronomio 8,2-3.14b-16a
Moisés habló al pueblo diciendo: 2 Acuérdate del largo camino que el Señor, tu Dios, te hizo recorrer por el desierto durante esos cuarenta años. Allí él te afligió y te puso a prueba, para conocer el fondo de tu corazón y ver si eres capaz y no de guardar sus mandamientos. 3 Te afligió y te hizo sentir hambre, pero te dio a comer el maná, ese alimento que ni tú ni tus padres conocían, para enseñarte que el hombre no vive solamente de pan, sino de todo lo que sale de la boca del Señor. 14 No te vuelvas arrogante, ni olvides al Señor tu Dios, que te hizo salir de Egipto, de un lugar de esclavitud, 15 y te condujo por ese inmenso y temible desierto, entre serpientes abrasadoras y escorpiones. No olvides al Señor, tu Dios, que en esa tierra sedienta y sin agua, hizo brotar para ti agua de la roca, 16 y en el desierto te alimentó con el maná, un alimento que no conocieron tus padres. Palabra de Dios Te alabamos Señor
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«Te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres»
Esta lectura presenta la prueba en el desierto. La lección del desierto es ésta: que Israel vive de la palabra de Dios. En la abundancia y en la escasez, lo que hace sobrevivir al pueblo es siempre la obediencia al Señor.
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de Israel. Por eso es importante recordarla en todo momento;
Por lo tanto, la historia de la liberación coincide con la historia de la educación y de la formación de Israel. Por eso es importante recordarla en todo momento; pues, si Israel se olvida de la educación recibida en el desierto, caerá de nuevo en las viejas esclavitudes. El maná (figura de la Eucaristía) fue el pan que alimentó su marcha por el desierto. Era un pan que bajaba del cielo y no lo conocían. Aquel pan no daba la vida; los que lo comían terminaban muriéndose también.
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no será término, sino tránsito a la vida y exigencia de resurrección.
La Eucaristía es el alimento del pueblo de Dios que peregrina en este mundo. Es el pan del cielo, la carne y sangre del Hijo que genera la vida más allá de la muerte. Precisamente este pan es también el viático con el que todo cristiano se equipa para realizar el paso de este mundo al Padre. El viático da al cristiano la garantía de que su muerte no será término, sino tránsito a la vida y exigencia de resurrección.
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Salmo 147 12-13.14-15.19-20 12 ¡Glorifica al Señor, Jerusalén,
alaba a tu Dios, Sión! 13 El reforzó los cerrojos de tus puertas y bendijo a tus hijos dentro de ti; 14 él asegura la paz en tus fronteras y te sacia con lo mejor del trigo. 15 Envía su mensaje a la tierra, su palabra corre velozmente. 19 Revela su palabra a Jacob, sus preceptos y mandatos a Israel: 20 a ningún otro pueblo trató así ni le dio a conocer sus mandamientos. ¡Aleluya!
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«Glorifica al Señor, Jerusalén»
Las fortificaciones de la unidad: En medio de los sudores de la reconstrucción, el pueblo recibe una palabra de aliento: "Yo seré para Jerusalén—dice el Señor—como una muralla de fuego alrededor". La presencia de Dios en la ciudad es la mejor fortificación. Nuestro salmista así lo comprende.
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Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.
Dios ha reforzado los cerrojos de las puertas, ha puesto paz en las fronteras; ahora ha de ser glorificado y alabado. La nueva ciudad que tiene a Dios en medio; no vacila. Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Aun cuando en el momento presente camine en el claroscuro de la fe, espera que se le confiera la inmunidad de la Jerusalén celeste, a la que nada manchado podrá tocar. Que la Iglesia entone himnos de alabanza al "Dios-con-ella".
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San Pablo destaca la exigencia de unidad que brota de la Eucaristía.
«El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo» San Pablo destaca la exigencia de unidad que brota de la Eucaristía. Todos los que comulgan del cuerpo y la sangre de Cristo se hacen con él un solo cuerpo. La unidad de alimento produce también unidad entre los miembros de la comunidad, que lo asimila. De ello deriva la exigencia de unidad entre los miembros de la comunidad cristiana.
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Segunda Lectura - I Corintios 10,16-18
16 Hermanos: La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? 17 Ya que hay un solo pan, todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan. 18 Pensemos en Israel según la carne: aquellos que comen las víctimas, ¿no están acaso en comunión con el altar? Palabra de Dios Te alabamos Señor
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en una verdadera caridad fraterna.
La consecuencia que fluye también es la de compartir los bienes espirituales y materiales en una verdadera caridad fraterna. Las diferencias que humillan a unos hermanos, al lado de los demás, contradicen el amor a Cristo y la unidad entre los miembros de la comunidad. Por eso hoy es día de verdadera revisión comunitaria frente al mandato de la caridad, que dimana de la Eucaristía.
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Lectura del Santo Evangelio - Juan 6,51-58
51 Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo». 52 Los judíos discutían entre sí, diciendo: «¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?». 53 Jesús les respondió: «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. 54 El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. 55 Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. 56 El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. 57 Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí.
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El que coma de este pan vivirá eternamente».
Palabra de Dios Gloria a Ti, Señor Jesús 58 Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente».
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«Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida»
En la sinagoga de Cafarnaúm el Señor Jesús hace una afirmación tremenda: «Yo soy el pan vivo, bajado del Cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo».
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Por el contexto sabemos que hacía referencia clara y directa al maná con que Dios alimentó a su pueblo por el desierto en su camino a la tierra prometida (Dt 8,3). Aquel pan no era sino una prefiguración de otro pan que Dios daría a todo aquel que quisiese alcanzar la vida eterna. El Señor Jesús anuncia que Él es ese nuevo «pan bajado del cielo» y junto con la similitud establece también una diferencia sustancial entre uno y otro pan enviado por Dios.
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La afirmación del Señor causó estupor entre quienes lo oían.
En su respuesta el Señor añade ya no sólo la necesidad de comer su carne sino también de beber su sangre, haciendo más difícil aún para los judíos aceptar las palabras del Maestro. En efecto, para los judíos la sangre contenía la vida que sólo pertenece a Dios, y por lo mismo tenían prohibido beber cualquier sangre.
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el gran milagro de la Eucaristía.
Es importante tener en cuenta que la expresión “cuerpo y sangre” es un semitismo que quiere decir lo mismo que la totalidad de la persona. Sólo la noche de la Última Cena los discípulos comprenderían el gran milagro de la Eucaristía.
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para reconciliar a los hombres con Dios.
La Eucaristía es una actualización incruenta del sacrificio cruento del Señor en la Cruz, Altar en el que Él realmente ofreció su cuerpo y derramó su sangre «para la vida del mundo», para reconciliar a los hombres con Dios.
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se han transformado substancialmente en Cuerpo y Sangre de Cristo.
La Eucaristía es precisamente el Cuerpo y la Sangre de Cristo, Cristo verdadera y realmente presente, todo Él, bajo el velo y la apariencia del pan y del vino. Una vez consagrados el pan y el vino, se han transformado substancialmente en Cuerpo y Sangre de Cristo. Esta es la comida y la bebida que transforma la vida del hombre y le abre el horizonte de la participación en la vida eterna. Al comulgar el Pan eucarístico el creyente come verdaderamente el Cuerpo y bebe la Sangre de Cristo, es decir, recibe a Cristo mismo y entra en comunión con Él. De ese modo Cristo, muerto y resucitado, es para el creyente Pan de Vida.
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Gracias Señor por tu Palabra purificadora,
que ilumina, alimenta, enriquece, alegra, consuela y compromete. Concédenos vivir conforme a ella.
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De rodillas, Señor, ante el sagrario,
que guarda cuanto queda de amor y de unidad, venimos con las flores de un deseo, para que nos las cambies en frutos de verdad. Cristo en todas las almas, y en el mundo la paz. Como ciervos sedientos que van hacia la fuente, vamos hacia tu encuentro, sabiendo que vendrás; porque el que la busca es porque ya en la frente lleva un beso de paz, lleva un beso de paz. Como estás, mi Señor, en la custodia igual que la palmera que alegra el arenal, queremos que en el centro de la vida reine sobre las cosas tu ardiente caridad. Amén.
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Si deseas recibir el Evangelio del Domingo
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