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Freud- El malestar en la cultura
Arturo Sánchez, Juan Esteban Estrella, Martín Jaramillo, Alejandra Checa, Camila Morales, Mario Monteverde, José Accini, Isabela Sánchez, Rafaela Peñaherrera
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Capítulo 1 Hombre aplica cánones falsos en sus apreciaciones.
Sentimiento Oceánico = sin límite; ni barreras. (ligado a la religión) Sentido Yoico: límites del yo con el mundo exterior, no son inmutables. Sentido Yoico es y fue evolutivo. El yo se desliga del mundo exterior. El yo incluye todo; luego, desprende de si un mundo exterior. Todo se conserva de alguna manera y puede volver para circunstancias favorables.
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Capítulo 2 Lo que el hombre común concibe como su religión.
El hombre común no puede hablar de una providencia divina sin la figura de un Padre Todopoderoso. Todo esto es incongruente con la realidad. Muchas personas, siguen creyendo en esta leyenda infantil, y la defienden a muerte. Muchas mentes brillantes, defienden la existencia de Dios. No obstante, se vieron obligados a hacerlo. El que tiene ciencia y arte tiene religión. La religión suele ser reemplazada en cuanto a su valor para la vida. La vida desde pequeños nos ha sido impuesta con sufrimiento, dura y pesada. Y se crea la religión para acaparar este dolor. Muchas veces se plantea el objeto de la vida humana.
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Solo un sistema religioso puede responder a esta pregunta.
Los hombres siempre aspiran a la felicidad. Todo el orden del universo se opone a este plan, ya que es una felicidad placentera. Aún peor, el plan de la “creación” se opone al propósito de que el hombre sea feliz. Es más fácil y más real expresar desgracia que felicidad. El hombre pierde su finalidad, se estima que es feliz solo porque logró escapar de su desgracia. Muchas veces el mundo niega la satisfacción de nuestras necesidades. Por eso evitamos parte del sufrimiento. No se deja de buscar el fin placentero, pero se logra cierta protección contra el sufrimiento. El hombre intenta cubrir sus satisfacción de los impulsos primarios, pero esto nunca llega a conmover al hombre físicamente. El hombre tiene una tendencia a independizarse del mundo exterior. Esto se suele lograr con la intoxicación del cuerpo. Un gran problema es que la religión viene a alterar este libre juego de
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Capítulo 3 Ni el estudio ni la perspectiva nos han permitido conocer porque le resulta difícil al hombre ser feliz Para algunos la cultura es la miseria que nos hace sufrir como hombres. El término «cultura» designa la suma de las producciones e instituciones que distancian nuestra vida de la de nuestros antecesores animales y que sirven a dos fines: proteger al hombre contra la Naturaleza y regular las relaciones de los hombres entre sí. Al igual que Mc Luhan, Freud cree que con las herramientas el hombre perfecciona sus órganos -tanto los motores como los sensoriales-o elimina las barreras que se oponen a su acción. Ej: el lente que corrige defectos del cristalino, las tecnologías son extensiones de su cuerpo. El cristianismo tiene mayor ganancia frente a otras religiones, pero también hace una depreciación de la vida terrenal. La exploración permitió contacto con otras razas y pueblos. Se facilitan las exigencias culturales. Se comprendió la neurosis y la frustración y su acceso a la felicidad.
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Sin la navegación transatlántica, el amigo no habría emprendido el largo viaje, y ya no me haría falta el telégrafo para tranquilizarme sobre su suerte. ¿De qué nos sirve reducir la mortalidad infantil si precisamente esto nos obliga a adoptar máxima prudencia en la procreación. Ante situaciones de máximo sufrimiento también se ponen en función determinados mecanismos psíquicos de protección. . Consideran como primeros actos culturales el empleo de herramientas, la dominación del fuego y la construcción de habitaciones. Si aceptamos como hipótesis general que el resorte de actividad humana es el afán de lograr ambos fines convergentes -el provecho y el placer-, también habremos de aceptar su vigencia para estas otras manifestaciones culturales. La vida humana en común sólo se torna posible cuando llega a reunirse una mayoría más poderosa que cada uno de los individuos y que se mantenga unida. El primer requisito cultural es el de la justicia Al dejar que nuestro sentido común nos señale qué aspectos de la vida humana merecen ser calificados de culturales. La sublimación de los instintos constituye un elemento cultural sobresaliente, pues gracias a ella las actividades psíquicas superiores pueden desempeñar un papel muy importante en la vida de los pueblos civilizados A medida que el hombre crece y se transforma se ha ido reprimiendo, pero también busca la verdad respecto a su felicidad. Siempre existe el sufrimiento y forma parte del hombre pero los bienes que el hombre tiene son conquistas de la cultura. Es importante preguntarse que factores deben al origen de la evolución y como surge y se determina.
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Capítulo 4 En el principio, el hombre encontraba el gozo en el acto sexual, y se dedicaba exclusivamente a eso, pero por factores como la mujer y la cultura, la vida sexual ha ido recibiendo límites y restricciones. Para Freud, lo sencillo y correcto sería dejarnos llevar por el impulso, pero la cultura no nos permite ciertos comportamientos o prácticas, de forma que nos limita el goce de este hábito. Sin embargo, al final, el autor cede en que hay algo que no nos deja estar satisfechos por completo con el acto sexual, aunque es difícil saber si es cierto o qué es.
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Capítulo 5 Para Freud, hay una antítesis clara entre cultura y sexualidad. El amor sexual constituye una relación entre dos personas. Mientras que, por el contrario, la cultura implica relaciones entre mayor número de personas. En la culminación amorosa no subsiste interés alguno por el mundo exterior, ni el de un hijo para alcanzar la felicidad. Que luego, en conjunto, se vincularan mutuamente por lazos de la comunidad. Pero l a cultura no solo se conforma con estos vínculos, si no también pretende ligar a los miembros de la comunidad con lazos libidinales. Y esto exige una restricción de la vida sexual. “Amarás al prójimo como a ti mismo”, Freud utiliza esta frase para explicar que esto es antes del cristianismo y su uno escucha la frase fuera de contexto, me impone obligaciones que debo estar dispuesto a cumplir con sacrificios. Si amo a alguien éste debe merecerlo. Lo merecería si fuera más perfecto de lo que yo soy. Concluye en que este razonamiento nadie puede aconsejarse a cumplir. «Amarás al prójimo como el prójimo te ame a ti», «Amarás a tus enemigos.» Freud junta las frases y concluye: «Precisamente porque tu prójimo no merece tu amor y es más bien tu enemigo, debes amarlo como a ti mismo.»
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El hombre es un ser entre cuyas disposiciones instintivas también debe incluirse una buena porción de agresividad. Para tener la capacidad de trabajo sin retribuirla, para aprovecharlo sexualmente. Puede manifestarse desenmascarando al hombre como una bestia salvaje que no conoce el respeto por su especie. El factor de la agresividad es el que perturba nuestra relación con los semejantes. Por ello, la cultura pone barreras para formaciones reactivas psíquicas. Para los comunistas el hombre sería bueno de todo corazón, abrigaría las mejores intenciones para con el prójimo, pero la institución de la propiedad privada habría corrompido su naturaleza. La posesión privada de bienes concede a unos el poderío, y con ello la tentación de abusar de los otros; los excluidos de la propiedad deben sublevarse hostilmente contra sus opresores. Para Freud, abolir la propiedad privada se sustrae a la agresividad humana, sin embargo, la agresividad tiene sus propósitos. Para Freud, el instinto agresivo no es una consecuencia de la propiedad, ya que esta regía casi sin restricciones en épocas primitivas. Evidentemente, al hombre no le resulta fácil renunciar a la satisfacción de estas tendencias agresivas suyas; no se siente nada a gusto sin esa satisfacción. Al hombre se le puede dificultar alcanzar la felicidad si la cultura impone tan pesados sacrificios, no sólo a la sexualidad, sino también a las tendencias agresivas. Según Freud, en la familia primitiva sólo el jefe gozaba de semejante libertad de los instintos, mientras que los demás vivían oprimidos como esclavos. Por consiguiente, la contradicción entre una minoría que gozaba de los privilegios de la cultura y una mayoría excluida de éstos estaba exaltada al máximo en aquella época primitiva de la cultura. Se debería echar cara a la magnitud de sufrimientos que pueden ser evitables, para alcanzar la felicidad.
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Capítulo 6 En este capítulo, Freud habla de la doctrina de los instintos. Se basa en el aforismo de Sheller que dice que el hambre y el amor son los que hacen girar coherentemente el mundo. Hambre: conservación del yo; amor: conservación de la especie. El amor (institntos objetales) lo denomina como libido, es decir instintos libidinales. Neurosis: solución de una lucha entre los intereses de autoconservacion y las exigencias de la libido. No todos los instintos son de la misma especie. Además del Eros, habría un instinto de muerte o de destrucción, que actúa silenciosamente en el interior de la persona. Este tiene una orientación exterior. Del instinto de muerte, el sadismo y el masoquismo se diferencian por dónde se desarrollan: uno afuera y otro dentro.
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Capítulo 7 Los animales no presentan una lucha cultural seguramente porque durante años han logrado alcanzar organizaciones estatales, distribución del trabajo y limitación de la libertad individual. Otras especies animales alcanzaron un equilibrio transitorio entre las influencias del mundo exterior y los instintos que se combaten. Esto produce una detención del desarrollo. Es posible que en el hombre primitivo un nuevo empuje de la libido haya renovado el impulso antagónico del instinto de destrucción. Para que los deseos del hombre se vuelvan agresivos, la agresión es introyectada, internalizada. Es dirigida contra el propio yo, que el super-yo se opone y asume la “conciencia”. La tensión creada entre el severo super-yo y el yo subordinado se califica como sentimiento de culpabilidad y se manifiesta bajo la necesidad de castigo. La cultura domina la inclinación agresiva del individuo y debilita a la persona. Uno se siente culpable cuando considera que ha cometido algo malo o quien, sin cometerlo, reconozca que tuvo la intención de hacerlo. Siempre se que conoce la maldad como algo condenable y algo que se debe excluir de la realización. A veces, lo malo no es algo peligroso y nocivo para el yo, sino algo que éste desea y le da placer.
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Cuando el hombre pierde el amor del prójimo (de quien depende), pierde su protección frente a muchos peligros y se expone a que este prójimo le demuestre su superioridad en forma de castigo. Lo malo es aquello por lo que uno es amenazado con la pérdida del amor, y se debe evitar cometerlo por temor a esta pérdida. Esta pérdida de amor se conoce también como “mala conciencia” o “angustia social”. Esto puede cambiar cuando la autoridad es internalizada y se establece en el super-yo. La autoridad del super-yo no tiene motivo alguno para maltratar al yo y, por tanto, la gravedad desaparece. La conciencia moral se comporta tanto más severa y desconfiadamente cuanto más virtuoso es el hombre. La virtud pierde parte de lo que se le promete cuando el yo sumiso y austero no goza de la confianza de su mentor sino que se esfuerza por ganarla. El hombre moral se caracteriza por su conciencia moral más severa y más vigilante. Se provoca frustración exterior pues se intensifica la conciencia en el super-yo y cuando tiene suerte, éste es indulgente; pero cuando llega la desgracia, se impone privaciones y se castiga con penitencias. Dos orígenes del sentimiento de culpabilidad: uno es el miedo a la autoridad (que obliga a la satisfacción de los instintos) y el otro es el temor al super-yo (que no se puede ocultar)
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Se produce una renuncia instintual por temor a la agresión de la autoridad exterior, pues a esto se reduce el miedo a perder el amor, ya que el amor protege contra la agresión punitiva. Toda renuncia instintual se convierte en una fuente dinámica de la conciencia moral, toda nueva renuncia a la satisfacción aumenta su severidad y su intolerancia. La conciencia moral es la consecuencia de la renuncia instintual El yo del niño debe acomodarse al triste papel de la autoridad degradada: la del padre. La relación entre el super-yo y el yo es el retorno de viejas relaciones entre el yo y un objeto exterior. El sentimiento de culpabilidad de la especie humana procede del complejo de Edipo: la agresión no fue suprimida sino ejecutada. Y, si se mata o no al padre, en ambos casos hay sentimiento de culpabilidad. Uno se siente culpable por haber hecho algo injustificado. El sentimiento de culpabilidad debería llamarse remordimiento. El remordimiento es el resultado de que los hijos odian al padre y también lo aman. Es decir, la expresión del conflicto de ambivalencia: de la lucha eterna entre el Eros y el instinto de destrucción o muerte. La cultura es la vía ineludible que lleva de la familia a la humanidad, por tanto, a consecuencia del conflicto innato ambivalente, se tiende al amor y a la muerte. La cultura está ligada indisolublemente al sentimiento de culpabilidad.
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Capítulo 8 En ciertos casos, el sentimiento de culpabilidad se impone a la consciencia con excesiva intensidad, dominando la vida entera del enfermo, sin dejarle pensar en otros temas. Sin embargo, en la mayoría de los casos el sentimiento de culpabilidad permanece inconsciente. Freud explica que tratan de hacerles entender a los enfermos que el sentimiento de culpabilidad se expresa como una necesidad inconsciente de castigo. Culturalmente la angustia de la culpabilidad se presenta como un malestar, mientras que en las religiones el sentimiento de culpabilidad se la denomina como “pecado”. La evolución del hombre tiene como fin alcanzar la felicidad, y ser parte de una comunidad es una respuesta a esa búsqueda. El super-yo se expresa más ante la comunidad que cuando está solo, pero no siempre se puede hacer todo lo que el super-yo quiera, puesto que el Ello tiene límites.
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