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La Misericordia (5) Texto: Antonio Rodríguez Carmona
Montaje: Antonio García Polo Música: Falla, Danza ritual del fuego
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- Jesús es imagen de Dios invisible (Col 1,15)
- A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer (Jn 1,18)
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Misericordia es un amor que sintoniza con la persona y hace todo lo que puede por ayudarla y agradarla. Dos elementos: + afectivo, que intenta comprender al otro en su situación + efectivo, que hace lo que está de su parte para ayudar. Jesús en su vida realiza los dos elementos.
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1. Jesús sintoniza con la humanidad necesitada
En la encarnación toma la naturaleza humana en todo igual a la nuestra, menos el pecado. De esta forma se convierte en hermano solidario de todos los hombres, a los que comprende porque ha compartido sus debilidades, menos el pecado: No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado (Heb 4,15).
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Ha compartido la necesidad de superar la muerte:
Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, siendo escuchado por su piedad filial (Heb 5,7).
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Al hacerse hombre, se ha convertido a los ojos de Dios en representante de toda la humanidad y puede actuar en nombre de todos Carga sobre sí el pecado del mundo y asume la tarea de eliminarlo en nombre de todos: Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote misericordioso y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar los pecados del pueblo. (Heb 2,17).
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La solidaridad entrañable es una característica de su actuación.
En el bautismo en el Jordán realiza un gesto de solidaridad con los pecadores, recibiendo un bautismo propio de pecadores. Él no pecó, pero como comenta Juan Bautista, lo hace porque es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn 33,21-22). El Padre confirma este gesto, ungiéndole como profeta-siervo de Yahvé.
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Es amigo de publicanos y pecadores (Mc 2,13-17;
Lc 5,31; 7,34; 15,1-2)
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Busca a los pecadores, como a Zaqueo (Lc 19,1-0)
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Actúa siempre con entrañas de misericordia.
Varias veces dicen los evangelios que obra enternecido - ante un leproso (Mc 1,41), -ante la viuda de Naín que ha perdido a su hijo único (Lc 7,13), - ante numerosos enfermos (Mt 14,14), - ante el pueblo que siente hambre (Mt 15,32), - y que está como ovejas sin pastor (Mc 6,34), - por los ciegos que suplican piedad (Mt 20,34), - por Lázaro, por quien también llora (Jn 11,35.38).
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Nos amó y se entregó por nosotros (Ef 5,2)
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Si Dios es amor, el único camino para llegar a él es una vida totalmente consagrada al amor.
Pero este camino era imposible a la humanidad, lastrada por la culpa original. El Hijo de Dios decide echarnos una mano y hacerlo en nombre de todos nosotros. Por ello se hizo hombre, solidario y representante de la humanidad. Y vivió una existencia totalmente consagrada al amor en nombre propio y de los débiles, cuyas debilidades echó sobre sí, especialmente la muerte, la última consecuencia.
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El mal entró en el mundo a causa del pecado.
El pecado hay que destruirlo y solo se hace con amor, meta imposible para la humanidad debilitada Jesús lo hizo en nombre de toda la humanidad con una vida consagrada a hacer la voluntad del Padre por amor Viviendo su existencia en una humanidad igual a la nuestra en todo, menos en el pecado, con limitaciones físicas, tentaciones, cansancios, temores, dolor, muerte…
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Sus primeras palabras fueron hacer la voluntad del Padre:
Al entrar él en el mundo dice […]:He aquí que vengo para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad […]Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre (Heb 10,5-10)
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Sus últimas palabras fueron: Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: Está cumplido. e, inclinando la cabeza, entregó el espíritu (Jn 19,30)
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Jesús se mantuvo fiel a pesar de chocar con los poderes del mal que lo castigan sin compasión, destruyendo en sí todo el pecado de la humanidad.
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Hizo de su vida una oblación al Padre impulsado por el Espíritu Santo (Hebr 9,14)
Esta oblación abarca toda su existencia, todos los "días de su carne mortal" (Heb 5,7). Dentro de este contexto general, el NT concede mucha importancia a la cruz y la muerte como expresión privilegiada de su ofrenda y amor.
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La ofrenda fue aceptada por el Padre resucitándolo por estar hecha con profundo temor religioso y amor (Heb 5,7). Al resucitarlo, transformó su debilidad, haciéndola plenamente partícipe de la divinidad.
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En Cristo Dios nos reconcilia consigo
Con Jesús, el Padre acepta a todos los que representa, a la humanidad. En Cristo Dios nos reconcilia consigo (2 Cor 5,17-18).
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Y como representaba a toda la humanidad, en su resurrección, nos salva a todos.
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Pero es necesario que cada persona ratifique personalmente la obra de Jesús por la fe y el bautismo.
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Jesús es la misericordia en persona
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El cristiano, por el bautismo, comparte el ADN de Jesús, siguiendo su camino:
Sintonizando con todas las personas en lo positivo y negativo Haciendo todo lo que está de su parte por ayudar y acompañar al necesitado
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Que vuestro amor no sea fingido… compartid las necesidades de los santos; practicad la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen; bendecid, sí, no maldigáis. Alegraos con los que están alegres; llorad con los que lloran. Tened la misma consideración y trato unos con otros, sin pretensiones de grandeza, sino poniéndoos al nivel de la gente humilde.... A nadie devolváis mal por mal. Procurad lo bueno ante toda la gente; En la medida de lo posible y en lo que dependa de vosotros, manteneos en paz con todo el mundo (Rom 12,9-18).
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Ser cristiano es ser misericordioso
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