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Llamados al cuidado fraterno

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Presentación del tema: "Llamados al cuidado fraterno"— Transcripción de la presentación:

1 Llamados al cuidado fraterno
Gracias, Señor, porque me enseñas lo importante que es la corrección fraterna, como camino de encuentro y lugar de convivencia para que surjan relaciones nuevas. porque me mantienes alerta para que sea consciente y me dé cuenta que no puedo desentenderme ni dejarme llevar por la indiferencia, sino ser responsable de la misión que me encomiendas: preocupación y cuidado de todo lo que me rodea, ayudar a quien se desvía y atraer a quien se aleja con respeto y tolerancia, con cariño y delicadeza, con caridad y con tacto, con amabilidad y prudencia. a dejarme corregir por las personas que tengo cerca, para que pueda de nuevo acoger tus promesas y volver a centrar mi vida agitada y dispersa Perdón, Señor… por desentenderme del dolor ajeno. por no estar vigilante ni atento para darme cuenta de lo que es verdaderamente importante y verdadero. porque me cuesta aceptar las correcciones que me hacen y creerme siempre con derechos. por mis actitudes de arrogancia y desprecio. ***************** Señor, haz que se fortalezca la convivencia… en la Iglesia. Y sea espejo de unidad en la diversidad y se respeten las diferencias. en las naciones de la tierra. Y se destierren los conflictos y las guerras. en las familias. Y se cree un clima de diálogo y respeto, dejando de lado todo tipo de violencia. en los jóvenes. Y se creen cauces de participación donde se destierre la indiferencia. en los centros educativos. Y se fomenten los valores de la solidaridad, el compromiso y la escucha atenta. en nuestra sociedad. Y se afronten con espíritu constructivo los problemas de una realidad tan compleja. Si tengo defectos que dificultan mi camino, ayúdame a superarlos, con amor. Si avanzo en la dirección equivocada, indícame el camino verdadero, con amor. Si hay algo de mí que no te gusta y te hiere, házmelo saber, con amor. Si mi vida se dispara hacia un túnel sin salida, adviértemelo, pero con amor. Si mi vida y mis maneras te desconciertan, dímelo, pero con amor. ¡Hermano, corrígeme..., corrígeme como lo haría Dios! Si tú vives en la verdad y yo en la mentira, dime cómo se sale de ella, con amor. Si me falta corazón y caridad, reza por mí, pero hazlo con amor. Si pensamos de forma diferente, dímelo, pero con amor. Si estoy mal conmigo mismo y con los demás, si me encuentro agarrotado por la soberbia, si hace tiempo que perdí el norte de mi existir, mírame a los ojos, pero hazlo con amor. Ya sé que en el camino por donde avanzo, no siempre construyo ni siembro. Quiero hacer el bien y edifico en el mal, aventurarme y me quedo en los mínimos, seguir a Jesús y me quedo en mí mismo. Si todavía confías en mí podemos intentarlo de nuevo, pero con amor. Dime lo que quieras, hermano pero eso sí, hazlo con amor: ¡hazlo como lo haría Dios! [I.L.] 23º Dom. T. O. Ciclo A Llamados al cuidado fraterno Sólo por amor. Salomé Arricibita SER CENTINELA. Esta imagen que utiliza el profeta nos recuerda que nuestra misión está ligada a los demás. Necesitamos otear el horizonte, escudriñar lo que ocurre a nuestro alrededor, estar alerta ante los peligros que se acercan y amenazan lo importante, tener “altura de miras” para discernir y descubrir lo que más conviene, adquirir la perspectiva adecuada para percibir lo que está por venir. Es decir, detectar lo que está pasando para dar “dar la voz de alerta” y poder actuar en consecuencia. No para culpabilizar, sino para contribuir al bien y al desarrollo armónico de las relaciones. ¿soy “centinela” en los lugares de se mueve mi vida? ¿soy capaz de detectar lo que está ocurriendo y me implico diciendo una palabra sobre ello? ¿Cuándo es más conveniente callar o hablar, anunciar o denunciar; decir palabras de aliento o de denuncia? DEUDAS DE AMOR. El amor es el “termómetro” que mide mis relaciones. El “grado” de amor que tengo con las personas cercanas o lejanas es lo que determina y marca la calidad de mi vida. Siempre estoy “en deuda de amor”: con quien me ha hecho bien, con quien me ha ayudado en los momentos difíciles, con quien me ha enseñado algo nuevo, con quien me apoya en mis opciones de vida, con quien está cercano y me acompaña cada día, con quien me ha hecho ver mis equivocaciones, con quien se ha portado conmigo mejor de lo que yo merecía… Siempre estoy “en deuda de amor” porque puedo amar más y servir mejor, porque puedo ser más paciente y cariñoso, porque podría compartir más y mejor (bienes, sentimientos, compañía, dones, ideales…) ¿Qué “deudas de amor” reconozco en este momento en mi vida? ¿Con quiénes estoy más “en deuda de amor”? ¿Y con Dios…? CORRECCIÓN FRATERNA. No vivimos en solitario. Convivimos con otros y creamos relaciones. Y eso no siempre es fácil. En cualquier tipo de convivencia siempre hay conflictos, roces, malentendidos, desavenencias… ¿Cómo actuar en estos casos? Somos responsables unos de otros, estamos llamados a ayudarnos mutuamente, no podemos desentendernos y ser indiferentes… ¿Qué hacer cuando vemos un defecto en la persona que vive a nuestro lado? Se puede “pecar” por exceso y por defecto. Se puede actuar murmurando y criticándolo a sus espaldas, o dejarlo en paz y no entrometerse (¿comodidad para no complicarse la vida o miedo a las consecuencias?) o no atreverse a corregir (¿soy yo el más adecuado, no tengo yo tantos o más defectos que ella?) o ser demasiado ásperos e hirientes, avasallando y dominando… El evangelio habla de una corrección prudente y fraterna, que brota del amor y busca “recuperar” a quien se ha equivocado (no machacarlo, hundirlo y pisotearlo), que trata con delicadeza y da el tiempo necesario, que busca sinceramente lo que es mejor para crear un clima de comunión y de encuentro… y que también se está dispuesto a recibir uno mismo la corrección cuando sea necesario: caridad en el corregir y humildad al aceptar ser corregido. Como dice el Papa Francisco: “A los cristianos de todas las comunidades del mundo, quiero pediros un testimonio de comunión fraterna que se vuelva atractivo y resplandeciente. Que todos puedan admirar cómo os cuidáis unos a otros, cómo os dais aliento mutuamente y cómo os acompañáis” (Evangelii Gaudium, 99)

2 Salmo 94, R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón» Venid, aclamemos al Señor,  demos vítores a la Roca que nos salva;  entremos a su presencia dándole gracias,  aclamándolo con cantos. R/. Entrad, postrémonos por tierra,  bendiciendo al Señor, creador nuestro.  Porque él es nuestro Dios,  y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. R/. Ojalá escuchéis hoy su voz:  «No endurezcáis el corazón como en Meribá,  como el día de Masa en el desierto;  cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras.» R/. Lectura de la profecía de Ezequiel (33,7-9): Así dice el Señor: «A ti, hijo de Adán, te he puesto de atalaya en la casa de Israel; cuando escuches palabra de mi boca, les darás la alarma de mi parte. Si yo digo al malvado: "¡Malvado, eres reo de muerte!", y tú no hablas, poniendo en guardia al malvado para que cambie de conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre; pero si tú pones en guardia al malvado para que cambie de conducta, si no cambia de conducta, él morirá por su culpa, pero tú has salvado la vida.»

3 Lectura del santo evangelio según san Mateo (18,15-20):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.» Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (13,8-10): A nadie le debáis nada, más que amor; porque el que ama a su prójimo tiene cumplido el resto de la ley. De hecho, el «no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no envidiarás» y los demás mandamientos que haya, se resumen en esta frase: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» Uno que ama a su prójimo no le hace daño; por eso amar es cumplir la ley entera.


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