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Abre, Señor, mis ojos para ver lo que ocurre a mi lado, para que no sea indiferente al sufrimiento de mis hermanos, para que no viva en la despreocupación, ni me haga el despistado. Abre, Señor, mis manos para saber entregar y compartir los bienes que me has regalado, y que sólo cumplen su fin si estoy dispuesto a entregarlos. Abre, Señor, mis labios para saber denunciar las injusticias que se van agrandando, y no me quede tranquilo con los brazos cruzados. Abre, Señor, mi mente para que mi forma de pensar vaya cambiando, y sea más consciente de las consecuencias de mis actos. Abre, Señor, mi corazón para que sea más sensible y solidario, y pueda entrar en él quien se sienta necesitado. Abre, Señor, mi vida a tantos “lázaros” contemporáneos que están junto a mi puerta esperando que haga algo. Perdón, Señor… por las falsas ilusiones y seguridades sobre las que voy construyendo mi vida. por la falta de confianza en que tú eres mi verdadera fuente de alegría. por preocuparme en exceso del presente inmediato sin pensar en el futuro que me desafía. por acostumbrarme al dolor y las injusticias, y no salir de las rutinas que me paralizan. ******************************* Permanece, Señor, junto a nosotros: Borra nuestra indiferencia. Que seamos sensibles a las necesidades el prójimo. Ayuda a quienes luchan por un mundo más justo de un modo callado y silencioso. Haznos iglesia abierta y acogedora, con un talante fraterno y misericordioso. Guía nuestros pasos para acompañar a quien se siente cansado y solo. Cambia la mentalidad de los responsables de la economía para que piensen en el desarrollo de todos. Despierta en nuestras vidas un espíritu más entregado y generoso. Señor, si yo tuviera entrañas de misericordia... saldría de mi apatía para ayudar a los que sufren; de mi ignorancia para conocer a los ignorados; de mis caprichos para socorrer a los hambrientos; de mi actitud crítica para comprender a los que fallan; de mi suficiencia para estar con quienes no se valen; de mis prisas para dar un poco de mi tiempo a los abandonados; de mi pereza para socorrer a quienes están cansados de gritar. aprovecharía mi experiencia para ayudar a los equivocados; mi ternura, para acoger a emigrantes y niños; mi salud, para acompañar a enfermos y ancianos; mi ciencia, para orientar a los perdidos; mi paz interior, para reconciliar a los enemigos; mi amor, para acoger a los desengañados; mi oración, para hacerme más hijo y hermano; mi vida, para darla a quien la necesita. ¡Señor, dame entrañas de misericordia! 26º Dom. T. O. Ciclo C Sentir para ver PEDIMOS. SALOMÉ ARRICIBITA CONSTRASTES LLAMATIVOS. La parábola comienza mostrándonos un contraste agudo entre los dos personajes del relato: uno al que sólo se nombra genéricamente como “hombre rico” y otro con nombre real, concreto, “Lázaro” (que significa “ayudado de Dios). Único caso en las parábolas que aparece un nombre propio. El hombre rico es descrito con signos de abundancia espléndida, vive lujosamente, de manera ostentosa, despreocupado, guiándose sólo por sus intereses, derrochando, centrado en su presente inmediato… Lázaro aparece hambriento, que lleva por único vestido sus llagas, que no puede comer ni las migajas, que sólo los perros alivian su dolor. Son dos personas que viven al lado y, sin embargo, sus vidas no se entrelazan, no se encuentran, no se juntan, están abismalmente separadas. Puedo pensar en los “contrastes llamativos” que hay en mi mundo (cercano o lejano). ¿Sois consciente de ellos? ¿Con quién se “entrelaza” mi vida? SENTIR PARA VER. Del rico no se dice que sea malo, ni que maltrate a Lázaro, ni que lo expulse… Simplemente lo ignora, no lo ve, ni se da cuenta de que existe. Está tan centrado en su deseo de disfrutar de la buena vida que está ciego para ver lo que hay a su lado. Un corazón que no siente es incapaz de ver; un corazón que no se conmueve vive alejado de quien sufre. La “globalización de la indiferencia” (papa Francisco) hace que no me entere de la realidad que tengo a mi puerta. También a mí me puede ocurrir que por estar tan centrado en mis intereses, mis preocupaciones, mis problemas, mis…, mis… no comprenda lo que pasa a mi alrededor y no caiga en la cuenta de las consecuencias de mi actuar, y me vaya haciendo indiferente, apático, insolidario con la desgracia ajena. Hay muchos “lázaros” contemporáneos (de lejos y de cerca) ¿sé reconocerlos? ¿soy capaz de escucharlos? ¿me preocupo por ellos? El papa Francisco en Asís ( ) decía: “ellos encuentran demasiadas veces el silencio ensordecedor de la indiferencia, el egoísmo de quien está harto, la frialdad de quien apaga su grito de ayuda con la misma facilidad con la que se cambia de canal de televisión” ¿Cómo abrir los ojos y poner el corazón a punto para salir de la indiferencia. Yo también soy “rico”: tengo bastante salud, alimento, cobijo, cultura, educación, amigos… ¿Qué hago de los que no tienen nada de esto? UN ESTILO DE VIDA CONTINUADO. A veces, como el rico epulón busco eventuales milagros o hechos espectaculares que me despierten de mi somnolencia, que reparen mis errores y equivocaciones, buscando soluciones “mágicas”. La verdadera conversión no se fragua puntualmente, en un instante, sino que se concreta a diario en una vida que se discierne, se ilumina y se realiza en el vivir cotidiano, escuchando la Escritura y dejándome empapar por el mensaje de Jesús. No son los hechos extraordinarios los que me convencerán, sino el ir asimilando el estilo de vida del Evangelio. Hay que aprender a “ver” poco a poco, día a día, paso a paso… porque tal vez mañana sea demasiado tarde. Lo que vivo aquí no lo borra la muerte, más bien le da un valor eterno. Aún me pregunto, Señor, si ese perfume de misericordia que has puesto en mis entrañas romperá en mil pedazos el envoltorio de mi indiferencia: que deje de pensar que todos viven igual que yo, que haga posible que mis manos cerradas aprendan a ofrecer y a dar, que mis ojos no sigan ebrios solo por el fulgor de lo que se me va y que mi corazón, apresado en el aroma de tu voz, aprenda a soñar, Señor, que tú lo ves... [I.L.]
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Lectura de la profecía de Amós (6,1a.4-7):
Así dice el Señor todopoderoso: «¡Ay de los que se fían de Sión y confían en el monte de Samaría! Os acostáis en lechos de marfil; arrellenados en divanes, coméis carneros del rebaño y terneras del establo; canturreáis al son del arpa, inventáis, como David, instrumentos musicales; bebéis vino en copas, os ungís con perfumes exquisitos y no os doléis del desastre de José. Pues encabezarán la cuerda de cautivos y se acabará la orgía de los disolutos.» Salmo 145,7.8-9a.9bc-10 R/.Alaba, alma mía, al Señor Él mantiene su fidelidad perpetuamente, él hace justicia a los oprimidos, él da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos. R/. El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos, el Señor guarda a los peregrinos. R/. Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, tu Dios, Sión, de edad en edad. R/. Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo (6,11-16): Hombre de Dios, practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza. Combate el buen combate de la fe. Conquista la vida eterna a la que fuiste llamado, y de la que hiciste noble profesión ante muchos testigos. En presencia de Dios, que da la vida al universo, y de Cristo Jesús, que dio testimonio ante Poncio Pilato con tan noble profesión: te insisto en que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche, hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, que en tiempo oportuno mostrará el bienaventurado y único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores, el único poseedor de la inmortalidad, que habita en una luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A él honor e imperio eterno. Amén.
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Lectura del santo evangelio según san Lucas (16,19-31):
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: «Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas. Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Se murió también el rico, y lo enterraron. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritó: "Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas." Pero Abrahán le contestó: "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros." El rico insistió: "Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento." Abrahán le dice: "Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen." El rico contestó: "No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán." Abrahán le dijo: "Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto."»
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