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«Realmente este hombre era hijo de Dios»

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Presentación del tema: "«Realmente este hombre era hijo de Dios»"— Transcripción de la presentación:

1

2 «Realmente este hombre era hijo de Dios»
Ciclo A Domingo de Ramos «Realmente este hombre era hijo de Dios»

3 Primera Lectura - Isaías 50, 4-7
4 El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo. 5 El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. 6 Ofrecí mi espalda a los que golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían. 7 Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado. Palabra de Dios Te alabamos Señor

4 Yo no me resistí, ni me eché atrás
Hoy, nos encontramos con el tercero de los cuatro misteriosos poemas que se llaman: Cánticos del Siervo de Yahvé. El personaje del canto no lleva nombre. Lo que importa es la misión. Y ésta se encuadra en la vocación profética: vocación-llamada para la palabra, sufrimiento en el desempeño de la misión, confianza en el Señor.

5 La participación del drama de Dios en la salvación del hombre.
La misión se presenta, además, dolorosa: ultrajes e injurias personales. La participación del drama de Dios en la salvación del hombre. Y así como no resiste a la palabra que lo envía, así tampoco al ultraje que ella le ocasiona. Dios lo mantendrá inquebrantable en el cumplimiento de su misión.

6 Salmo 22 (21) 8-9.17-20.23-24 8 Los que me ven, se burlan de mí,
hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo: 9 «Confió en el Señor, que él lo libre; que lo salve, si lo quiere tanto». 17 Me rodea una jauría de perros, me asalta una banda de malhechores; taladran mis manos y mis pies 16c y me hunden en el polvo de la muerte. 18 Yo puedo contar todos mis huesos; ellos me miran con aire de triunfo, 19 se reparten entre sí mi ropa y sortean mi túnica. 20 Pero tú, Señor, no te quedes lejos; tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme. 23 Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos, te alabaré en medio de la asamblea: 24 «Alábenlo, los que temen al Señor; glorifíquenlo, descendientes de Jacob; témanlo, descendientes de Israel».

7 «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
Salmo de súplica, salmo de acción de gracias. Tas la súplica, siempre, la acción de gracias, porque Dios, siempre escucha la oración. El salmo vive los dos momentos.

8 una situación límite. También la confianza es extrema y total.
La súplica toca los límites extremos en que puede encontrarse el fiel de Dios. Es el justo; y es el justo perseguido; y es el justo perseguido por ser justo; y la persecución lo ha llevado hasta las puertas de la muerte; ¡y el Señor no le escucha! El justo sufre sobre sí el abandono de Dios; las imágenes son vivas y reflejan una situación límite. También la confianza es extrema y total.

9 Unámonos a él, que en el cumplimiento de la voluntad de Dios pasa por trance semejante. Dios, el Padre, dejó paradójicamente morir a su Hijo; pero lo resucitó al tercer día. La oración si fue escuchada, como comenta la carta a los hebreos, por su «reverencia».

10 Segunda Lectura - Filipenses 2, 6-11
6 El, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: 7 al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, 8 se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. 9 Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, 10 para que al Nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, 11 y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor». Palabra de Dios Te alabamos Señor

11 «Se rebajó a sí mismo; por eso Dios lo levantó sobre todo. »
Esta carta de Pablo a los Filipenses se le suele caracterizar como himno, una fórmula de fe que lleva, a un movimiento de exhortación. El ejemplo es Cristo; el cristiano ha de acercarse a él para conocer y vivir su propio misterio.

12 Jesús, en efecto, siendo de condición divina,
no ambicionó conducirse, al venir a este mundo, a la manera que como a ser divino correspondía. Todo lo contrario, se despojó de sí mismo totalmente: respecto a Dios en obediencia absoluta y respecto a los hombres, llevando por amor, la condición de hombre débil, hasta el extremo de morir, como siervo, en una cruz: condenado como malhechor y blasfemo ¡El, que era Hijo de Dios!; por odio y envidia ¡El, que era la misma misericordia!; por propios y extraños ¡El, que no se avergonzó de llamarnos hermanos!; impotente y entre criminales ¡El, que era poderoso y justo por excelencia!; abandonado de Dios ¡El, que era «Dios con nosotros!»

13 «¡Jesucristo es el Señor!»
Pero Dios lo exaltó y le dio un «Nombre-sobre-todo-nombre». Un Nombre divino: el de ¡Kyrios! Jesús, como hombre, por encima de toda la creación, Unido al Padre en poder y majestad. Pablo nos invita a imitar al Señor; también, a alabarlo, bendecirlo y adorarlo. Acerquémonos, pues, piadosamente, y bendigamos, alabemos y adoremos al Señor. «¡Jesucristo es el Señor!»

14 Lectura del Santo Evangelio Mateo 26, 14-28, 66
14 Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes 15 y les dijo: «¿Cuánto me darán si se lo entrego?». Y resolvieron darle treinta monedas de plata. 16 Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo. 17 El primer día de los Ácimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús: «¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?». 18 El respondió: «Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: «El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos». 19 Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua. 20 Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce 21 y, mientras comían, Jesús les dijo: «Les aseguro que uno de ustedes me entregará». 22 Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno: «¿Seré yo, Señor?». 23 El respondió: «El que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar. 24 El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!». 25 Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó: «¿Seré yo, Maestro?». «Tú lo has dicho», le respondió Jesús.

15 26 Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió
y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomen y coman, esto es mi Cuerpo».

16 27 Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, diciendo: «Beban todos de ella, 28 porque esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos para la remisión de los pecados ».

17 66 ¿Qué les parece?». Ellos respondieron: «Merece la muerte».
Palabra de Dios Gloria a Ti, Señor Jesús

18 «Realmente este hombre era hijo de Dios»
Se acercaba ya la celebración anual de la Pascua. Hasta entonces el Señor había insistido en que a nadie dijeran que Él era el Mesías. Sin embargo, sabiendo que se acercaba ya la hora de su Pasión, Muerte y Resurrección, cambia su actitud y da instrucciones a sus discípulos para que le traigan un borrico para realizar, montado en él, el último trecho y la entrada a la Ciudad Santa.

19 en un pollino, cría de asna… en Él se cumplía aquel antiguo anuncio.
¿Y qué significado tenía esta entrada a Jerusalén montado en un asnillo? El Señor tiene en mente una antigua profecía: «¡Exulta sin freno, hija de Sión, grita de alegría, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino, cría de asna… Él proclamará la paz a las naciones. Su dominio irá de mar a mar y desde el Río hasta los confines de la tierra» (Zac 9,9-10). El mensaje que quería dar el Señor era muy claro: Él era el rey de la descendencia de David, el Mesías prometido por Dios para salvar a su pueblo; en Él se cumplía aquel antiguo anuncio.

20 El mensaje lo comprendió perfectamente la enfervorizada multitud de discípulos y los admiradores
que lo acompañaban, de modo que mientras que el Señor Jesús avanzaba hacia Jerusalén montado sobre aquel pollino algunos tendían sus mantos en el suelo para que pasase sobre ellos como sobre alfombras, mientras muchos otros acompañaban la jubilosa procesión agitando alegremente ramos de palma, signo popular de victoria y triunfo.

21 de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!» (Mc 11,9-10)»
Con ello querían proclamar que Cristo, el rey-Mesías, era aquel que traería la victoria a su pueblo. Mientras tanto, llevados por el entusiasmo y la algarabía, todos gritaban una y otra vez: «¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que viene, de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!» (Mc 11,9-10)» Los términos empleados son típicos. Al decir el que viene en nombre del Señor hacían referencia al Mesías, y al decir el reino que viene… de David se referían al reino mesiánico inaugurado por el Mesías, el hijo de David.

22 Más ellos pensaban en un reino mundano, en una victoria política,
en un triunfo militar garantizado por una gloriosa intervención divina. Ciertamente el Señor se aprestaba a manifestar su gloria, se disponía a liberar a su pueblo, pero de otra opresión: la del pecado y de la muerte. La hora de la manifestación de su gloria no sería otra que la de su Pasión y su elevación en la Cruz.

23 «es SEÑOR para gloria de Dios Padre.»
Confiado en Dios, Él se ofrecerá a sí mismo, soportará el oprobio y la afrenta para nuestra reconciliación. De este modo Dios exaltó y glorificó al Hijo que por amorosa obediencia, siendo de condición divina, se rebajó a sí mismo «hasta la muerte y muerte de Cruz». Ante Él toda rodilla ha de doblarse y toda lengua ha de confesar que Él «es SEÑOR para gloria de Dios Padre.»

24 Gracias Señor por tu Palabra purificadora,
que ilumina, alimenta, enriquece, alegra, consuela y compromete. Concédenos vivir conforme a ella.

25 El pueblo que fue cautivo y que tu mano libera
no encuentra mayor palmera ni abunda en mejor olivo. Viene con aire festivo para enramar tu victoria, y no te ha visto en su historia, Dios de Israel, más cercano: Ni tu poder más a mano ni más humilde tu gloria. ¡Gloria, alabanza y honor! Gritad: "¡Hosanna!", y haceos, como los niños hebreos al paso del Redentor. ¡Gloria y honor! Al que viene en el nombre del Señor! Amén.

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