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San Martín de Porres 3 de Noviembre.

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Presentación del tema: "San Martín de Porres 3 de Noviembre."— Transcripción de la presentación:

1 San Martín de Porres 3 de Noviembre

2 San Martin de Porres fue un religioso, hermano lego peruano de la orden de los dominicos, que fue el primer santo mulato de América. Es conocido como "el santo de la escoba" por ser representado con una escoba en la mano como símbolo de su humildad.

3 San Martín fue hijo de Juan de Porres (según algunos documentos el apellido original fue Porras), un español de la Orden de Alcántara, natural de Burgos. Estando en un puesto del gobierno de España en Panamá, se enamoró de una mulata liberta. Al ser destinado a Lima, llevó consigo a la que sería la madre de san Martín, quien nació en Lima en Diciembre de 1579.

4 Ana Velásquez (o Velázquez) fue la madre de san Martín
Ana Velásquez (o Velázquez) fue la madre de san Martín. Era de piel morena, cuyo color oscuro heredó el santo. Unos dicen que era negra liberta, otros la describen como mulata, hija de negra con blanco (o viceversa). Algunos dicen que era india panameña (de la isla Taboga). Si ella era india, aunque de piel oscura, y el padre era blanco español, Martín no podía ser negro, al estilo de los de África. Si ella era negra, entonces san Martín era mulato.

5 El padre de san Martín, que era hidalgo venido a menos, no podía casarse con una mujer de su condición, lo que no impidió su amancebamiento con Ana Velásquez. Fruto de ella nació también Juana, dos años menor que Martín.  Al heredar Martín los rasgos y el color de la piel de su madre, don Juan de Porres lo vio como una humillación para él. Sin embargo la hija Juana se parecía más al padre.

6 Martín de Porres fue bautizado el 9 de diciembre de 1579
Martín de Porres fue bautizado el 9 de diciembre de El documento bautismal revela que su padre no lo reconoció, pues, por ser caballero laico y soltero de una Orden Militar, estaba obligado a guardar la continencia de estado. Fue bautizado en la iglesia de San Sebastián, en la misma pila bautis- mal en que siete años más tarde lo sería Santa Rosa de Lima. En el libro de bautismo fue inscrito como “hijo de padre desconocido”.

7 Al poco tiempo su padre, Juan de Porres, fue destinado a Guayaquil, Ecuador, en un alto puesto del gobierno, y desde ahí les proveía de sustento. La madre, Ana Velázquez, no podía proveerles de educación escolar; pero en cambio les dio cuidadosa educación cristiana a sus dos hijos.  

8  Martín, que era de temperamento dócil y piadoso, desde pequeño, fue conducido por el Espíritu Santo en las vías de la santidad. Desde niño fue Martín muy generoso con los pobres, a los que daba parte del dinero cuando iba de compras. Su madre lo llevaba con frecuencia al templo.

9 Viendo don Juan de Porres la situación precaria en que iban creciendo sus hijos, sin padre ni maestros, decidió reconocerlos como hijos suyos ante la ley. Y hacia 1586 decidió llevarse a sus dos hijos a Guayaquil donde sus parientes. Sin embargo, los parientes sólo aceptaron a Juana. La razón era porque Juana no había heredado la tez morena de su madre.

10 Martín tuvo allí la oportunidad de aprender a leer y escribir con un maestro particular. Cuatro años después, su padre, Juan de Porres, fue nombrado gobernador de Panamá. Entonces devolvió el niño a su madre, contribuyendo con lo necesario para que Martín pudiera seguir estudiando y aprendiera algún oficio.

11 En 1591, teniendo casi doce años, recibió el sacramento de la Confirmación de manos del arzobispo Santo Toribio de Mogrovejo.

12 Martín inició su aprendizaje de boticario en la casa de Mateo Pastor, quien ejercía el oficio de cirujano, dentista y barbero. Esta experiencia sería clave para Martín, conocido luego como gran herbolario y curador de enfermos, puesto que los boticarios hacían curaciones menores y administraban remedios para los casos comunes. También fue aprendiz de barbero, oficio que conllevaba conocimientos de cirugía menor.

13 La proximidad del convento dominico de Nuestra Señora del Rosario y su claustro conventual ejercieron una atracción sobre él. Deseaba entrar, aunque sólo fuese para ayudar a los frailes. En 1594, a la edad de quince años, y por la invitación de Fray Juan de Lorenzana, famoso dominico, teólogo y hombre de virtudes, pudo entrar bajo la categoría de "donado", es decir, como terciario por ser hijo ilegítimo y mulato: se ocuparía en muchos trabajos como criado.

14 Se comprometía a servir toda la vida, sin ningún vínculo con la comunidad, y con el único beneficio de vestir el hábito religioso. Ana Velásquez, su madre, en un acto de desprendimiento admirable, no sólo le permitió a su hijo dar ese paso, sino que ella misma quiso entregarlo al convento.

15 Dentro del convento fue campanero y es fama que su puntualidad y disciplina en la oración fueron ejemplares. Dormía muy poco, entre tres a cuatro horas. Era muy sobrio en el comer y sencillo en el vestir. Así vivió 9 años, practicando los oficios más humildes. Es famoso por la escoba de barrer, que era como su principal instrumento de trabajo.

16 Como los superiores veían que Martín cumplía fielmente su deber y necesitaban un enfermero en la casa, le dedicaron a lo que sabía. Martín era barbero, ropero, sangrador y sacamuelas. Su celda quedaba en el claustro de la enfermería. Todo el aprendizaje como herbolario en la botica y como barbero hicieron de Martín un curador de enfermos, sobre todo de los más pobres y necesitados.

17 Su fama se hizo muy notoria y acudía mucha gente necesitada
Su fama se hizo muy notoria y acudía mucha gente necesitada. Su labor era amplia: tomaba el pulso, palpaba, vendaba, entablillaba, sacaba muelas, etc. En Martín confluyeron las tradiciones medicinales española, andina y africana; solía sembrar en un huerto una variedad de plantas que luego combinaba en remedios para los pobres y enfermos.

18 Aunque frecuentaba a la gente de color, nunca planteó reivindicaciones sociales ni políticas; se dedicó únicamente a practicar la caridad, que hizo extensiva a otros grupos étnicos. Todas estas dificultades no impidieron que Martín fuera un fraile alegre. Sus contemporáneos señalan su semblante alegre y risueño.

19 El padre de san Martín llegó un día al convento irritado porque su hijo era un simple criado, pues no era ni hermano lego. Martín estaba contento en su puesto y no deseaba más; pero ante la proposición de los padres dominicos, admitió el poder ingresar plenamente a la comunidad haciendo los votos de pobreza, obediencia y castidad, como hermano lego. Esto fue el 2 de Junio de 1603.

20 La vida en el convento estaba regida por la obediencia a sus superiores, pero en el caso de Martín la condición racial también era determinante. Su humildad era puesta a prueba en muchas ocasiones. Parecía tener una concepción muy pobre de sí mismo y hasta como miserable, y por lo tanto digno de malos tratos.

21 Su preocupación por los pobres fue notable
Su preocupación por los pobres fue notable. Se sabe que los desvalidos lo esperaban en la portería para que los curase de sus enfermedades o les diera de comer. Martín trataba de no exhibirse y hacerlo en la mayor privacidad.

22 La caridad de Martín no se circunscribía a las personas, sino que también se proyectaba a los animales, sobre todo cuando los veía heridos o faltos de alimentos. En la casa de su hermana casada, con buena posición social, había dispuesto un lugar donde albergaba a gatos y perros sarnosos, llagados y enfermos. Parece que los animales le obedecían por particular privilegio de Dios. El amor a los animales lo consideraba como una proyección del amor a Dios creador.

23 Aunque tenía tanto trabajo, San Martín procuraba consagrar íntegramente a Dios los días de fiesta, en cuanto le era posible. Y esos días solía ir al convento dominico de la Magdalena, a visitar al hermano portero, San Juan Macías, seis años más joven que él. Con él compartía oraciones y penitencias. Se cree que trató a veces con santa Rosa de Lima, quien nació después de él, pero murió antes.

24 En la vida de san Martín se dan unas características especiales sobrenaturales, que procedían de vivir la vida normal de una manera extraordinaria y de su plena confianza en Dios, a quien le sentía constantemente presente en su vida.

25 Una de sus facultades extraordinarias fue la videncia, para poder corregir a quien había faltado. También se le atribuyó el don de lenguas, el don de agilidad. Sus compañeros, que lo vigilaban continuamente, veían cómo su cuerpo se iluminaba. Se contó de él que podía estar en dos lugares a la vez y penetrar en los cuerpos sin mayor resistencia.

26 Como se dice de otros santos de la época, Martín también sufrió las apariciones y tentaciones del demonio. Se cuenta que en cierta ocasión bajaba por las escaleras de la enfermería dispuesto a auxiliar a uno de sus hermanos cuando se encontró con el demonio debajo de la escalera. Martín tuvo que sacar el cinto que llevaba y comenzó a azotar al demonio para que se fuera del convento. 

27 A la edad de sesenta años, Martín de Porres cae enfermo y anuncia que ha llegado la hora de encontrarse con el Señor. La noticia causó profunda conmoción en la ciudad de Lima. Tal era la veneración hacia este mulato, que el Virrey Luis Jerónimo Fernández de Cabrera y Bobadilla, Conde de Chinchón, fue a besarle la mano cuando se encontraba en su lecho de muerte pidiéndole que velara por él desde el cielo.

28 En su agonía, ya sin poder hablar y con varios frailes cerca, San Martín enfrentó su mayor lucha con Satanás. La rigidez de su cuerpo, la firmeza de sus dientes y toda la fisonomía de su rostro demostraban su gran sufrimiento y lucha. En medio de su agonía le pasaron una cruz, a los minutos falleció y por la paz de su rostro supieron que pudo vencer al demonio.

29 Martín solicitó a los dolidos religiosos que entonaran en voz alta el Credo y mientras lo hacían, san Martín, al oír las palabras "Et homo factus est", besando el crucifijo, expiró plácidamente. Eran las 9 de la noche del 3 de noviembre de 1639. 

30 Toda la ciudad le dio el último adiós en forma multitudina-ria donde se mezclaron gente de todas las clases sociales. Altas autoridades civiles y eclesiásticas lo llevaron en hombros hasta la cripta, doblaron las campanas en su nombre y la devoción popular se mostró muy ferviente con el santo.

31 En la actualidad sus restos descansan en la Basílica y Convento de Santo Domingo en Lima, (Perú) junto a los restos de Santa Rosa de Lima y San Juan Masías en el denominado "Altar de los Santos Peruanos“.

32 Su proceso de beatificación se fue alargando hasta 1837 cuando fue beatificado por el Papa Gregorio XVI, franqueando las barreras de una anticuada y prejuiciosa mentalidad.

33 El Papa Juan XXIII, que sentía una verdadera devoción por Martín de Porres, después de comprobarse la autenticidad de los dos milagros, lo canonizó el 6 de mayo de 1962 ante una gran multitud de personas procedentes de varias partes del mundo nombrándolo "Santo Patrono de la Justicia Social", exaltando sus virtudes.  

34 Decía el papa Juan XXIII:
 "Martín excusaba las faltas de otro. Perdonó las más amargas injurias, convencido de que él merecía mayores castigos por sus pecados. Procuró de todo corazón animar a los acomplejados por las propias culpas, confortó a los enfermos, proveía de ropas, alimentos y medicinas a los pobres, ayudó a campesinos, a negros y mulatos tenidos entonces como esclavos. La gente le llamaba ‘Martín, el bueno’."

35 Decía el papa Juan XXIII:
En la vida de Fray Martín hubo tres amores: Cristo Crucificado, Nuestra Señora del Rosario y Santo Domingo. En su corazón ardieron tres pasiones: la caridad, particularmente con los pobres y enfermos; la penitencia más rigurosa que él estimaba como “el  precio del amor”, y, dando aliento a estas virtudes, la humildad.

36 Entre las varias devociones que tenía, las principales eran para el Santísimo Sacramento y para la Virgen María, en especial la Virgen del Rosario, Patrona de la Orden dominica y protectora de los mulatos. Rezaba con mucho fervor el Rosario. También tenía gran devoción al ángel de la guarda, al que acudía con mucha frecuencia.

37 De todas las virtudes que poseía Martín de Porres sobresale la humildad: siempre puso a los demás por delante de sus propias necesidades. En una ocasión el Convento tuvo serios apuros económicos y el Prior se vio en la necesidad de vender algunos objetos valiosos, ante esto, Martín de Porres se ofreció a ser vendido como esclavo para ayudar a remediar la crisis, el Prior conmovido, rechazó su ayuda.

38  Su humildad era tan ejemplar, que se alegraba de las injurias que recibía, incluso alguna vez de parte de otros religiosos dominicos, como uno que, enfermo e irritado, lo trató de perro mulato. Igualmente un estudiante a quien el santo le arreglaba el pelo. San Martín respondía con una sonrisa. Aunque él trataba de ocultarse, la fama de santo crecía día por día.

39 Otra virtud extraordinaria fue la caridad
Otra virtud extraordinaria fue la caridad. Fueron varias las familias en Lima que recibieron ayuda de Martín de Porres de alguna forma u otra. También, muchos enfermos lo primero que pedían cuando se sentían graves era: "Que venga el santo hermano Martín". Y él nunca negaba un favor a quien podía hacerlo.

40 La situación de pobreza y abandono moral que encontraba le preocupaban
La situación de pobreza y abandono moral que encontraba le preocupaban. Así pues, con la ayuda de varios ricos de la ciudad (entre ellos el virrey Conde de Chinchón, que en propia mano le entregaba cada mes no menos de cien pesos), fundó el Asilo y Escuela de Santa Cruz para reunir a todos los vagos, huérfanos y limosneros y ayudarles a salir de su penosa situación.

41 Los frailes se quejaban de que Fray Martín quería hacer del convento un hospital, porque a todo enfermo que encontraba lo socorría y hasta llevaba a algunos más graves y pestilentes a recostarlos en su propia cama cuando no tenía más donde se los recibieran. En una parte de la casa de su hermana daba cobijo también a pobres y enfermos.

42 Una virtud esclarecida era la obediencia
Una virtud esclarecida era la obediencia. No era, sin embargo, su obediencia un automatismo irresponsable, sino que estaba subordinada a la caridad y regida por la prudencia. A veces, en circunstancias especiales o de particular apremio, recogía en su propia celda a enfermos o heridos, lo que traía consigo no pequeños problemas, enojos y a veces protestas de sus hermanos. El santo respondió que hay momentos en que hay que atender sobre todo a la caridad.

43 Ejerció constantemente su vocación pastoral y misionera: enseñaba la doctrina cristiana y fe de Jesucristo a los negros e indios y gente rústica que asistían a escucharlo en calles y en las haciendas cercanas a las propiedades de la Orden ubicadas en Limatambo.

44 En línea con la espiritualidad de la época, San Martín de Porres, al igual que su coetánea Santa Rosa de Lima, practicó severamente la mortificación del cuerpo, siguiendo un riguroso horario y evitando mermar su salud para el cumplimiento de otras obligaciones. Llevaba además dos cilicios: una túnica interna de lana entretejida con cerdas de caballo y una cadena ceñida, posiblemente de hierro.

45 San Martín era frugal, abstinente y vegetariano
San Martín era frugal, abstinente y vegetariano. Dormía pocas horas, mayormente por las tardes. Usó siempre un simple hábito de cordellate blanco con una capa larga de color negro. En cierta ocasión, ya cerca del fin de su vida, el Prior lo obligó a recibir un hábito nuevo y otro fraile lo felicitó. Martín, risueño, le respondió: “pues con éste me han de enterrar” y efectivamente, así fue.

46 La personalidad de Martín hizo que fuera buscado por personas de todos los estratos sociales, altos dignatarios de la Iglesia y del Gobierno, gente sencilla, ricos y pobres, todos tenían en Martín alivio a sus necesidades espirituales, físicas ó materiales. Su entera disposición y su ayuda incondicional al prójimo propició que fuera visto como un hombre santo.

47 Las historias de sus milagros son muchas y sorprendentes, éstas fueron recogidas como testimonios jurados en los Procesos diocesano ( ) y apostólico ( ), abiertos para promover su beatificación. Buena parte de estos testimonios proceden de los mismos religiosos dominicos que convivieron con él, pero también los hay de otras muchas personas, pues Martín de Porres trató con gentes de todas las clases sociales.

48 Se le atribuye el don de la bilocación
Se le atribuye el don de la bilocación. Sin salir de Lima, fue visto en México, en África, en China y en Japón, animando a los misioneros que se encontraban en dificultad o curando enfermos. Mientras permanecía encerrado en su celda, lo vieron llegar junto a la cama de ciertos moribundos a consolarlos o curarlos.

49 Muchos lo vieron entrar y salir de recintos estando las puertas cerradas. En ocasiones salía del convento a atender a un enfermo grave, y volvía luego a entrar sin tener llave de la puerta y sin que nadie le abriera. Preguntado cómo lo hacía, respondía: “Yo tengo mis modos de entrar y salir”.

50 Se le atribuyó también el don de la sanación, de los cuales quedan muchos testimonios, siendo los más extraordinarios la curación de enfermos desahuciados. "Yo te curo, Dios te sana" era la frase que solía decir para evitar muestras de veneración a su persona. Según los testimonios de la época, a veces se trataba de curaciones instantáneas, en otras bastaba tan sólo su presencia para que el enfermo desahuciado iniciara un sorprendente y firme proceso de recuperación.

51 En cierta ocasión, el arzobispo Feliciano Vega, que iba a tomar posesión de la sede de México, enfermó de algo que parece haber sido pulmonía y mandó llamar a Fray Martín. Al llegar éste a la presencia del prelado enfermo, se arrodilló, mas él le dijo: "levántese y ponga su mano aquí, donde me duele". ¿Para qué quiere un príncipe la mano de un pobre mulato?, preguntó el santo. Sin embargo, durante un buen rato puso la mano donde lo indicó el enfermo y, poco después, el arzobispo estaba curado.

52 Muchos testimonios afirmaron que cuando oraba con mucha devoción, levitaba y no veía ni escuchaba a la gente. Una vez el mismo Virrey, que a veces iba a consultarle (aún siendo Martín de pocos estudios), tubo que aguardar un buen rato en la puerta de su habitación, esperando a que terminara su éxtasis.

53 Los milagros eran tan abundantes que el Superior le prohibió realizar nada extraordinario sin su consentimiento.

54 Pero un día, cuando regresaba al Convento, un albañil le grita al caer del andamio; el Santo le hace señas para que se quede quieto en el aire y corre a pedir permiso al superior, para que pueda caer despacito sin hacerse daño. El superior y el interesado quedan cautivados por su docilidad.

55   Todas las maravillas en la vida del santo hay que entenderlas asociadas con el profundo amor a Dios y al prójimo que lo caracterizaban. Por eso, a todo eso hay que añadir un espíritu de oración y unión con Dios que lo asemejaba a otros grandes contemplativos.

56 San Martín es maestro de oración no por lo que dejó escrito, sino por lo que vivió, por su ejemplo. Las virtudes de San Martín, su intensa vida espiritual, sostenían su entrega y su amor hacia el prójimo, señal de su grandísima unión con Dios, nacida del trato intimo, prolongado e intenso, en la oración.

57 San Martín de Porres fue un hombre de oración
San Martín de Porres fue un hombre de oración. Era su oficio preferido y su puesto privilegiado. En ella se encontraba con su Señor. Encuentro feliz y dichoso, privilegio de los que aman. La oración era para el santo el primer medicamento para las sanaciones.

58 Pasaba la mitad de la noche rezando a un crucifijo grande que había en su convento iba y le contaba sus penas y sus problemas, y ante el Santísimo Sacramento y arrodillado ante la imagen de la Virgen María pasaba largos tiempos rezando con fervor. Añadía a esto un espíritu de oración y unión con Dios que lo asemejaba a otros grandes contemplativos.

59 En san Martín se hacían palpables los dones del Espíritu Santo, de sabiduría, de ciencia y de consejo. Carecía de estudios superiores, pero su fe era vivencial con un amor permanente. Para él no había lugares o tiempos para la intimidad con su Señor presente, porque él era el “lugar” de oración, intimidad y diálogo gozoso. Todos los tiempos, todas las circunstancias eran oportunas para vivir en la presencia de Dios. Y las aprovechaba. Este era su secreto.

60 Nuestro santo apreciaba mucho el estudio teológico, como buen discípulo de Santo Domingo, y solía animar a los estudiantes para que aprovechasen bien en sus estudios. Hay testimonios de que en varias ocasiones los estudiantes le consultaban cuestiones, o sometían a su arbitraje discusiones que traían entre ellos, y fray Martín respondía siempre con una profundidad sencilla y verdadera, aunque se tratase de cuestiones muy abstrusas.

61 Eran muchos los que acudían a fray Martín para pedirle oraciones o consejo, lo mismo frailes o seglares que oficiales de la guardia o licenciados, encomenderos o esclavos, y también el gobernador o el virrey. El padre Barbazán testifica que «acudían a él, como a oráculo del Cielo, los prelados, por la prudencia; los doctos, por la doctrina; los espirituales, por la oración; los afligidos, para el desahogo. Y era medicina general para todos los achaques.

62 Fray Martín tenía muchas relaciones con indios, negros y mulatos, con emigrantes sin fortuna o antiguos soldados, con mercaderes o carreteros o funcionarios. Y siempre que podía les daba una palabra de luz, de aliento, de buena doctrina. Lo mismo hacía en la enfermería, donde después de haber distribuído las comidas, reunía algunos jóvenes y criados que trabajaban en el convento, para enseñarles las oraciones, recordarles la doctrina cristiana y exhortarles con sencillas pláticas.

63 Este género de apostolado lo practicaba Martín especialmente cuando estaba en la estancia de Limatambo, hacienda que Pizarro había concedido a los frailes. Allí fue enviado en ocasiones para fortalecer su salud quebrantada. Entre los negros de la hacienda y la gente de las aldeas vecinas, las catequesis de aquel fraile mestizo de tez oscura, que les visitaba en sus chozas, que les ayudaba en sus trabajos de campo, que sanaba a sus enfermos y que les hablaba con tanta sencillez y bondad, lograban un gran fruto espiritual.

64 La paz de su alma, el poder agradar a Dios, le llenaba de felicidad, porque ésta nace del alma, no es fruto del ruido exterior. Vivía como un niño, en confianza absoluta en las manos del Padre Dios. 

65  El secreto del vivir en alegría de San Martín está en la fe de ser el templo de Dios y por eso, vivía todos los momentos en unión con Él. San Martín vivía el secreto del gozo más profundo en su corazón al saberse habitado por Dios. Uno vive en la medida que ama y según la calidad de su amor.

66 Esta es la alegría de los que sirven a Dios con sencillez y pleno corazón.

67 Sueña con un mundo diferente,
Automático

68 sueña con un mundo de hermandad,

69 socorre al mendigo, al hambriento

70 y al desesperado le da paz.

71 Ana lo comprende, Ana lo consiente,

72 pues conoce bien la caridad.

73 Pronto en el convento de Santo Domingo

74 su hijo nueva vida empezará.

75 Barre con su escoba, va limpiando

76 el mal que azota a la humanidad.

77 Cura sus enfermos, dedicando

78 Dios es el que sana de verdad.

79 Adora extasiado la Eucaristía.

80 Le reza a María sin cesar.

81 En la portería y en la enfermería

82 Martín va irradiando su bondad.

83 Y así va Martín con su alegría, así va Martín con su esperanza,

84 repartiendo el pan de la armonía que a todos nutre y alcanza.

85 Y así va Martín entre los pobres, y así va Martín entre los ricos,

86 en la sencillez del día a día enseñando a amar a Cristo.

87 Con las flores del corazón por medio de María.
AMÉN


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