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Enséñame, Señor, a amar como tú me has amado, con la misma pasión que guio siempre tus pasos, siendo más gratuito, más amoroso, más descentrado, más atento a las necesidades de quienes viven a mi lado. a no dejarme arrastrar por los instintos más primarios y consiga que mi mundo interior esté sereno y pacificado para que salga de él todo el bien que tú has sembrado y pueda contrarrestar el mal con el que me voy encontrando. Ayúdame, Señor, a no cerrarme a tu propuesta que apunta a lo más alto, sin responder ofendiendo a quien me ha hecho daño, sin guardar rencor, haciendo que la espiral de violencia no se vaya agrandando, sin buscar recompensa en el servicio prestado. a caminar por la senda que tú me has indicado. Perdón, Señor… Por mis agresividades y mis deseos de venganza. Por fomentar divisiones y absolutizar las mediaciones humanas. Por crear muros y barreras, por alimentar discordias y distancias. Por no dejar que tu mensaje vaya calando poco a poco en mis entrañas. ************************ Desde nuestra pobreza, te pedimos, Señor… valentía para que la Iglesia no deje de anunciar la radicalidad de tu mensaje. mirada profunda para discernir los signos de los tiempos donde tú quieres mostrarte. escucha atenta para acompañar el dolor de quienes sufren tantas situaciones insoportables. lucidez para saber distinguir lo accesorio de lo importante. capacidad de amar a quien no quiere nadie. fortaleza para los que luchan para que la paz sea una realidad palpable. empeño en los gobernantes para que elaboren leyes justas donde todos seamos iguales. sabiduría para que nuestro corazón tenga una sensibilidad cada vez más grande. ¡Siento que a veces me pides mucho, Señor! Sonreír a quien invade y desorganiza mi vida, perdonar a quien con sus hechos y con sus palabras me odia, ayudar a quien un día y otro pasa de mí y recordar a quien me olvidó un mal día... Amar a quien tal vez nunca me amó, abrazar al que lleva tiempo rechazándome, llorar con quien nunca encontré consuelo en el dolor... Porque yo quiero ser tu discípulo... Ayúdame a estar en comunión permanente contigo. Ayúdame a entender que solo el perdón es capaz de regenerar la vida de los seres humanos; que mi parecido contigo se mide en dosis de perdón y en capacidad de aceptación del hermano, tal como es. No permitas que ningún hermano desaparezca de mi mente y de mi vida. Tu llamada a la santidad halla eco hoy en mi corazón: «Quiero ser mejor, porque tú eres bueno; quiero ser santo, porque tú eres santo». Ayuda, Señor, nuestra debilidad e impulsa con tu amor nuestra esperanza, para «que seamos buenos, como Tú, Padre, eres bueno». [I.L.] 7º Dom. T. O. Ciclo A Lo importante es amar TU MISERICORDIA. SALOMÉ ARRICIBITA ROMPER LA ESPIRAL DE LA AGRESIVIDAD. Jesús hoy me invita a reflexionar sobre las situaciones de desencuentro, de conflicto, de problemas que surgen en mis relaciones. ¿Cómo reacciono ante quien me hace mal, ante quien me agravia, ante quien responde de manera distinta a como yo espero? Lo más natural, lo que primero “me sale” son las respuestas instintivas, aquellas que van unidas a la autodefensa, sino van acompañadas, muchas veces, con rencor, resentimiento o deseos de venganza… Jesús, una vez más, me sugiere otro camino para actuar: no vengarme, sino perdonar; no buscar enfrentamientos, sino conciliar; no desentenderme, sino ayudar. Necesito “injertarme” en Jesús, dejarme configurar por él para que mi vida no esté dominada por lo instintivo, sino regida por el Dios Amor. Hacer el esfuerzo de querer “vivir según él” y no según mis impulsos más primarios. Puedo hacer un rato de reflexión y de oración poniendo delante de Dios las situaciones conflictivas que se han dado o se están dando en mis relaciones y ser consciente desde dónde y cómo estoy respondiendo. ¿Cómo es mi nivel de impulsividad y agresividad ante lo que me descontrola y desconcierta? LO IMPORTANTE ES AMAR. La propuesta de Jesús es todavía más radical y llega hasta el extremo: amar al enemigo. Es, seguramente, la aportación más genuina del cristianismo. La más difícil de entender desde nuestra lógica. Y la más complicada de asumir y vivir. Es donde mejor se percibe la “actuación sobreabundante” que caracteriza a nuestro Dios. Si la lógica humana es la “simetría” en las relaciones (te doy porque me das, te amo porque me haces bien, te aparto porque no me das, te odio porque me hace mal…), la lógica de Jesús rompe esa estructura, la desborda, la sobrepasa: al mal y a la injusticia se le “combate” con la fuerza de la bondad, la misericordia y el perdón. ¿El motivo? Porque Dios es así: ama incondicionalmente y no se cansa de perdonar. Para Jesús lo importante es amar: ser mediadores de encuentros y de reconciliación, instrumentos al servicio de la serenidad, el entendimiento y la paz en medio de la crispación y la agresividad general. Y eso sólo se logra si mi mundo interior está pacificado, si mis sentimientos y deseos están correctamente ordenados, si el amor es la base en la que estoy asentado. DESARROLLAR LO QUE EN MÍ ESTÁ SEMBRADO. Sed como Dios, nos dice Jesús. ¿En qué hemos de imitarle para ir perfeccionándonos? En su misericordia, en su bondad, en su paciencia, en su comprensión, en su amor. Se tratar de llegar a ser aquello que ya está en germen sembrado en mí, sacar lo bueno que Dios me ha dado, desarrollar lo que es una posibilidad, hacer crecer lo que ya está plantado. Por tanto, es una invitación a descubrir y ser consciente de lo bueno que hay en mi interior. Y dejar que salga, que fluya, que se extienda en todos los ambientes donde estoy presente. Lo importante es que me preocupe de dar lo mejor de mí mismo, sin pararme a pensar a quien puede llegar: como la lluvia que cae para todos o el sol que no deja de calentar o la rosa que ofrece siempre su perfume incluso a quien se acerca y la quiere cortar…. También tiene que ver con ir alimentando todo aquello que genera la energía para entregarme a los demás. De aquello que me nutro mi vida es lo que va a marcar mi manera de actuar. Cada vez que pongo amor en medio de odios y divisiones; cada vez que siembro paz en lugar de rencores, cada vez que voy venciendo resistencias y temores… empieza a dar fruto el Reino y nos vamos haciendo mejores.
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Lectura del libro del Levítico
Salmo 102, R/. El Señor es compasivo y misericordioso V/. Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. R/. V/. Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura. R/. V/. El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia. No nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas. R/. V/. Como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos. Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por los que lo temen. R/. Lectura del libro del Levítico (19, ): EL Señor habló así a Moisés: «Di a la comunidad de los hijos de Israel: “Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo. No odiarás de corazón a tu hermano, pero reprenderás a tu prójimo, para que no cargues tú con su pecado. No te vengarás de los hijos de tu pueblo ni les guardarás rencor, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor”».
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Lectura del santo evangelio según san Mateo
(5,38-48): En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas. Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto». Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (3,16-23): Hermanos: ¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: y ese templo sois vosotros. Que nadie se engañe. Si alguno de vosotros se cree sabio en este mundo, que se haga necio para llegar a ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios, como está escrito: «Él caza a los sabios en su astucia». Y también: «El Señor penetra los pensamientos de los sabios y conoce que son vanos». Así, pues, que nadie se gloríe en los hombres, pues todo es vuestro: Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo futuro. Todo es vuestro, vosotros de Cristo y Cristo de Dios.
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