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Publicada porAgustín Arroyo Molina Modificado hace 8 años
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Nuestra existencia es pasajera, no definitiva. Es el tiempo de sembrar, de cultivar, de podar... de construir el Reino. Lucas 16, 1-13 XXV Tiempo Ordinario –C- 23 de septiembre de 2007
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1 Decía también a sus discípulos: –Había un hombre rico que tenía un administrador, a quien acusaron ante su amo de malversar sus bienes. 2 El amo lo llamó y le dijo: «¿Qué es lo que oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administración, porque no vas a poder seguir desempeñando ese cargo». 3 El administrador se puso a pensar: «¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita la administración? Cavar ya no puedo; pedir limosna me da vergüenza. 4 Ya sé lo que voy a hacer para que alguien me reciba en su casa, cuando me quiten la administración». Todo lo que tenemos y hacemos es provisional y encaminado hacia la Vida Definitiva y realmente importante. El presente no tenemos que despreciarlo ni tenerlo por definitivo. El Reino se construye día a día y es para siempre.
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5 Entonces llamó a todos los deudores de su amo y dijo al primero: «¿Cuánto debes a mi amo?». 6 Le contestó: «Cien barriles de aceite». Y él le dijo: «Toma tu recibo, siéntate y escribe en seguida cincuenta». 7 A otro le dijo: «Y tú, ¿cuánto debes?». Le contestó: «Cien sacos de trigo». Él le dijo: «Toma tu recibo y escribe ochenta». 8 Y el amo alabó a aquel administrador inicuo, porque había obrado sagazmente. Y es que los que pertenecen a este mundo son más sagaces con su propia gente que los que pertenecen a la luz. Jesús nos está dando sus bienes continuamente. El uso que hagamos de ellos dependerá de lo que queramos alcanzar. En este caso, lo imitable es la decisión, capacidad y habilidad para utilizar los medios de que se dispone para poder superar las dificultades que se presenten. ¿Tenemos para las cosas del espíritu el mismo interés que para los asuntos económicos, profesionales, sociales.... de nuestra vida?
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9 Así que os digo: Haceos amigos con los bienes de este mundo. Así, cuando tengáis que dejarlos, os recibirán en las moradas eternas. 10 El que es de fiar en lo poco, lo es también en lo mucho. Y el que es injusto en lo poco, lo es también en lo mucho. 11 Pues si no fuisteis de fiar en los bienes de este mundo, ¿quién os confiará el verdadero bien? 12 Y si no fuisteis de fiar administrando bienes ajenos, ¿quién os confiará lo que es vuestro? Es positivo ser imaginativ@s y tener capacidad de hacer amig@s entre todo tipo de personas, crear el ambiente adecuado para anunciar y transmitir la Buena Noticia con alegría, apertura, cercanía, ánimo e ilusión. La espiritualidad de Jesús no es de renuncia y huida, sino de inversión inteligente de cara al Futuro.
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13 Ningún criado puede servir a dos amos, pues odiará a uno y amará a otro, o será fiel a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero. Generalmente quien tiene dinero es poseíd@ por lo que posee, está tentad@ a querer tener cada vez más, a explotar a l@s demás. El dinero es un ídolo causante de muchas injusticias y violencias. El planteamiento tiene que ser radical. Quien quiera ser cristian@ tiene que escoger entre servir a Dios o ser esclav@ del dinero, sabiendo que ambas actitudes son incompatibles.
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¿ Somos pobres? Vivimos en una sociedad con más medios y comodidades que el 80% de la humanidad. ¿Nos hemos convencido de que podemos servir a Dios sin cambiar nada de nuestro nivel de vida, mientras tantas personas mueren de hambre en el mundo? ¿Preferimos remediar la necesidad ajena a guardar el dinero en el banco? ¿Creemos que estamos construyendo el Reino? ¿Servimos a dos señores?
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Estamos sedient@s pero acudimos a otras fuentes a saciarnos: sus anuncios nos regalan la “felicidad” en una bandeja y volvemos a ellos una y otra vez. Tenemos sed de Justicia, pero tratamos de calmarla dando un vistoso donativo de vez en cuando. Tenemos sed de un mundo más igualitario, pero se nos quita al llegar las vacaciones y hacer bellos planes de viajar para “dorar” la piel en exóticos lugares en los que gastar tanto, es una indudable ofensa para tantos y tantas pobres. Tenemos sed de compartir, pero, cuando organizamos fastuosos banquetes – en comuniones, bodas....- o preparamos la fiesta de Navidad, en nuestras mesas se despilfarra, se desaprovecha y se tira y después, lo justificamos todo porque eso sabemos hacerlo muy bien. Tenemos sed de perdón y paz, pero armamos un lío tremendo por cualquier tontería y guardamos viejas deudas. nos sigue costando mucho perdonar y olvidar. Tenemos sed, Señor, pero, como ves, se nos nota poco. Danos sed. Haz que pasemos auténtica sed, para que hablemos menos y aprendamos a ser más coherentes. (Juanjo Elezkano)
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