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Publicada porCésar Soto Romero Modificado hace 8 años
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LA FE, COMO PROYECTO DE VIDA
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EJEMPLOS EXTRAORDINARIOS DE UNA VIDA DE FE La Biblia nos ofrece el ejemplo de dos personas extraordinarias que muestran cómo se puede avanzar, con la ayuda de Dios, en el camino de la fe: Abraham al comienzo de la historia de la Revelación y, por consiguiente, de la fe, y María, la plenitud de los tiempos. ABRAHAM Abraham vino a ser el “padre de todos los creyentes” (Rm 4, 11). Abraham no ve: se dirige hacia una tierra que no conoce (Gn 12, 1). Sigue a Dios, tal como Él quiere y adonde Él ha determinado (Hb 11, 8). La fe le lleva también a una actitud de íntimo abandono en Dios (Gn 11,30). Abraham sigue con firmeza y perseverancia las indicaciones divinas, incluso cuando Dios le manda que sacrifique a Isaac (Hb 11, 17). El sacrificio de Abraham. El Veronés. Museo del Prado
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MARÍA A la plenitud de la Revelación, que se alcanza en Cristo, corresponde una plenitud en la respuesta de la fe: se da en María, la Madre del Redentor. CCE 148 María acoge, con plena confianza, el anuncio y la promesa que le trae el ángel Gabriel. Se abandona, como Abraham, en la omnipotencia divina. (Redemptoris Mater,18) María vive constantemente disponible para realizar los planes divinos. Acompaña fielmente a Jesús durante toda su existencia terrena y hasta la cruz. PF 13 Anunciación Colección privada. Duques de Osuna Francisco de Goya Sólo a quien se siente auténticamente libre, no le molesta ser “esclava”.
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María, obedeciendo, se convirtió en causa de la salvación para sí misma y para todo el género humano (San Ireneo, Adversus haereses, III, 22, 4). Con su fiat, ha cambiado su existencia personal y la de todos nosotros. Vemos en ella que la fe es un saber intrínsecamente operativo: lleva a cambiar el mundo y, con la gracia de Dios, se muestra en obras que son auténticamente liberadoras, para si mismo y para los demás hombres. La Iglesia venera en María la realización más perfecta de la obediencia en la fe. CCE 144, 149. La Virgen del Magnificat Galería de los Uffizi. Florencia Sandro Botticcelli
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CREO EN TI La fe implica un “riesgo”, significa abandonar antiguas seguridades e implica un cambio radical de conducta. Este cambio es posible porque el creyente no cuenta sólo con sus propias fuerzas. Se entrega a Dios y pone toda su confianza en Él. EL PODER TRANSFORMADOR DE LA FE Vosotros que honráis al Señor y escucháis la voz de su siervo: si camináis en la oscuridad, sin un rayo de luz, poned vuestra confianza en el Señor; apoyaos en vuestro Dios. (Is 50, 10) El creyente quiere conocer y amar cada vez más a Dios. San Agustín: nos creaste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti (Confesiones 1, 1). El Angelus Museo de Orsay. París Jean François Millet
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FE CON OBRAS El divorcio entre la fe que se profesa y la vida cotidiana de muchos se ha de contar entre los más graves errores de nuestro tiempo. GS 43 La vida de fe es una vida de amor con Cristo. Su intimidad nos lleva a su imitación. Así, el cristiano es llamado a expresar su amor a los hombres, en actos de comprensión, solidaridad y servicio abnegado. La fe obra por la caridad (Ga 5, 6). Para crecer en la fe es necesario vivir coherente con lo que Dios nos dice en la Revelación (I Co 2, 11-16). La gracia transforma al creyente como nos ha mostrado María. Ciencia y caridad Museo Picasso de Barcelona Pablo Ruiz Picasso
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CREO - CREEMOS LA DIMENSIÓN ECLESIAL DE LA FE La fe es un acto personal, pero no aislado. Hace que la persona salga de sí misma y entre en la Iglesia, que es la gran comunidad de los creyentes. El Dios Uno y Trino quiere que no sólo digamos creo, sino también creemos. En el Símbolo de los Apóstoles se dice creo, en el Símbolo de Nicea-Constantinopla se confiesa creemos. Las dos fórmulas se complementan (CCE 167). Creo significa que la fe es una opción libre, responsable e intransferible de cada hombre. Creemos expresa que nadie puede creer por sí solo. El hombre no encuentra por sí mismo la Revelación de Dios, como si se tratara de un hallazgo que es resultado de su búsqueda individual, sino que la recibe en el seno de la comunidad de los creyentes. Icono conmemorativo del Primer Concilio de Nicea
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Creer es un acto eclesial. La fe de la Iglesia precede, engendra, conduce y alimenta nuestra fe. CCE 181 La Iglesia es Madre porque es a la Iglesia a la que debemos la vida de la gracia y es ella la que nos acoge y alimenta en la fe (Ga 4, 26). Como Madre nuestra es, al mismo tiempo, maestra de la fe. De ella aprendemos el “lenguaje” cristiano, que tenemos que encarnar y vivir en nuestras propias experiencias. Éstas han de juzgarse a la luz de lo que nos han transmitido los cristianos de todos los tiempos y lugares, por lo que nos enseña la entera comunidad de los creyentes. Gracias a la fe, nos unimos a los Apóstoles, a los Padres de la Iglesia, a los misioneros y mártires y a los santos de todos los siglos. Basílica de San Pedro
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Nadie se ha dado a sí mismo la fe: cada uno la ha recibido de quienes han creído antes que él. Asimismo, nadie puede guardar la fe para sí solo. Cada uno de los cristianos es un eslabón en la gran cadena de los creyentes. Cada uno es sostenido en su fe por todos aquellos que creen juntamente con él. Un cristiano solo no es cristiano. Cada uno está necesitado de la comunidad de los creyentes, y cada uno es, a su vez, responsable de esta comunidad. El Bautismo Fondazione Querini Stampalia, Venecia Pietro Falca Longhi
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EL TESTIMONIO DE LA VIDA Cada cristiano es llamado a ser testigo del amor y de la misericordia de Dios y a entregar su vida en servicio de los demás. Su modelo es Cristo, que nos ha revelado el misterio divino más profundo: Dios es aquel que se entrega sin reservas ni medidas, “hasta el fin” (Jn 13, 1). Nos invita a hacer lo mismo. Al vivir su fe, el cristiano no sólo construye su propia existencia, sino que, al mismo tiempo, edifica la comunidad de los creyentes. San Francisco de Javier
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El 21/XI/1964, Pablo VI proclamó a María “Madre de la Iglesia”. En su discurso de clausura de la tercera sesión del Concilio Vaticano II afirmó: Por ser Madre de Aquel que desde el primer instante de la encarnación en su seno virginal se constituyó en Cabeza de su Cuerpo Místico que es la Iglesia... María, pues, como Madre de Cristo, es también Madre de los fieles y de los pastores; es decir, de la Iglesia.
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Por la fe, María acogió la palabra del Ángel y creyó en el anuncio de que sería la Madre de Dios en la obediencia de su entrega (...) Con la misma fe siguió al Señor en su predicación y permaneció con él hasta el Calvario (...). Con fe, María saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, (...) los transmitió a los Doce, (...). Por la fe, los Apóstoles dejaron todo para seguir al Maestro (...). Creyeron en las palabras con las que anunciaba el Reino de Dios, (...). Por la fe, fueron por el mundo entero, (...). Por la fe, los discípulos formaron la primera comunidad (...). Por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio, (...). Por la fe, hombres y mujeres han consagrado su vida a Cristo, (...). Por la fe, muchos cristianos han promovido acciones en favor de la justicia, (...). Por la fe, hombres y mujeres de toda edad, (...), han confesado a lo largo de los siglos la belleza de seguir al Señor Jesús allí donde se les llamaba a dar testimonio de su ser cristianos (...). También nosotros vivimos por la fe: para el reconocimiento vivo del Señor Jesús, presente en nuestras vidas y en la historia. PF 13
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