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Publicada porElisa Gutiérrez Nieto Modificado hace 8 años
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SAN JUAN MARÍA VIANNEY Santo Cura de Ars SAN JUAN MARÍA VIANNEY Santo Cura de Ars 1786-1859 Fiesta: 4 de agosto Patrono de todos los sacerdotes del mundo
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VIDEOS sobre la vida del Santo Cura de Ars https://www.youtube.com/watch?v=C6iYBrOFDDM https://www.youtube.com/watch?v=JfTqrJPTSUU https://www.youtube.com/watch?v=NEnL_AutBsg Imitar su fidelidad: https://www.youtube.com/watch?v=uYft2unVlg0
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Época de la Revolución Francesa 1793: La guillotina no descansaba. La ley mandaba que todo sacerdote prestara el juramento constitucional. Si no lo hacía, se exponía a ser encarcelado y muerto. Quien los denunciara recibiría una buena recompensa, y quien les diera asilo, un ejemplar castigo. La familia Vianney ayudó a los sacerdotes fieles a la Iglesia. Juan María tenía 7 años, y fue testigo de la generosidad y valentía de sus padres.
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Años de pastor y labriego Hasta los 19 años Juan María Vianney llevó vida de campesino. A los 13 años, hizo su Primera Comunión, preparado por sacerdotes que realizaban su labor clandestinamente. Desde pequeño se le veía sensible a la piedad.
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Primer contacto con estudios eclesiásticos En 1803, llega a Ecully, cerca de donde vivía la familia Vianney. El párroco, Rdo. Balley, funda una escuela para aspirantes al sacerdocio. Juan María tenía 19 años. Hubo necesidad de cierto forcejeo, por falta de cupo, pero fue admitido.
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Dificultades Aunque era aplicado en el estudio, no adelantaba. Le comunicó al Rdo. Balley su decisión de volverse a su casa. Este le habló de la grandeza del sacerdocio y de la importancia de salvar almas. Después de una peregrinación a pie, al santuario de Louvesc, a unos 100 km. de su pueblo, decidió seguir sus estudios.
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Servicio militar y deserción En 1809 Juan María fue llamado a filas. Tenía 24 años. Se alistó en el ejército, pero, por enfermedad, se rezagó de su regimiento. Un desertor lo llevó a un caserío, donde vivió con una familia. Juan María regresa a la aldea de Ecully y vive en la casa parroquial con el párroco Balley, su protector, y presta allí servicios varios.
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Siguen las dificultades En 1812, el Rdo. Balley envía a Juan María al Seminario Menor de Verrieres. Era una granja adaptada para los estudios sacerdotales, donde se alojaban más de 300 alumnos. Ese año Napoleón choca con los obispos de Francia, y muchos seminarios son cerrados. Vianney siguió sus estudios en aquel seminario clandestino.
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Seminario mayor: más dificultades No le había ido muy bien a Juan María en sus estudios. Pero el Rdo. Balley confiaba en él, y ayudó para su ingreso en el seminario mayor de Lyon. Su observancia en el seminario era perfecta, pero en sus estudios no avanzaba. Le pidieron que se retirara.
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Ordenación sacerdotal Juan María tenía ya 29 años. Estaba dispuesto a desistir de ser sacerdote. Pero el Rdo. Balley le dijo que debía continuar con sus estudios. Lo suspendieron, pero Balley insistió, y lo presentó como el menos instruido, pero el más virtuoso. Terminaron aceptándolo. Recibió la ordenación sacerdotal en el seminario de Grenoble, el 13 de agosto de 1815.
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Cura en Ars (1818) Ars tenía 230 habitantes. Al darle el encargo, le dijeron: “No hay mucho amor de Dios en esta parroquia; tú deberás introducirlo”. El cura de Ars estará allí 41 años.
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Sus penitencias Regaló a los pobres la cama y el colchón que encontró en su cuarto. Se azotaba con disciplinas. Eran golpes que sacaban sangre. Un feligrés lo vio muy débil, y el santo dijo: “es que no he comido nada en tres días”. Le regalaban pan, y él lo distribuía entre los pobres. Sobre los ayunos, decía: “lo que pone en bancarrota al demonio son las privaciones en el comer, beber y dormir”.
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Se recogen algunos testimonios y palabras del Santo Cura de Ars, con relación al ministerio sacerdotal.
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Sobre el sacerdocio “¿Qué es el sacerdote? Un hombre que ocupa la plaza de Dios, un hombre revestido de todos los poderes de Dios. Vamos –dice Nuestro Señor al sacerdote–, como mi Padre me ha enviado, yo os envío. Todo el poder me ha sido dado en el cielo y en la tierra. Ve a instruir a todas las naciones. Quien te escucha me escucha; quien te desprecia me desprecia”. ‘Nuestro cura -comentaba la gente-, hace todo lo que dice y practica lo que enseña; nunca le hemos visto tomar parte en ninguna diversión; su único placer es rogar a Dios; debe de haber en ello algún goce, puesto que él sabe encontrarlo; sigamos, pues, sus consejos; no desea sino nuestro bien’. Sobre todo, predicaba mucho con el ejemplo.
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Sobre el sacerdocio No se ahorró ningún esfuerzo a la hora de administrar cualquiera de los sacramentos. Dios necesitaba de su sacerdocio para hacer el bien a aquellas personas: “Las otras buenas obras de Dios no nos servirían de nada sin el sacerdote. ¿Para qué serviría una casa llena de oro, si no tenemos a nadie para que nos abra la puerta? Sin el sacerdote, la muerte y la pasión de Nuestro Señor no servirían de nada”.
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Sobre el sacerdocio “El sacerdote no es sacerdote para sí mismo. Él no se da la absolución. No se administra los sacramentos. No es para sí mismo, lo es para vosotros”. También acompañó, con la unción de los enfermos y la confesión, a todos en sus últimos momentos, sin importarle el clima, las horas o su estado de salud. Al ser solicitado su ministerio por una familia, calado hasta los huesos, temblando de fiebre, tuvieron que acostarle en la misma cama del enfermo. En esta postura le confesó. “Estaba más enfermo que el enfermo”.
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Sacramento de la Penitencia Amó la confesión, pero no la confesión en general, sino el perdón y la paz que podía llevar a cada alma en la confesión. Sabía por experiencia que la gracia tiene sus momentos; que puede pasar para no volver. Así, pues, cuando llegaba la ocasión no la desaprovechaba: cogía las almas al vuelo.
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Fue un “mártir de la confesión” Solía empezar a confesar a la una de la mañana. A esa hora, ya había gente haciendo cola. En un día podía estar confesando 16 o 18 horas. A pesar de todo, era tal la afluencia de penitentes, que éstos debían esperar para ser atendidos, hasta treinta, cincuenta y setenta horas. “Se ha dicho que el gran milagro del Cura de Ars era su confesonario, asediado día y noche” por los penitentes.
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Sacramento de la Penitencia En el confesionario hablaba de corazón a corazón, convencido de que “el sacerdote es como una madre”. Conmovía; le bastaban pocas palabras para dar el empujón definitivo que ayudaba, que elevaba, cuando los penitentes se sentían incapaces de confesar algunos hechos de sus vidas. Por lo demás, era muy expeditivo y exigía que lo fuesen.
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Sacramento de la Penitencia Cuando confesaba horas seguidas, le animaban a que descansase un rato. Siempre se resistió: “¡Qué mal estaría hacer esperar a estas pobres gentes que vienen de tan lejos, y pasan las noches esperando turno para confesarse! Si ya tuviese un pie en el Cielo y me dijesen que volviese a la tierra para trabajar en la conversión de un pecador, con gusto volvería. Y si para esto fuere menester estar aquí hasta el fin del mundo, levantarme a media noche y sufrir lo que ahora sufro, aceptaría de todo corazón.”
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Sagrada Eucaristía Lo central de su vida, como sacerdote, era celebrar la Misa. La Misa era lo más grande para él. Durante sus cuarenta años en Ars, antes de celebrar la misa se preparaba durante casi una hora de oración... ¡era tan grande lo que iba a realizar!: “Si uno tuviera suficiente fe, vería a Dios escondido en el sacerdote como una luz tras su fanal, como un vino mezclado con el agua”. “Hay que mirar al sacerdote, cuando está en el altar o en el púlpito, como si de Dios mismo se tratara”.
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Sagrada Eucaristía “¡Oh! ¡Qué cosa es el sacerdote! Si él se percatara de ello, moriría... Dios le obedece: dice dos palabras y nuestro Señor desciende del cielo. “¡No se comprenderá la dicha que hay en decir la misa más que en el cielo!” “El sacerdocio es el amor del Corazón de Jesús. Cuando veas al sacerdote, piensa en Nuestro Señor”.
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Sagrada Eucaristía · “Hijos míos, no hay nada tan grande como la Eucaristía. ¡Poned todas las buenas obras del mundo frente a una Comunión bien hecha: será como un grano de polvo delante de una montaña!” · “El que comulga se pierde en Dios como una gota de agua en el océano. No se les puede separar. Cuando acabamos de comulgar, si alguien nos dijera: ¿Qué lleva usted a su casa?, podríamos responder: Llevo el cielo. Saliendo de la mesa santa, somos tan felices como lo hubiesen sido los Reyes magos si hubiesen podido llevarse al Niño Jesús”.
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Sagrada Eucaristía Toda ocasión es buena para ir con la cabeza al sagrario. “Hijos, cuando os despertáis en la noche, transportaos rápidos en espíritu ante el tabernáculo, y decid a Nuestro Señor: Dios mío, aquí estás, vengo a adorarte, alabarte, bendecirte, darte las gracias, amarte, hacerte compañía con los ángeles”. Él era el primero en buscar la cercanía del sagrario para todo. Las predicaciones las preparaba delante del sagrario. Cuando predicaba se ponía muy cerca del sagrario. ¡Le daba seguridad estar físicamente al lado del sagrario!
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Sagrada Eucaristía En seguida llamó la atención a las personas del pueblo cómo celebraba misa su nuevo párroco. Les pareció de estatura mediocre y de porte un tanto tosco con su sotana de paño basto y su calzado de campesino. Pero al verle en el altar radiante, transfigurado, celebrando la misa con tanta reverencia y respeto, se dieron cuenta de que creía en lo que ocurría en cada misa: Tenemos una iglesia muy pobre, decía el alcalde; tenemos una iglesia muy pobre, pero tenemos un párroco santo.
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Santísima Virgen María “Pienso que en el fin del mundo la santa Virgen estará tranquila; pero mientras este mundo dure, Ella está como inquieta, pendiente de todo. La santa Virgen es como una madre que tiene muchos hijos, y continuamente está ocupada yendo de uno a otro”. Había amado a María desde niño. Una vez sacerdote, había trabajado con todas sus fuerzas para propagar su culto. “Un buen cristiano va siempre armado de su rosario. El mío nunca me deja”. A muchos de los hombres que se confesaban, les regalaba un rosario.
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