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Publicada porÓscar Moreno Araya Modificado hace 8 años
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Unidad 3
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Objetivo de la unidad: Profundizar en el conocimiento de la espiritualidad Ignaciana, mediante la lectura e investigación de documentos propios de la Compañía de Jesús. Para luego difundirlos en la comunidad.
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¿Dónde estamos? Presente ¿De dónde venimos? Pasado ¿Hacia dónde vamos? Futuro
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Luego de ser herido, San Ignacio siente una gran insatisfacción, tristeza y frustración debido a su vida anterior. Esto lo lleva al ENCUENTRO con Cristo. “¿Por qué no tratar de imitarles?” (a los Santos) se convierte para Ignacio en aguijón y en la inquietud que le lleva a una BÚSQUEDA sincera y honesta. Y es aquí donde se produce ese ENCUENTRO que ilumina los ojos, el corazón y la vida de Ignacio de Loyola.
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"El silencio te habla. Encuéntrate a ti mismo en el silencio. Ponte en marcha, al encuentro del silencio. Quien dice silencio, dice Ejercicios en retiro: oasis de paz, remanso de calma, alto en el camino. El silencio pacifica el alma, tonifica los nervios, sosiega el espíritu. Y hace hallar a Dios. El altavoz de Dios es el silencio. A eso vienes: a pasar unos días a solas contigo mismo y con Dios. A hacer Ejercicios” San Ignacio de Loyola.
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Orientación y constricción Decisión de salvación Generosidad con Jesucristo Intimidad con Jesucristo
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Centralidad en Cristo El discernimiento Situación: tiempo Lugar persona Magis Contemplativos en la acción Fundamento: para qué fuimos creados Actuar de cara al mundo
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En el comienzo de los Ejercicios Espirituales, nos pone frente a nuestro Señor Jesucristo, nuestro creador y Salvador (Cfr. EE, 6). Y esto nos conduce a los jesuitas y a toda la Compañía a ser “descentralizados”, a tener ante el “Cristo siempre mayor”, el “Deus semper maior”, la “intimior intimo meo”, que nos lleva continuamente fuera de nosotros mismos, nos lleva a una cierta kenosis, a “salir del propio amor, querer e interés” (EE, 189)
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“La centralidad de Cristo es la centralidad de la Iglesia: son dos fuegos que no se puede separar: no puedo seguir a Cristo si no en la Iglesia y con la Iglesia” Papa Francisco
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Es el proceso humano por el cual convertimos nuestras convicciones interiores en decisiones de vida, y buscamos hacerlo en coherencia, en continuidad con la voluntad de Dios apelando a ser coherentes con nuestras convicciones.
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Discernir (como lo entendió Ignacio) es optar y, en concreto, optar por el reinado de Dios. Aprender a vivir la vida haciendo opciones en la línea más humanizante y humanizadora. Discernir, supone un caudal de trabajo personal enorme. Supone escucharse internamente y tener pericia en captarse por dentro, animarse a entrar en el interior; aventurarse a estar a solas, al desnudo frente a Dios (al que Jesús nos ha mostrado). Discernir es experimentar y quedarse con lo mejor. Como que lo bueno, bueno es lo que toca fondo.
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Saber que ese Dios te habla al corazón y que te habla también y principalmente, desde la historia de dolor y resurrección que vive la humanidad. Que cuando lo escuchas es para darte fuerza para que colabores en que acaezca su Reinado.
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Ignacio de Loyola había enseñado a los jesuitas a que adaptasen sus instrucciones “según circunstancias de personas, tiempos y lugares Primero recibidos de Dios; luego, entregados a Dios mediante el servicio al prójimo. Formar ignacianamente para el amor consiste en liberar al otro para que llegue a darse según las necesidades de terceros
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La evangelización ignaciana consiste en liberar la generosidad del educando, mostrándole el camino hacia la entrega total de sí: “toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, todo mi haber y mi poseer.”
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Contemplar, escuchar, acompañar, apasionarse, ser compasivo, tomar aliento, pero a la vez movilizarse, actuar, luchar por la justicia, comprometerse con la realidad, con la gente, con la vida. Una tensión que nos presenta ante uno de los grandes retos de la vida: ¿Cómo encontrar a Dios en nuestro día a día, en lo cotidiano, en la vida y en la muerte, en nuestro sufrimiento y en el ajeno?
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“El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su alma; y las otras cosas sobre la faz de la tierra son creadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para el que es creado. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar de ellas, cuanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse de ellas, cuanto para ello le impidan. Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas creadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío, y no le está prohibido; en tal manera que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás, solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos creados.”
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AMDG: Estas letras significan en latín Ad Maiorem Dei Gloriam, que quiere decir: Para la mayor gloria de Dios. “Gloria Dei homo vivens”, La gloria de Dios radica en que la humanidad viva
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Magis quiere decir: más, lo mayor, lo mejor, pero respecto al servicio que se hace. Partiendo de un nivel en que se está – de crecimiento personal, de servicio etc.- se puede experimentar un avance sobre ello. Esto supone, por tanto, una dinámica interna pujante fruto de nuestra misma humanidad pero sobre todo, el impulso de la gracia. El magis, en nivel ya espiritual, se articula en las coordenadas del “sean misericordiosos como mi Padre es misericordioso” (Lc. 6,36), y de “el que cree en mí hará obras aún mayores” (Jn. 14,12). Pero sacando partido de un dinamismo humano previo
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En palabras de Ignacio: “Desearía, si Dios fuese servido, poder más de lo que puedo” (Cartas, 2, 411).
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