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la oración cristiana
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Elevación del alma a Dios
Dios sale al encuentro del alma Se establece: Una relación viva y personal de los hijos de Dios Con su Padre Con su hijo Jesucristo Con el Espíritu Santo.
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Existe una vocación universal a la oración. Dios por medio de la Creación llama a todo ser desde la nada. El hombre conserva el de- seo de Aquél que le ha lla- llamado a la existencia. Todas las re- ligiones dan testimonio de este deseo de Dios.
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Abraham es un modelo de oración porque camina en la presencia del Señor, le escucha y le obedece. Su oración es un combate de la fe. Aún en los momentos de prueba él continúa cre- yendo que Dios es fiel. Abraham se a- treve a interce- der con audaz confianza por los pecadores.
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La oración de Moisés es modelo de la oración contemplativa. Conversa frecuente – mente con Dios “cara a cara”. Intercede con tenaci – dad a favor de su pue. blo. Su oración prefigura la de Cristo Jesús.
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A la sombra de la mo- rada de Dios: El arca de Dios y más tarde el Templo. Se desarrolla la ora – ción del Pueblo de Dios, bajo la guía de sus pastores. David, el rey y pastor que ora por su pueblo. Su oración es adhesión a la promesa divina y plena de confianza y amor al Señor.
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Los profetas sacan de la oración luz y fuerza. Entran en una gran intimidad con Dios e interceden por los hermanos. Les anuncian cuánto Han visto y oído del Señor Elías es el padre de los profetas. El pueblo retor- na a su fe gracias a su Intervención en el Monte Carmelo.
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Los salmos son el vér- tice de la oración en el Antiguo Testamento. La Palabra de Dios se con- vierte en oración del hom- bre. Los salmos cantan las maravillas de Dios en la Creación y en la His- toria de Salvación.
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Los salmos son inspirados
por el Espíritu Santo. Cristo ha orado con los salmos y los ha llevado a su cumplimiento. Siguen siendo un elemen- to esencial y permanente de la oración de la Igle- sia. Se adaptan a los hombres de toda condición y tiempo.
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Conforme a su corazón de
hombre, Jesús aprendió a orar de su madre. De la tradición judía. Pero su oración brota de una fuente más secreta. Por ser el Hijo de Dios, diri- ge a su Padre la oración filial perfecta.
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El Evangelio muestra fre.
cuentemente a Jesús en oración. Lo vemos retirarse en sole- dad, preferentemente de noche. Ora antes de los momentos decisivos de su misión o de sus apóstoles. Toda la vida de Jesús es oración, pues está en constante comunión de amor con el Padre.
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La oración de Jesús en Get-
semaní y sus últimas pala- bras en la cruz revelan la profundización de su ora- ción filial. Jesús lleva a cumplimien- to el designio amoroso del Padre. Toma sobre si todas las angustiias de la humanidad. Todas las súplicas e intercesiones de la historia de Salvación.
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Las presenta al Padre quien las acoge y es-
cucha. Más allá de toda esperanza lo resucita de entre los muertos.
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Jesús nos enseña a orar con
El Padrenuestro y cuando él mismo ora. Además del contenido, nos enseña las disposiciones pa- ra orar: Pureza de corazón Búsqueda del Reino Perdón a los enemigos Confianza audaz y filial Vigilancia.
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Nuestra oración es eficaz
porque está unida me – diante la fe a la oración de Jesús. En Él la oración cristiana se convierte en comunión de amor con el Padre. Podemos presentar nues- tras peticiones a Dios y Ser escuchados.
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La Oración de María se caracteriza por su fe. Por la ofrenda generosa de todo su ser a Dios. María es l nueva Eva, “la madre de todos los vivien- tes. Ella ruega a Jesús, su Hijo, por las necesi- dades de los hombres.
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Su interseción en Caná de
Galilea. El Magnificat, Cántico de la Madre de Dios y de la Iglesia. Acción de gracias gozosa. Sube desde el corazón de los pobres. Su esperanza se realiza en el cumplimien- to de las promesas divinas.
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El libro de los Hechos De los Apóstoles nos narra: Que los creyentes de la primera comu- nidad de Jerusalén, educada por el Espíritu Santo: Acudía a las enseñanzas de los Apóstoles. A la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones.
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El Espíritu Santo, Maestro
interior de la Oración cris- tiana. Él es quien educa a la Iglesia en la vida de oración. La hace entrar en la contem- plación. En la unión con el misterio insondable de Cristo.
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Las formas esenciales de
la oración son: La bendición y la adora- ción La oración de petición y de intercesión La acción de gracias y la alabanza. La Eucaristía contiene y expresa todas las formas de la oración.
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La bendición es la res- puesta agradecida a los dones de Dios. Bendecimos al Todo- poderoso. Quien primeramente nos bendice y nos col- ma con sus dones.
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La adoración es la prosternación
del hombre, que se reconoce cria- tura ante su Creador tres veces Santo.
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La oración de petición puede adoptar di-
versas formas: Petición de perdón Súplica humilde y confiada por nuestras necesidades espirituales y materiales. Pero la primera realidad que debemos desear es la llegada del Reino de Dios.
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La intercesión consiste
en pedir a favor de otro. Nos une y conforma con la oración de Jesús, que intercede ante el Padre por nosotros. Jesús pide en especial por los pecadores. La intercesión debe extenderse también A los enemigos.
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La Iglesia da gracias a Dios incesante – mente. Sobre todo en la Eu- caristía. Cristo hace partícipe a la Iglesia de su acción de gracias al Padre. Todo acontecimiento se convierte en Motivo de acción de gracias para el cristiano.
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La alabanza es la forma de ora- ción que de ma- nera más direc-
ta reconoce que: Dios es Dios Es totalmente desinteresada. Canta a Dios por sí mismo y le da gloria por lo que Él es.
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Presentación en POWER-POINT
realizada por Violeta Vázquez para la oración cristiana
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