32º Dom. T. O. Ciclo B Más allá de las apariencias Quisiera un corazón bueno con el sabor del buen pan, que esté en la mesa de todos, que sólo sepa a fraternidad.

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Transcripción de la presentación:

32º Dom. T. O. Ciclo B Más allá de las apariencias Quisiera un corazón bueno con el sabor del buen pan, que esté en la mesa de todos, que sólo sepa a fraternidad. Dámelo, dame un nuevo corazón y en la palma de tu mano guárdalo y repártelo. Quisiera un corazón limpio como un pozo de verdad, que ni se cierre ni aturda, que no pretenda nunca engañar. Quisiera un corazón libre sin atarse y sin atar, que deje atrás lo que pesa, que nunca busque hacerse notar. Quisiera un corazón pobre que no intente acumular, que luche y tenga esperanza, que esté dispuesto siempre a arriesgar. [A.] Dudo si entregarme del todo, o a partes solo. Si merecerá la pena, o si me arrepienta. Si ganaré al cabo, o perderé lo ganado. Suelo calcular y razonar. Experto en el arte de disimular. Tibio y templado, siempre controlando. Y en mis dudas, me invitas, Señor, a mirar: los ojos humildes, la sonrisa sencilla, y la pobre figura de la dignidad, la valentía y la fortaleza, en la pobre viuda que pone en tus manos toda su vida. [J.V.]  CONFIANZA A TODA PRUEBA. Una mujer pobre y no judía (la viuda de Sarepta) se propone como modelo de conducta: alimenta al profeta de Dios con todo lo que tiene, sin reservarse nada fiándose de su Palabra. Ejemplo de sensibilidad, de apertura, de generosidad, de hospitalidad y confianza. Lo poco compartido no se acaba, crea comunión, abre a la esperanza. La fe se expresa en el amor y la entrega, en la donación discreta de las cosas más cotidianas. Se atreve a confiar cuando todo lo tenía en su contra y no ve salida alguna. Esta sencilla mujer me enseña a salir de mis comodidades, dejando que algo o alguien me desinstale, y así puedan surgir nuevas perspectivas, nuevas posibilidades. Que los miedos no maten la confianza, que las preocupaciones no me cierren a quien acude a mi puerta y llama. ¿He tenido alguna vez la experiencia de dar desde mi pobreza, de compartir lo poco que soy y tengo y salir “enriquecido”, transformado, encontrado un nuevo sentido a todo lo que hago? ¿He experimentado alguna vez que “cuanto más se da más se crece”?  APARIENCIAS QUE ENGAÑAN. Hay una mirada superficial que se queda en lo aparente y no ve lo importante. Se queda en lo externo y no se adentra lo interior de donde todo nace. La mirada de Jesús va orientada a la profundidad. Me detento en esa mirada de Jesús: no se deja llevar por lo llamativo, lo ostentoso, lo espectacular, lo que destaca, lo abundante… Su mirada se centra en lo pequeño, en lo sencillo, en lo que nadie se fija, en los detalles, en la insignificancia de un gesto hecho sin alarde… ¿En qué se centra mi mirada? ¿Hacia dónde se dirige? ¿Cómo aprender a mirar de la misma manera que lo hace Jesús? Le pido en la oración que eduque mi mirada para que sea como la suya. Contemplo la actitud de la viuda: la profundidad de su gesto, la actitud de sinceridad, la despreocupación de sí misma, la generosidad hecha en lo oculto y en el silencio. ¿De dónde le brotará ese modo de actuar? ¿Cuál será su secreto de donde surge ese ejemplar comportamiento? Puedo hacer el esfuerzo de descubrir y agradecer el comportamiento de tanta gente sencilla que con su generosidad constante y desconocida van creando ambientes diferentes y relaciones nuevas que enriquecen y hacen más viva la convivencia.  COMPARTIR SIN CALCULAR. Lo pequeño, lo cotidiano, lo que no tiene publicidad, lo que pasa desapercibido. Todo lo que hacemos por otros sin esperar agradecimiento o respuesta... sólo por el otro, hacia los demás... Eso es lo que cambia el mundo de manera callada pero firme y esencial... ¿Cómo es mi entrega? ¿calculada? ¿sin reservas? ¿dando “las sobras”? ¿Compartiendo lo que me cuesta? ¿Mi generosidad se fija más en las necesidades ajenas que en el “sentirme bien” por ayudar?¿Doy cosas pero rehúyo la ayuda y el contacto personal? ¿Soy capaz de dar parte de mi tiempo y mis talentos a quien me pueda necesitar? Toma, Señor, mi vida, acepta mi entrega, hazme generoso, aléjame de la autosuficiencia. Enséñame a desterrar todo rastro de apariencia y las máscaras que me pongo para ocultar mi cara más auténtica. Purifica mis deseos, dame una mirada atenta para saber descubrir lo que realmente merece la pena, para valorar y agradecer los gestos anónimos de tanta gente buena. Hazme sencillo y confiado, que nunca dude de tu presencia. En la escucha de la Palabra quiero hallar la luz y la fuerza. Caminaré sin miedo sabiendo que tú estás cerca. Ayúdame a desprenderme de tantas cosas superfluas que me hacen dependiente, me limitan y me encadenan. En lo poco y lo pequeño me ofreceré sin buscar recompensa. Estoy atento, Señor, para recibirte cuando llames a mi puerta. Gustad y ved. Salomé Arricibita Ayúdanos a mirar con el corazón… -a tantas personas sencillas que hacen el bien sin darse importancia y sin que casi nadie se dé cuenta. -al trabajo callado de quien se entrega desinteresadamente sin esperar que nadie se lo agradezca. -a los pequeños gestos que hacen más agradable la convivencia. -a quienes entregan su tiempo y sus bienes para crear una sociedad nueva. -a quienes están implicados en las asociaciones y grupo que luchan por la solidaridad y la justicia; que les apoyemos en esta tarea. -a quienes no son valorados, reconocidos y respetados en sus derechos, a los que en la sociedad no cuentan. Que sepamos no olvidarlos y sentirlos cerca. -a quienes en la vida sufren pruebas diversas. Que les acompañemos con ayuda fraterna. -a nuestros seres queridos para valorar y agradecer todo lo que nos enseñan.

Lectura del primer libro de los Reyes (17,10-16): En aquellos días, el profeta Elías se puso en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí una viuda que recogía leña. La llamó y le dijo: «Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para que beba.» Mientras iba a buscarla, le gritó: «Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan.» Respondió ella: «Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda sólo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos.» Respondió Elías: «No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: "La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra."» Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo. Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agotó, como lo había dicho el Señor por medio de Elías.

Salmo 145,7.8-9a.9bc-10 R/. Alaba, alma mía, al Señor Que mantiene su fidelidad perpetuamente, que hace justicia a los oprimidos, que da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos. R/. El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos, el Señor guarda a los peregrinos. R/. Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, tu Dios, Sión, de edad en edad. R/. Lectura de la carta a los Hebreos (9,24-28): Cristo ha entrado no en un santuario construido por hombres imagen del auténtico, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros. Tampoco se ofrece a sí mismo muchas veces como el sumo sacerdote, que entraba en el santuario todos los años y ofrecía sangre ajena; si hubiese sido así, tendría que haber padecido muchas veces, desde el principio del mundo. De hecho, él se ha manifestado una sola vez, al final de la historia, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo. Por cuanto el destino de los hombres es morir una sola vez. Y después de la muerte, el juicio. De la misma manera, Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos. La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado, a los que lo esperan, para salvarlos.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (12,38-44): En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.» Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»