Primero escuchó la palabra de Dios y la guardó en su corazón.
Escuchemos su palabra con el corazón.
Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.
Tus preceptos son mi herencia perpetua, La alegría de mi corazón; Inclino mi corazón a cumplir tus leyes Siempre y cabalmente.
María no permanece pasiva; su actitud de docilidad la convierte en colaboradora activa de la Encarnación del Hijo de Dios.
En su amor y nuestro amor forjó una patria.
La Madre que en su amor nos quiere como “al hijo mío muy pequeño”.
Dulce Corazón de María, sed la salvación mía.