que por estas palabras: “Tomad y comed…” está verdadera- mente el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que nos da su amor, su paz. Desde siempre la Iglesia.

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Transcripción de la presentación:

que por estas palabras: “Tomad y comed…” está verdadera- mente el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que nos da su amor, su paz. Desde siempre la Iglesia entera, a través de todos los siglos, ha creído esta gran verdad:

San Juan Crisóstomo dice sobre las palabras de Jesús: «Su palabra es indefectible, mientras que nuestros sentidos se dejan engañar fácilmente. Él ha dicho: «Esto es mi cuerpo... Aceptemos y creamos. Muchos nos dicen: «¡Querría ver su cuerpo, su alma, sus vestidos, su calzado! Pero helo aquí, tú lo ves, lo tocas, lo comes. Tu deseas sólo ver sus vestidos: pero él mismo se te da a ti no sólo para ser visto, sino para que tú lo toques, lo comas y lo recibas en ti».

Decimos que su presencia es real, no como si fuese la única presencia. Jesús está también en los pobres, en los enfermos, en los que oran, en los otros sacramentos. Por eso el estar “realmente” en la Eucaristía no es de forma exclusiva sino por excelencia: totalmente presente.

Así ya lo entendía san Pablo cuando decía: “Quien come el pan y bebe el cáliz del Señor indignamente, es reo del cuerpo y la sangre de Cristo”. Nos dice que ahí está verdaderamente el Cuerpo y la Sangre del Señor. Parece ser que algunos se sentían ya seguros por el hecho de recibir materialmente la comunión. San Pablo recuerda que hay que recibirle dignamente.

Todo el culto católico, toda la liturgia y toda la vida de la Iglesia está íntima y perpetuamente entrelazada con esta gran verdad, de modo que sin la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía toda la vida de la Iglesia habría sido un sueño, una fantasía y un absurdo.

Hay muchos testimonios en los escritos de los santos Padres. San Ignacio de Antioquía, por el año 107, les decía a los fieles de Filadelfia: «Tened, pues, buen cuidado de no celebrar más que una sola eucaristía, porque una sola es la carne de nuestro Señor Jesucristo, y uno solo el cáliz para la reunión de su sangre, y uno solo el altar, y de la misma manera hay un solo obispo con los presbíteros y diáconos». Y lo decía porque ya algunos se separaban de la Iglesia por no ser fieles a la presencia real de Cristo.

Por aquel tiempo estaban en contra los docetas, llamados así porque todo lo relativo a Jesucristo decían que era apariencia, no realidad. Contra estos y otros herejes se distinguieron: San Ireneo, principalmente en su obra “Contra los herejes”. Luego san Justino, Tertuliano, san Cipriano, san Efrén.

San Cirilo de Jerusalén preguntaba: “¿Quién se atreverá a dudar?” Pues siempre había algunos demasiado “atrevidos”. Después san Agustín reúne las tendencias opuestas a la verdadera fe para refutarlas. Nos invita a adorar a Cristo en la Eucaristía, porque está realmente presente.

Nosotros podemos dar el testimonio de fe, cuando después de la consagración se nos diga: “Este es el sacramento de nuestra fe”. Y podamos decir llenos de entusiasmo:

Automático

Ven, Señor Jesús. Hacer CLICK

Pero cuando más claro ha expuesto la Iglesia la verdad de la presencia eucarística de Jesús es cuando ha habido herejías que se han propagado, como fue en la Edad Media. En el siglo XI Berengario, sacerdote, decía que en la Eucaristía estaba Jesús sólo en espíritu. Era un hombre inteligente que convenció a muchos con su teoría.

Entonces la Iglesia, especialmente los teólogos estudiaron más profundamente lo referente a este augusto sacramento. De una manera especial, ya en el siglo 13, la presencia de Jesús se hizo más popular con la fiesta del “Corpus” y con los himnos de santo Tomás de Aquino como el Tantum ergo. La definición plena del dogma vendría con el concilio de Trento.

No eran todos los protestantes: Lutero no lo negó. Así que el concilio que se había reunidos unos años antes, trató todo lo referente a la Eucaristía. La proclamación de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía en el concilio de Trento fue el año La ocasión fue que gran parte de los protestantes negaban esta presencia de Jesús.

Dice así el concilio de Trento: Can. 4. Si alguno dijere que, acabada la consagración, no está el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo en el admirable sacramento de la Eucaristía, sino sólo en el uso, al ser recibido, pero no antes o después, y que en las hostias o partículas consagradas que sobran o se reservan después de la comunión, no permanece el verdadero cuerpo del Señor, sea anatema.

En la Eucaristía está de forma más real y más esencial. Por todo ello nosotros tenemos que hacer este acto profundo de fe creyendo lo que no vemos, pero creyendo en la palabra infalible de Jesucristo y de su Iglesia depositaria de las verdades de la fe. Hay algunos que comparan la presencia de Cristo en la Eucaristía como cuando Jesús dijo que estaría en los pobres. Pero no es igual:

a los que estaban acostumbrados los apóstoles, donde la sangre de animales era símbolo de otra inmensamente superior. Los apóstoles lo entendieron en sentido real. Cuando Jesús instituyó la Eucaristía no dijo: Esto significa mi cuerpo, sino: esto es mi cuerpo. Y cuando dijo: “esta es mi sangre”, no era como en los sacrificios del Ant. Testamento,

Esto lo debemos tener en cuenta, pues los apóstoles no eran hombres raros, que vieran en todo símbolos, sino eran hombres sanos y sencillos, acostumbrados a ver la realidad de las cosas que se ofrecen o se están presentando. Y eso es lo que Dios quiere de nosotros: que veamos en el Santísimo sacramento al Señor que está con nosotros de una manera más real que en otras presencias.

Automático

su palabra es camino y verdad,

Por nosotros, camino; por nosotros, verdad.

Él con nosotros está.

como hijos que comparten su pan,

Con nosotros está el Señor, con nosotros.

su palabra es camino y verdad,

Hacer CLICK

En la historia de la Iglesia se han producido muchos milagros verdaderos que manifiestan esta gran verdad de la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Si no nos convencen mucho las palabras de la Iglesia y de los santos Padres, tenemos estas realidades vivientes.

Milagro de Lanciano. Es el milagro más antiguo científicamente comprobado y es además un milagro permanente. Era por el año 750 cuando un sacerdote dudaba sobre la presencia real en la Eucaristía y le pedía luz a Dios de una manera muy confiada. Vio que la hostia se convertía en carne y el vino en sangre.

Lo extraordinario es que, después de más de 1200 años, aquello es carne científicamente comprobado varias veces. Y la sangre es verdadera sangre, aunque coagulada. Es carne del corazón y pertenece al mismo tipo sanguíneo que la sangre: AB, que es lo más normal en tierras de Jesús. Aunque parece seco, claramente está vivo. De los cinco coágulos de la sangre, pesa lo mismo uno solo que los cinco juntos.

Milagro de Daroca, provincia de Zaragoza en España. Era el año Estaban en guerra los moros y cristianos. Los jefes cristianos pensaban comulgar. Por ello el sacerdote estaba diciendo misa con las formas precisas. Vinieron los moros y el sacerdote envolvió las seis formas ya consagradas en los corporales y las escondió entre piedras.

Cuando después de una batalla vinieron los capitanes a comulgar, las formas se habían convertido en carne que estaba pegada a los corporales. Puestos estos corporales como estandarte, les dio mayor vigor. Siguen permanentes las formas hechas carne, que analizada es carne humana. – Es un milagro permanente de Cristo en la Eucaristía.

En 1264, un sacerdote de Praga, dudoso de la presencia de Jesús en la Eucaristía, viajó a Roma buscando aumento de su fe. Al regreso, todavía dudando, celebraba misa en Bolsena. Al partir la forma comenzó a caer sangre en los corporales. El sacerdote recogió sobre el cáliz la tela con la sangre, cayéndose algunas gotas en el mármol donde aún permanecen. Lo guardó y se fue a Orvieto a decírselo al papa que estaba Milagro de Bolsena. Bolsena es una pequeña ciudad, cercana a Orvieto, en el centro de Italia. allí.

El papa pidió al obispo de Bolsena que lo investigase. Lo hizo por medio de san Buenaventura, que era de esa región. Reconocida la veracidad del milagro, el obispo lo llevó a Orvieto, siendo recibido solemnemente por el papa. Hoy día se conservan los corporales con la sangre, que es adorada y sale en procesión el día del Corpus, fiesta instituida por el papa al año siguiente.

El 6 de Junio de 1453 se produjo el de Turín. Habían robado sacrílegamente la custodia de oro con la forma consagrada. Iba el saco con lo robado a lomos de mula hasta que, al llegar a la plaza, se paró el animal, que no se levantaba con los golpes. Se reunió la gente. La custodia se elevó en el aire hasta que llegó el Sr. obispo con un cáliz al que la forma sola bajó lentamente.

Hubo un milagro bonito en la población de Moncada, cerca de Valencia, España. Era el año Había un sacerdote que dudaba de la presencia real de Cristo, porque dudaba sobre todo de la validez de su propia ordenación sacerdotal. Dios le quiso ayudar a través de una niña de 5 años que, estando con su madre vio un Niño muy bonito cuando el sacerdote consagró la forma. La niña se lo dijo a su madre y ésta al sacerdote.

El sacerdote pensó que la niña debía volver a la misa el día siguiente. También vio al Niño hermoso. El sacerdote les dijo que volvieran un día más. Ese día puso tres formas, de las que consagró dos; una era para su comunión. Después preguntó a la niña si veía al Niño en las otras dos formas. Ella mirando a la consagrada dijo: En ésta sí le veo muy hermoso. En la otro no veo nada.

Uno de los milagros grandes de la Eucaristía es la misma vida de la Iglesia. Si Jesús no estuviera presente en la Eucaristía, no se podría explicar la propagación de la Iglesia por el mundo y durante todo el tiempo, a pesar de tantas dificultades y persecuciones. Y no sólo propagación sino santidad. Muchos milagros ha habido y algunos modernos, que podemos constatar, con los que Dios quiere reforzar nuestra quizá débil fe.

Si Jesús no estuviera realmente presente en la Eucaristía, no se podrían explicar tantas horas de oración, y muchas de rodillas, de muchas personas que sienten crecer su espíritu para seguir haciendo el bien y llegar al heroísmo constante.

Todo esto es para reafirmar que Cristo está realmente presente entre nosotros. Esta realidad es tan grandiosa que ha hecho muchos santos y ha sido una fuente inmensa de gracias para la humanidad. Sabemos que está en el cielo, en la naturaleza, en la comunidad; pero la Eucaristía es algo muy especial.

Que nosotros también sintamos esta presencia de Jesús en la Eucaristía. Será un aliento en nuestra vida, como un oasis floreciente en nuestro caminar por el desierto de nuestro vivir. Lo importante es saber que Él, el Amor, está aquí, está con nosotros.

Aunque mis ojos no te puedan ver, Automático

te puedo sentir.

Aunque mis manos no puedan tocar

tu rostro, Señor,

Tú estás aquí, tú estás aquí.

Mi corazón puede mirar tu hermosura.

Tú estás aquí, tú estás aquí.

Puedo sentir, tu gran amor.

Tú estás aquí, tú estás aquí.

Acom- pañado por María, la Madre. AMÉN