Miguel-A. “¡No es oro todo lo que reluce!”

Bill Gates muere en un accidente de tráfico, y se encuentra con Dios en el purgatorio. - Bien, Bill -dijo Dios-, realmente estoy muy confuso con tu caso. No sé si debo mandarte al cielo o al infierno. Después de todo, aunque te has enriquecido en exceso, creando el Windows, has ayudado enormemente a la humanidad, colocando un ordenador en casi todos los hogares del mundo. Voy a hacer algo que nunca antes había hecho: por ser tú, te doy a elegir dónde quieres ir a pasar la eternidad.

- Gracias, Señor, ¿cuál es la diferencia entre el cielo y el infierno? -preguntó Bill Gates. - Bien, míralo tú mismo antes de decidirte por lo uno, o por lo otro -contesto Dios-. ¡Aquí está mi sala de ordenadores!. Pasa, y siéntate. El ordenador de la izquierda está conectado permanentemente con el infierno... el del centro tiene línea directa con la tierra... y el de la derecha está en conexión con el cielo. Dentro de media hora, vendré a ver qué opción has tomado. ¡Pero te advierto que a la tierra ya no podrás volver otra vez!.

En el ordenador del infierno se veía una playa de ensueño: con arenas blancas y aguas cristalinas. En ella habían bellas mujeres corriendo y jugando con el agua, riendo y divirtiéndose mucho, el sol brillaba y la temperatura parecía ser perfecta. Y Bill Gates se dijo: “This is great!”. En el ordenador del cielo se veía un lugar encima de las nubes... con ángeles flotando en el aire. Sí, es cierto que parecía respirarse paz y felicidad, pero aquello no le pareció tan excitante como el infierno. Entonces, Bill Gates se tomó un momento para reflexionar, y se dijo: “¡Yo me voy al infierno!”. A continuación, se metió en el ordenador de la tierra, donde estuvo fisgando la prensa: cómo iban sus empresas, y cómo se repartían su amplia herencia. Allí estaba, enrollado, cuando llegó Dios, y le comunicó su deseo de ir al infierno.

Una semana más tarde, Dios decide conectar mediante el ordenador del infierno, a ver cómo le va al millonario de Windows. Allí ve a Bill Gates encadenado a un muro, en una oscura caverna, torturado y quemado por los demonios. - ¿Cómo te va Bill? -pregunta Dios. - Esto es horrible -contesta con una voz llena de angustia y desesperación-. ¡No me esperaba esto! ¿Dónde está aquella playa maravillosa, las preciosas mujeres, y el agua azul y cristalina?.

- ¿Eh? -preguntó extrañado Dios-. ¿¡Qué dices!? ¡Pero si aquello solamente era el salvapantallas!.