SEMILLAS AL VIENTO el pasado para ver que marcas ha dejado y también el porvenir como si el mundo fuese nuevo cada día. Esta es mi invitación a celebrar la vida como la más apasionante aventura habida bajo los cielos. Para ello es importante percatarse del equipaje que llevamos:

Aprovecha el tiempo de la mejor manera: vive cada momento, cada hora, con intensidad, bondad y libertad. Apenas hay un solo pasaje en el tren de la existencia y es el de ida. Cuidado con perderlo. Por eso:

En el deseo de vivir, en la búsqueda de la vida, aparecen tentaciones varias: el tedio de los inviernos o el vértigo de vivir. Frente a la tentación de no hacer nada o el deseo impulsivo de vivirlo todo, descubre en cada día nuevas sonrisas, nuevos abrazos y nuevo amor. Para que eso así suceda, mira tú también con ojos de amor.

Descubre y practica cada vez que puedas los placeres simples y, por ello, ciertos: conversar con los amigos, sonreír, preparar la comida, leer, pasear... aquellos que tú sabes que son mejores. Solamente así sabrás realmente quiénes son. La vida es siempre una fuente nueva que brota del interior. En ella ha de ir todo el coraje y toda la dulzura con que la naturaleza premió tu destino.

Jamás pierdas el encanto de los niños. Solo ellos saben jugar y dar vida a las cosas. Sólo ellos perdonan, besan y ríen de verdad. Recuerda que los niños miran todas las cosas como si fueran nuevas y recrean el mundo cada día porque no guardan rencor a nadie. En todas las ocasiones pon serenidad y sencillez. Y si hay que perder, que más da. De eso mismo está hecha la vida. Los vientos y tempestades ahondan las raíces del árbol erguido y frondoso.

Acepta las alegrías como las alas que te lleven muy alto; no temas los fracasos que serán las espuelas que te sacudan para cumbres luminosas. Aligera tu alforja de viajero; arroja todo lo que esté demás, comenzando por los miedos y si hay alguien que enlode tu vestido, sacúdetelo... sonríe y avanza bendiciendo a quienes encuentres en el camino.

Al fin que la ira, el odio y la venganza habiten en el infierno, pero nunca en las inconfundibles y limpias pupilas de aquellos seres amados a quienes la vida regaló generosa la juventud como don sagrado e irrebatible en la que se juntan maravillosamente la belleza, el coraje, la ternura y el amor.