“¡Qué injusta es la vida!” Miguel-A.
Cuentan de un hombre que, en el frío mes de enero, en una solitaria playa, se estuvo bañando totalmente desnudo. Tras el baño, tumbado en la arena, comenzó a jugar con ella... hasta casi enterrarse desnudo. En aquel momento, vio venir paseando a dos ancianas. Al estar desnudo, no se atrevió a salir. Y decidió tapar su cara con un periódico... esperando que las ancianas no se dieran cuenta de su presencia.
Pero no sé por donde vagarían su pensamientos... porque su pene comenzó la erección, y se salió de la arena. La una de las ancianas se percató de un pene emergiendo de la arena... se detuvo... Y se lo señaló a su compañera. Y, al mover el pene con el bastón... más crecía.
¡¡¡Qué injusta es la vida!!!. ¡¿Pero... por qué dices eso ahora?!.
- ¡Mira esto! Cuando tuve 15 años, sentía gran curiosidad sobre ello. Luego, lo disfruté. Después, lo supliqué. Más tarde, llegué a pagar por ello. A los 60, lo pedía en mis oraciones. A los 70, me olvide por completo. Y ahora que tengo 80 años, y crecen espontáneos, ¡ya estoy demasiado vieja para poder ponerme en cuclillas!. ¡Bueno... sí! ¡¡¡Así es la vida: Muy injusta...!!!.