Sugerente, lentamente va subiendo la oración de la tarde en la aldea como incienso de alabanza, antes que el sueño se entremezcle con las sombras medrosas de la noche arropada en tenue niebla
Oigo el agua correr mansa en la fuente cual plegaria de un salmo que estremeciera el alma niña de una joven, nazarena y virgen, de nombre María. Huele el fuego a leña verde que crepita y arde suavemente a veces, con fuerza de repente, en el tranquilo hogar. De pronto se ha hecho una gran claridad
“¡Alégrate, María!”. Y toda su alma, de sorpresa llena, ante el ángel se estremece. “¡No tengas miedo, María, que eres de Dios la amada y de gracia estás colmada!”
María comprende lo que Dios quiere, y con humilde sencillez exclama: “¡Soy del Señor la esclava, cúmplase en mí su palabra!”. Y Dios al caer la tarde misterio de humanidad se hace, en las entrañas de María, la “¡feliz y bienaventurada!”.
¡Misterio la noche esconde de ángeles mensajeros por la fértil tierra galilea, donde a una joven doncella, de tez fresca y morena, le
V I R G E N GALILEAGALILEA