La Serenidad …nos enseña a ver las cosas en su verdadera luz y apreciarlas en su justo valor
Nos hace falta Serenidad, cuando … Deformamos la realidad, Cuando hacemos de un grano de arena una montaña, Cuando nos afligen con su peso cosas que no deberían turbarnos. Todas y cada una de las veces que no tenemos en cuenta , en nuestros juicios, a la Providencia Divina y a la luz de las verdades eternas. El tiempo, al pasar, deja cada cosa en su sitio: aquella cosa o aquel acontecimiento que tanto nos preocupó, y aquella otra que tanto nos alteró, ahora que todo ha pasado, son apenas una sombra, un claroscuro en el cuadro general de nuestra vida.
Necesitamos, La Serenidad de la mente, para no ser esclavos de nuestros nervios o víctimas de nuestra imaginación. La Serenidad del corazón para no vernos consumidos por la ansiedad ni por la angustia. La Serenidad en nuestra acción, para evitar oscurecimientos superficiales e inútiles derroches de nuestras fuerzas.
La mente serena da firmeza y pulso para el mando. Encuentra la palabra justa y oportuna que ilumina y consuela. Sabe ver en profundidad y con sentido de la perspectiva, sin olvidarse de los detalles y de las circunstancias, que han de resaltar en una visión de conjunto. El hombre rígido no es sereno, porque su rigidez le hace traspasar los límites de lo que es justo y razonable, de lo que es proporcionado a las circunstancias de la persona, del tiempo y del lugar. La falta de serenidad del hombre rígido turba y oprime a los demás. La persona meticulosa sólo ve los detalles y asfixia con su insistencia; el teórico no ve más que los problemas generales y se aparta de la vida. Tan solo la persona serena sabe ver el conjunto y el detalle y deducir de todo ello una eficaz y concreta síntesis.
Pero tampoco es sereno el hombre débil, porque se detiene antes de llegar al límite y, con su debilidad, se perjudica a sí mismo y a los demás. El débil no perturba ni oprime, pero tampoco gobierna, y su acción nunca será eficaz porque ges una víctima de la corriente. Objetividad y concreción; análisis y síntesis, suavidad y energía; freno y espuela, visión de conjunto y abundancia de detalles; todas estas cosas y muchas otras abarca, en síntesis armónica, la virtud cristiana de la serenidad.
Pero ni tú, ni yo, ni nadie, podemos ser serenos sin una previa lucha. las pasiones son una realidad en todas las personas; la imaginación puede turbar todas las mentes; los nervios existen en todos los organismos; las impresiones hacen vibrar todas las sensibilidades. La ignorancia, el error y la exageración son patrimonio de todas las inteligencias, y el temor y el temblor hallan también cobijo en todos los corazones.
ese es el precio de la serenidad. El dominio de nuestro propio ser, el equilibrio en los juicios, la reflexión ponderada y serena, el cultivo de la propia inteligencia, el control de los nervios y la imaginación, …exigen lucha y firmeza, y también perseverancia en el esfuerzo”. ese es el precio de la serenidad.