Dayana Erika Marleny La Comunidad-Taller del Playón (Medellín) en el proceso de acompañamiento al grupo juvenil vocacional, ha visto necesario ofrecer lugares de misión a las jóvenes cuando realizan la dimensión de compromiso del proyecto de vida. Esta vez la Misión fue durante la Semana Santa en las Veredas San José y Santa Rita, en Hato Corozal- Casanare. Participaron dos jóvenes Erika Guzmán y Kelly Dayana Díaz y dos Siervas de San José: Marleny de Medellín y Alba Gloria de Hato Corozal.

Yo conocí a la comunidad de las Siervas de San José cuando cursaba el grado decimo de bachillerato en El Playón, un año después tuve la oportunidad de misionar junto con Marleny y Alba Gloria (Siervas de San José) y Erika, otra joven. Al inicio de esta misión me sentía nerviosa no sabía con lo que me iba a encontrar, pues esta fue la primera vez que pasaba tanto tiempo lejos de mi familia pero, las ganas de conocer nuevas costumbres, personas y un nuevo lugar donde vivir esta experiencia de Semana Santa, me animó a realizar la Misión. Al llegar a la casa donde nos hospedaríamos me pareció hermosa, con una familia unida y cariñosa, atentos con nuestra llegada. Las familias de la vereda que nos acompañaron en las celebraciones de Semana Santa, fueron muy acogedoras. En esta ocasión viví la Semana Santa con ganas de escuchar la Palabra, no como una tradición de familia, sino como algo que nace desde dentro de mí.

Desde hace un año estoy en la Pastoral Juvenil Vocacional del Playón, pero lo más interesante empezó en esta misión o como yo le llamaría una aventura llena de incertidumbre. Salimos de Medellín con rumbo a Hato Corozal (Casanare), allí conocimos a la hermana Alba Gloria, al padre Fruto, al seminarista Felipe y otras personas allegadas a las Siervas de San José. En el momento de iniciar la misión nos separamos Dayana con Marleny, ellas llagaron a la vereda Santa Rita y Alba y yo fuimos a San José. Conocimos a la familia de Janeth, muy amable y servicial. Esa familia fue la base para que nuestra misión fuese un éxito en toda la vereda, por su colaboración, sencillez y humildad. No fue a lo que estoy acostumbrada en la Semana Santa. Aquí la viví sin sacerdote y la hermana y yo preparamos las celebraciones con todo el pueblo y lo que entregué a esa pequeña comunidad fue dado con mucho amor y de esa misma forma recibí vida de las actitudes que tenían esas personas.

Le damos gracias a Dios y a nuestras comunidades por permitirnos celebrar la presencia de Jesús resucitado en medio de personas acogedoras, cercanas, sencillas, entrañables… Gracias Señor por tanto DON recibido.