La puesta del sol “...Él extiende el cielo como un toldo, lo despliega como una tienda de campaña.” Isaías 40:22

No hay sensación más sublime y conmovedora, que el poder observar la puesta del sol desde la arena. El crepúsculo da la bienvenida a la noche, ensayando de nuevo, un espectáculo que sucumbe lentamente en el horizonte.

El olor añejo del salitre se expande por la costa y la ribera, mientras los colores del cielo, revelan una estela de suaves y misteriosos matices.

Los últimos rayos del día, parecen esparcirse sobre la plácida tersura del agua, y el resplandor del sol flota inocente en la superficie cálida.

Mi alma se estremece cuando el fulgor del cielo se sumerge buscando un arrecife y siento, que el mar se une al límite que se pierde en el perfil lejano.

Cuando observo al cielo mezclando su acuarela de divinos colores, no hago más que confirmar el poder auténtico de Dios; actuando infalible al finalizar el día.

La emocionante escena deja ver la Creación de Dios. Regalo indiscutible que me muestra el Señor, para recordarme, que Él es el autor de todo el Universo y dueño de todo el esplendor que encierra la puesta del sol.

¡Oh, qué hermosa es la tarde que desvía mi estado austero!, ¡Qué maravillosa ofrenda la que interviene en mi sentir nostálgico!

Cuando escucho el cantar de las gaviotas buscando cobija, me recuerda la ida a casa, donde me espera la paz que tanto anhelo.

Sin embargo el ocaso levanta mi alma, como un resorte que aviva mis huesos, y renueva mi cansancio. Cuando la noche espabila mi sueño, y el cantar de los grillos aumentan mi desvelo, escucho el arrullo de las palmas; bailando su danza al compás del viento.

Sin ser poeta, la poesía llega hasta la profundidad de mi alma, sin ser cantante, mi voz cautiva como la madrugada fría que viene del Norte. Sin ser artista, mi música exhala una canción con notas vibrantes.

Cuando suelo estar sentada en la arena, observo las estrellas brillar en el firmamento.

“¿Quién ha medido el océano con la palma de la mano, o calculado con los dedos la extensión del cielo?” Isaías 40:12

©Noris Capínwww.brisauniversal.com “El Señor, el Dios eterno, el creador del mundo entero, no se fatiga ni se cansa; su inteligencia es infinita.” Isaías 40: