Soy del país cuyo nombre
Soy del país cuyo nombre hace brotar en el alma limpio manantial de sueños que galopan por la nieve más alta de la montaña, tan limpia, radiante y blanca.
Soy del país que canta como las notas de un arpa, tantas veces alegres, tristes las otras, y siempre llenas de duende.
Soy del país, tan silvestre, como la oveja que bala camino de la majada entre los trigales verdes o el gorrión que merodea el alféizar de mi ventana.
Yo sé de noches pasadas a la intemperie del hambre del relente y de la escarcha porque soy tejedor de sueños antes de que entre la madrugada.
Soy por esencia hombre -mitad barro, mitad alma- injertado en raza humana en el país cuyo nombre “imaginación” se llama para enhebrar con mi llanto un carrusel de sueños que me suben por el alma.
Soy del país cuyo nombre hace brotar en el alma limpio manantial de sueños que galopan por la nieve más alta de la montaña, tan limpia, radiante y blanca. Soy del país que canta como las notas de un arpa, tantas veces alegres, tristes las otras, y siempre llenas de duende. Soy del país, tan silvestre, como la oveja que bala camino de la majada entre los trigales verdes o el gorrión que merodea el alféizar de mi ventana. Yo sé de noches pasadas a la intemperie del hambre del relente y de la escarcha porque soy tejedor de sueños antes de que entre la madrugada. Soy por esencia hombre -mitad barro, mitad alma- injertado en raza humana en el país cuyo nombre “imaginación” se llama para enhebrar con mi llanto un carrusel de sueños que me suben por el alma. Juan Manuel del Río