EL ROST RO OCULT O DE LOS PUEBLOS PRECOLOMBINOS

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Transcripción de la presentación:

EL ROST RO OCULT O DE LOS PUEBLOS PRECOLOMBINOS

La Homosexualidad

La homosexualidad en los rituales precolombinos es poco conocida La homosexualidad en los rituales precolombinos es poco conocida. Se ha logrado deducir a través de cerámicas y artesanías halladas, pero lo que sabemos viene de las crónicas de los colonizadores europeos. Durante el descubrimiento de América, los colonizadores encontraron en estas tierras una gran diversidad de prácticas sexuales, desarrollándose todas en un ambiente de respeto y dignidad, pues los modelos de tradición histórica existentes en estas sociedades, no condenaban al individuo que nacía en su seno a un tipo de conducta única.

Las crónicas escritas entre los siglos XV, XVI y XVII, dan fe de la presencia en suelo americano de todas las variantes de la homosexualidad, sin que estas fueran vistas con algún desprecio o repulsión. En Centroamérica y las islas del Caribe, los homosexuales eran considerados como mágicos, dotados de poderes sobrenaturales y su cercanía era augurio de buena suerte. El cronista Gonzalo Fernández de Oviedo nos cuenta, que fue testigo de como en busca de protección y ayuda divina los pobladores “traían por joyel un hombre sobre otro en aquel acto de Sodoma, hecho de oro de relieve”.

La institución del berdache (hombre-mujer), mago y chamán, en muchas tribus de Norteamérica, así como los ejemplos escultóricos que han quedado de las culturas mesoamericanas, indican una tolerancia o aprecio de las prácticas homosexuales similar a las del mundo mediterráneo precristiano o las de la India clásica. También se tienen referencias sobre uniones homosexuales en Norteamérica, con personas de dos-espíritus. En ellas un hombre de la tribu, que de joven demostraba características del género femenino, asumía las obligaciones de este género con todas sus responsabilidades.

Este hombre era considerado parte de una tercera sexualidad, ni hombre, ni mujer, y tratado como esposa por el hombre en la tribu que elegía unirse a él en una ceremonia similar a las uniones heterosexuales celebradas en estas tribus. Las personas dos-espíritus también eran respetadas como chamanes místicos. Los mayas eran relativamente tolerantes con la homosexualidad. Se sabe de fiestas sexuales entre los mayas que incluían el sexo homosexual, lo que no impide que la sodomía estuviese condenada a muerte en horno ardiente. La sociedad maya consideraba la homosexualidad preferible al sexo prematrimonial heterosexual, por lo que los nobles conseguían esclavos sexuales para sus hijos.

Los mexicas o aztecas en sus rituales públicos tenían tintes homoeróticos. Así, por ejemplo, adoraban a la diosa Xochiquétzal, que bajo su aspecto masculino, con el nombre de Xochipilli, protegía la prostitución masculina y la homosexualidad. Durante la acción evangelizadora de fray Bartolomé de las Casas en México, este prelado observó que la orientación sexual de los hijos jamás fue un conflicto ni un motivo de remordimiento para los padres Aztecas. En sus trabajos el religioso cuenta como en estas regiones cualquier varón que quisiese podía ser hija, y así, los padres “le vestían de mujer le enseñaban artes, le buscaban marido y le casaban”.

En los pueblos precolombinos cada grupo indígena concibió a la sexualidad de acuerdo con los parámetros establecidos en su cultura. En el Reino de Nueva Granada (Guadalajara) los caudillos desnudos promovían las relaciones homosexuales entre sus seguidores, esto escandalizó al cronista fray Pedro Simón quien indignado sentenció a todas estas naciones por haber “caído en el pecado nefando”. Al describir la organización de los Incas, el cura doctrinero fray Gregorio García nos informa de la existencia de prostíbulos masculinos dedicados a atender a hombres.

Así mismo la crónica de Pachacuti Yamqui comunica, que en tiempo del Inca Lluque Yupanqui “habían sido criados varios muchachos para que atiendan sexualmente a los soldados de guerra”. En el imperio incáico, los prostitutos fueron muy populares y su servicios sexuales fueron muy bien pagados por los varones, se los conoció con el nombre de pampayruna que significa hombre puto.

U n a de las primeras actividades que desarrollaron sacerdotes y encomenderos en tierras americanas fue la evangelización de sus pueblos, con este acto se lograba, borrar la memoria histórica de las civilizaciones precolombinas y su inmediata asimilación a la cultura hispánica. La estructura cronológica e ideológica de la relación de Pachacuti en una de las que mejor muestran la importancia que para los colonizadores tuvo la evangelización de América.

Los trabajos de Pedro Cieza de León entregan datos de un tipo de homosexualidad religiosa, cuando nos informa que “cada templo o adoratorio principal tiene un hombre, dos o más según el ídolo, los cuales andan vestidos como mujeres, y con éstos casi por vía de santidad y religión tienen su ayuntamiento carnal los señores y principales”. La descripción de Cieza de León detalla como en las grandes fiestas religiosas, con estos santones gays sólo podían tener relaciones sexuales los hombres más ilustres y respetados, en una mezcla de religiosidad y reconocimiento social. En este punto la crónica es casi una copia textual de la narración que hace fray Bartolomé de las Casas sobres las prácticas homosexuales de los Aztecas.

Según los conquistadores, en Apurímac (de las más grandiosos y respetables santuarios del Tahuantinsuyo) el ídolo al que se rendía culto hablaba, tenía senos y le vestían con enaguas. Por los infinitos poderes que le atribuían, todo hombre para visitar su santuario debía de vestirse de mujer, y al aproximarse a la deidad en señal de sumisión estaba obligado a cubrirse los ojos y generalmente tembloroso y lleno de emoción, se arrodillaba con la cabeza apoyada en el suelo y levantaba los glúteos, según Bernabé Cobo en “posición indecente y fea”.

Gonzalo Fernández de Oviedo nos relata que en las islas del Caribe, otro rey, el cacique Goanacagari también cubría de oro y joyas a sus amantes varones y mujeres en una expresión típica de bisexualidad. Igualmente, la homosexualidad femenina era muy conocida entre los precolombinos, la crónica de Felipe Guamán Poma de Ayala afirma que Kapak Yupanqui tenía “un cariño muy especial por ellas”. Tuvieron mucha consideración por las mujeres cuya desenvoltura en el trato social fuera varonil, pues estas mujeres gozaban de muchos privilegios, podían participar en combates, tenían la posibilidad de mantener relaciones promiscuas (con mujeres) y de participar en la toma de decisiones.

Por el historiador Agustín Zárate, conocemos la existencia de una provincia exclusiva de mujeres que sólo consentían hombres con fines reproductivos, cuando éstas tenían hijos varones, éstos eran enviados para ser educados por sus padres. El segoviano Antonio de Herrera y Tordesillas asegura que en algunas etnias las mujeres asumían definitivamente papeles masculinos, así por ejemplo entre los naturales de Brasil, “ algunas mujeres dejan los ejercicios de mujeres, imitan a los hombres, se cortan como ellos los cabellos, van a la guerra y a la caza con arco y flechas”. La homosexualidad femenina fue bien vista en los pueblos andinos, dándose el caso de que en los estratos nobiliarios del imperio incásico esta conducta sexual estuvo idealizada.

El sueño homosexual y la relación homosexual con seres míticos fue tema de creación para los artistas estos pueblos, cuya actitud ante la homosexualidad hizo que los colonizadores los anatematizaran, calificándolos de culturas depravadas. Es evidente que en la historia de la humanidad la homosexualidad ha sido repudiada, tolerada o idealizada según la época. En América la apreciación de la homosexualidad por parte de la sociedad debe considerarse por lo menos en dos etapas: 1)antes de la Conquista, y 2) la después de la conquista española, pues de aquí en adelante estas tierras se convirtieron en teatro de toda forma de ultrajes hacia homosexuales, lesbianas, transgéneros y bisexuales.

Las memorias dejadas por los Cronistas de Indias nos permiten conocer la fatalidad que acompañó a los indigenas que practicaban lo que llamamos la homosexualidad a principios de la colonización, estos fueron las primeras víctimas del nuevo sistema. Centenares murieron en la indigencia cuando fueron expulsados de sus tempos, otros y según relato de fray Bartolomé de las Casas perecieron destrozados por perros asesinos que trituraban los huesos de sus víctimas, quienes cayeron en las garras de la Inquisición Primitiva, fueron muertos a garrote vil, ahorcados, quemados vivos o condenados a remar en galeras de por vida. El estilo de vida prehispánica no cabía en la nueva que se traía con la conquista española y la Hispanizarían.

La Sexualidad

Para los Españoles muy Católicos, nada más parecido al Paraíso que el continente nuestro donde Evas y Adanes viringos solo debían estirar la mano para obtener comida y no trabajaban sino estrictamente para suplir necesidades primarias. El tiempo para la molicie (que es el tiempo para disfrutar de cuerpos, amores y sexo) era infinito sin lunes a viernes en la América de la preconquista.

La hechicera Leonelda, la india Catalina y muchas otras beldades prehispánicas trascendieron por su encanto los siglos, porque la América indígena tuvo también venus y afroditas entre sus hembras como las griegas y las romanas. Igualmente fueron esculpidas para la inmortalidad, tan sensuales que hirieron el pudor de frailes inquisidores y las destruyeron, afortunadamente bajo las piedras de las ruinas mayas, aztecas, chibchas, caribes, incas, algunas figuras que emanan erotismo y sexo sobrevivieron a la barbarie civilizadora.

Del arcano subsiste la costumbre sexual de parejas motilonas con exquisito concepto de lo sensorial que copulan al vaivén de la hamaca, sin moverse, disfrutando de cada leve bamboleo durante horas y horas, sin que nadie los interrumpa ni acose.

Los aztecas consideraron que la cópula era exclusivamente para fecundar y pecaminoso el placer sexual con fines diferentes al de la procreación, sin embargo crearon una diosa que unía al amor profano y al amor sagrado: Xoxhiquetzal, la deidad que vestida simbolizó a las novias y desnuda a las prostitutas. Los pintores aztecas trataron el tema sexual tan discretamente, que las escenas entre parejas se ocultaban tras sus vestidos, en cambio los mayas, comerciantes y sacerdotes, nos dejaron obras en las cuales predomina el sexo entre dioses y mortales.

Las pinturas sobre papel de higuera que se han encontrado en Guatemala y México (Códice Borgia) son explícitas en la unión carnal entre seres mitológicos y mujeres mayas. Al igual que en las culturas europeas el falo se repite con frecuencia como representación erótica en las culturas prehispánicas. Le rinden tributo como instrumento creador y tallado en piedra se utilizó de adorno en fachadas y construcciones, destruidas casi todas en la conquista por los frailes y por los capitanes Catolicos que llegaron con ellos.

Dejaron vestigios de cerámica y orfebrería con parejas copulando, completamente vestidas. En el museo Larco Herrera en el Perú se conservan mas los figuras eróticas pertenecientes a la cultura Mochica, desinhibidas en diferentes actividades sexuales, en ella son curiosas las referencias de animales como objeto sexual, especialmente de burros y ratones. Larco Hoyle (1945) ordeno en cinco fases el arte ceramográfico Moche de acuerdo a su forma en el inicio, florecimiento y decadencia (la advierten la aparición de ceramios que registran la perversión sexual). Su clasificación: 1. Representaciones en pareja. 2. Representación de coito de animales. 3. Representación de falos y vulvas en cuerpo humano. Muestran al hombre y a la mujer en su más completa libertad. 4. Representación de falos y vulvas en recipientes. Recipientes especiales para llenar algún liquido, de actitud festiva, jolgorio y de corte humorístico. 5. Representaciones divinas. Se trata de posesiones divinas, lo sacro desciende y posee a los hijos del hombre.

Las escenas más populares son las de cópula anal y escenas de sexo oral. El comportamiento sexual y el concepto de lo erótico variaban de tribu a tribu en todo América. Los pueblos prehispánicos de Mesoamérica permitían la poliginia 1, la sodomía 2 y hasta la pedofilia 3, aunque castigaban con la mutilación o la muerte el adulterio y otras transgresione Al contrario de los aztecas, estos permitían a la mujer gozar de libertad sexual antes del matrimonio, pero una vez casada era condenada a muerte si cometía adulterio.

Al matrimonio llegaba la mayoría de los indígenas con bastante experiencia. Era tan asi que no sorprende el relato de Michel de Cuneo, compañero y paisano de Colón (ambos eran Italianos) en su primer viaje, quien recuerda que antes del oro los conquistadores encontraron y se saciaron con las hermosas mujeres de estas tierras. En el primer viaje de Colón llevaron indígenas para ser mostrados ante sus monarcas de Castilla. En la segunda, se intento lo mismo y De Cúneo relata algunos sucesos en el II Viaje de Colon, que bien vale la pena reproducir. Dice : “En la isla Santa María Galante ... once hombres de los nuestros formaron una banda y se internaron a robar ...apresamos doce mujeres, muy bellas ... entre quince y dieciséis años de edad ... los caníbales nos lanzaron flechas. Herimos a muchos de ellos. A uno que dábamos por muerto, al ver que se echaba a andar, lo pescamos con una lanza, lo acercamos al borde de la nave y le cortamos la cabeza con un hacha...”

Pero el Italiano Cuneo aun no estaba terminado Pero el Italiano Cuneo aun no estaba terminado. Con todas esas indias bellas y sexuales capturadas para ser exhibidas a la Corte de los Reyes de España, pidió un favor al Jefe de la expedición, su paisano Colon: “Mientras estaba en la barca, hice cautiva a una hermosísima mujer caribe, que el susodicho Almirante me regaló [como esposa, pues asi lo pidio Cuneo], y después que la hube llevado a mi camarote, y estando ella desnuda según es su costumbre, sentí deseos de holgar con ella . . . Quise cumplir mi deseo pero ella no lo consintió y me dio tal trato con sus uñas que hubiera preferido no haber empezado nunca. Pero al ver esto (y para contártelo todo hasta el final), tomé una cuerda y le di de azotes, después de los cuales echó grandes gritos, tales que no hubieras podido creer tus oídos. Finalmente llegamos a estar tan de acuerdo que puedo decirte que parecía haber sido criada en una escuela de putas”.