Miguel-A. “La mujer de la isla”.

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Transcripción de la presentación:

Miguel-A. “La mujer de la isla”

Calderón de la Barca, en el monólogo de Segismundo de la obra teatral “La vida es sueño”, escribió los siguientes versos: “Sueña el rico en su riqueza, / que más cuidados le ofrece. / Sueña el pobre que padece / su miseria y su pobreza. / Sueña el que a medrar empieza. / Sueña el que afana y pretende. / Sueña el que agravia y ofende. / Y en el mundo, en conclusión, / todos sueñan lo que son, / aunque ninguno lo entiende".

Un informático decidió tomarse unas vacaciones Un informático decidió tomarse unas vacaciones. Hizo una reserva para un crucero por el Caribe, y se dispuso a pasar lo que pensaba iba a ser la mejor época de su vida. De forma inesperada, se formó un tifón que hizo naufragar el barco en pocos minutos.

Cuando el hombre volvió en sí, se encontró en la playa de una isla Cuando el hombre volvió en sí, se encontró en la playa de una isla... sin otros víveres que no fueran plátanos y cocos. Acostumbrado a la vida de ciudad, no tenía ni idea sobre qué hacer. Se pasó los siguientes cuatro meses comiendo plátanos, bebiendo coco, añorando su vida pasada, y fijando su mirada en el horizonte en espera de algún barco que pudiera rescatarlo.

Un día estaba en la arena de la playa cuando percibió por el rabillo del ojo moverse algo. Era un bote de remos conducido por una hermosa mujer. Ella se acercó remando hasta él. - ¿De dónde has venido? -le preguntó, asombrado-. ¿Cómo has llegado hasta aquí?. - Vengo remando desde el otro lado de la isla -contestó-. Vine a parar aquí cuando mi barco se hundió.

- ¡Asombroso. -respondió el hombre- - ¡Asombroso! -respondió el hombre-. No sabía que hubiera habitantes en la isla. ¿Cuántos sois? Habéis tenido mucha suerte de que la mar arrojara a vuestra playa esta barca de remos. - Estoy sola. Y la mar no ha llevado esta barca hasta mi playa. - Entonces, ¿cómo la has conseguido?. - Es fácil -repuso la mujer-. La he hecho yo misma con materiales que he ido encontrando por la isla. Los remos están hechos con troncos de árboles de caucho, el fondo lo tejí con ramas de palmera, y los laterales y la popa está hechos de madera de eucalipto.

- ¡Pe-pe. pero eso es imposible. -titubeó el hombre- - ¡Pe-pe... pero eso es imposible! -titubeó el hombre-. No tienes herramientas. ¿Cómo has podido hacerlo?. - ¡Ah!, al sur de la isla hay unos estratos de roca aluvial -replicó la mujer-. Me di cuenta de que si los calentaba al sol hasta una cierta temperatura, podía obtener una especie de hierro bastante dúctil. Lo utilicé para hacer algunas herramientas y otros materiales necesarios. Pero... ¿y tú? ¿Dónde vives?. Bastante avergonzado, el hombre contestó que había estado durmiendo, al aire libre, en la playa todo el tiempo.

- Bien -dijo ella-, ven, sube conmigo a la barca, y vayamos a mi casa. Después de pocos minutos remando, atracó el bote en un embarcadero. Un camino de piedras conducía a un pequeño bungalow. Mientras la mujer amarraba el bote con una cuerda tejida de cáñamo, el hombre solamente era capaz de permanecer de pie mirándolo todo, como atontado.

- No es gran cosa -dijo la mujer-, pero yo lo llamo mi casa - No es gran cosa -dijo la mujer-, pero yo lo llamo mi casa. Siéntate, por favor. ¿Te apetece beber algo?. - No. No, gracias -respondió, todavía aturdido-. Soy incapaz de beber una gota más de zumo de coco. - No, no es zumo de coco. Tengo varios refrescos. ¿Qué tal una piña colada?.

Tratando de esconder su continua y creciente vergüenza, el hombre aceptó, y ambos se sentaron en el sofá a charlar. Después de haber intercambiado sus historias, la mujer dijo: - Si no te importa, voy a ponerme algo más cómoda. ¿Te gustaría darte una ducha y un afeitado? Hay una maquinilla de afeitar arriba en el armario del cuarto de baño.

Sin preguntar nada más, el hombre fue al baño Sin preguntar nada más, el hombre fue al baño. En el armario había una maquinilla hecha de hueso tallado. Dos conchas afiladas se ajustaban a presión a ambos lados de un eje en cuyo extremo había engarzado un mecanismo giratorio. "¡Esta mujer es increíble!", pensó el hombre. "¿Con qué me sorprenderá la próxima vez?".

Cuando volvió del cuarto de baño, encontró que la mujer, como único atuendo, llevaba una hoja de parra estratégicamente situada. Ella le hizo señas con la mano para que se sentara a su lado.

- Dime -comenzó a musitarle con voz sugerente, mientras se arrimaba más a él-. Hemos estado aquí en la isla durante mucho tiempo. Te habrás sentido muy solo. Estoy segura de que hay algo que realmente te gustaría hacer ahora... algo que has estado añorando durante todos estos meses. ¿Verdad...?.

Él no podía creer lo que estaba oyendo, y replicó: - ¡¡No jodas!! ¡¿No me digas que puedo leer desde aquí mi correo electrónico?!.