30 abril de 2006 III Domingo de Pascua –B-
Salm 4 Haz brillar sobre nosotros el resplandor de tu rostro. Haz brillar sobre nosotros el resplandor de tu rostro. Despóndeme cuando te invoco, Despóndeme cuando te invoco, Dios mi salvador; tú que en la angustia me diste alivio, ten piedad de mí y escucha mi plegaria.
H az brillar sobre nosotros el resplandor de tu rostro. H az brillar sobre nosotros el resplandor de tu rostro. Hay muchos que dicen: “¿Quién nos Hay muchos que dicen: “¿Quién nos mostrará la felicidad, si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?”.
Haz brillar sobre nosotros Haz brillar sobre nosotros el resplandor de tu rostro. Me acuesto en paz y en seguida me duermo, porque sólo tú, Señor, me haces descansar confiado.
Señor Jesús, explícanos las Escrituras. Enciende nuestro corazón mientras nos hablas. Lc 24,32 Lc 24,32 Jerusalén. Puerta Nueva.
Jerusalén En aquell temps, Y ellos contaban lo que les había ocurrido cuando iban de camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Estaban hablando de ello, cuando el mismo Jesús se presentó en medio y les dijo: -La paz esté con vosotros. Aterrados y llenos de miedo, creían ver un fantasma. Pero él les dijo: -¿De qué os asustáis? ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior?. Ved mis manos y mis pies: soy yo en persona. Tocadme y convenceos de que un fantasma no tiene carne ni huesos, como veis que tengo yo. Y dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como aún se resistían a creer por la alegría y el asombro, les dijo: -¿Tenéis algo de comer?. Ellos le dieron un trozo de pescado asado. Él lo tomó y lo comió delante de ellos. Después le dijo: -Cuando aún estaba entre vosotros ya os dije que era necesario que se cumpliera todo lo escrito sobre mí en la ley de Moisé, en los profetas y en los salmos. Entonces les abrió la inteligencia para que comprendieran las Escrituras y les dijo: -Estaba escrito que el Mesías tenía que morir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se anunciará a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén, la conversión y el perdón de los pecados. Vosotros sois testigos de estas cosas, Lc 24, 35-48