“¡En el mundo cabemos todos!” Miguel-A.
Un hombre alto, fornido, y con cara de pocos amigos, entra en un café chino, y golpea la mesa con el puño: ¡Chino, cabrón, ponme un café! ¡Rápido! ¡Ya! ¡Mueve tu cochino culo! ¿...?
El Chinito preparaba el café a la velocidad normal con la que atendía a los demás clientes, pero el hombre fornido volvió a inquietarse y a gritar: ¡Chino, cabrón, me traes el café de una puta vez!. ¡Hummm!
El Chinito rápidamente le llevó la taza de café y, amablemente, contestó a sus impertinencias. ¿...? ¿Alguna cosa más deseal el honolable señol? ¡Chinito tlaerlo con mucho gusto!.
La escena se repitió, diariamente, durante tres meses. Sin embargo, pasado el tiempo, un día, el tipo llegó al café con un tono amable. Mira, Chinito, quiero pedirte disculpas: Te he tratado muy mal durante estos meses, y tú, sin embargo, has sido conmigo muy cordial y amable. Mira, Chinito, te prometo que de aquí en adelante voy a tratarte cortésmente y no volveré a decirte cosas feas. ¡Muchas glacias, honolable señol! Chinito también plometel no volvel hacel pipí en el café.