“En la consulta del dentista” Miguel-A. 154 seg. (Celio González) País de locos
Hace poco, en España, con motivo de un Proyecto de Ley, políticos y lingüistas tenían una polémica sobre si el término idóneo a utilizar era “violencia doméstica”, o “violencia de género”. Ganaron los primeros. Creo que la terminología usada carece de importancia cuando todos sabemos el significado. En la pareja, por motivos fisiológicos evidentes, el hombre ejerce una violencia física... sí tipificada como delito. Y condeno, sin paliativos, la violencia de tales maltratadores físicos, a quienes considero energúmenos indignos de llamarse seres humanos.
No obstante, y en honor a la verdad, aunque en menor medida, también hay energúmenas dentro de la pareja, que ejerciendo una violencia psíquica, anulan totalmente la personalidad del hombre, reduciéndolo al más absoluto desprecio. Y aunque tal actitud no esté tipificada como delito, no deja de ser censurable.
Aquel matrimonio estaba pasando las vacaciones de verano en una ciudad de la costa. El dolor de una muela en el marido había estropeado una previsible noche de diversión. Había resultado un derroche inútil tener dos entradas para el mejor espectáculo del lugar. El dolor no había cedido ni al enjuague de la muela con un par de copas de ginebra, ni a los efectos de la mágica aspirina que proporcionó el encargado del hotel. Ya por la mañana y camino de la playa, la esposa vio un letrero indicando la consulta de un dentista.
- Mira, Pepe -dijo la mujer-, en ese letrero dice: "dentista". ¡Vamos a entrar!. Ya dentro de la consulta, llegado su turno, la señora, que, como siempre, llevaba la voz cantante, explicó al odontólogo el motivo de la consulta.
- Queremos -explicó la señora- la extracción de una muela, pero tenemos mucha prisa. Por favor, no pierda usted el tiempo en poner anestesia. - Señora, es usted muy valiente -replicó el Doctor-. En veinte años que llevo en esta profesión, jamás me han pedido la extracción de una muela sin aplicar anestesia. Pero siéntese ahí y enséñeme esa muela.
- Anda, Pepe -dijo la mujer dirigiéndose a su esposo-, siéntate ahí, y enseña la muela al Doctor.