“Eufemismos” Miguel Angel Cibrián Dehesa D.N.I.: Miguel-A.

Según el diccionario de la RAE, eufemismo significa: “Manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante”. Siempre han existido las monas vestidas de seda. Pero es bochornoso y espeluznante que el poder recurra a esta treta en materias sumamente serias, y amordace a la sociedad con eufemismos. Lo que antes era terrorismo, pasa a ser un problema político. Los terroristas son ahora interlocutores. Las víctimas, cosas del pasado. Lo de chantaje, ya no cuenta. Las amenazas, bendiciones. Y se asume totalmente el discurso del terrorismo: “Abrir un proceso de paz que lleve a una normalización democrática”. Y amordazan a la sociedad, porque si estás en contra de negociaciones, apareces como no dialogante y enemigo de un pueblo, falto de generosidad, no amas la paz ni la democracia. Vamos que unos “iluminados” que durante 30 años de democracia se han dedicado a matar cerca de un millar de personas, ahora van a darnos a los demás lecciones de paz y de democracia con el beneplácito del poder político.

Voy a ilustrar el tema con un poco de humor: un chiste decimonónico. Pero como sé que va haber gilipollas que se van a dedicar a criticar la oportunidad del chiste, tildándolo de religioso, e ignorando el tema central que aquí se cuestiona, advertiré que el envase no es la garantía de la calidad del producto que contiene. De cualquier forma, el envase ilustrativo del tema, lo mismo pudiera haberse ambientado en la ciencia ficción de una nave espacial, proveniente de la constelación Orión en el siglo XXV, que en la edad de piedra.

Cuentan que, cuando aún las gallinas pululaban por la calles de las poblaciones rurales, una tarde de domingo, dos jóvenes hallaron sendos gallos implicados en una pelea entre ellos. En tales ocasiones, los gallos se centran únicamente en el adversario, desentendiéndose de cuanto ocurre alrededor. La situación fue aprovechada por los jóvenes: Tomaron un palo, y los mataron. Posteriormente, los pelaron, los guisaron, y los merendaron en la bodega junto a sus amigos.

Llegaron las confesiones de Pascua, y, como era costumbre en cualquier poblado católico, ambos jóvenes acudieron a confesarse. El primero de ellos confesó haber robado dos gallos a un vecino, haberlos matado, pelado, guisado, y merendado con sus amigos en la bodega. El cura le replicó que, puesto que devolver los gallos a su dueño ya no era posible, tenían que ir a pedirle perdón, y devolverle un importe monetario equivalente al valor aproximado de ambos gallos.

Cuando el primero de los jóvenes salió del confesionario, cariacontecido, le dijo a su compañero: ¡Vaya problema que tenemos! Dice el cura que hay que pedir perdón al dueño de los gallos, y restituirle un valor equivalente. ¡Si es que tú eres “un cagao”, hombre! ¡Déjame a mí, y verás!.

Cuando el segundo de los jóvenes salió del confesionario, llevaba una sonrisa de oreja a oreja. ¡¡¿¿Pero qué te ha dicho el cura??!!. ¡Nada! Le he dicho que un domingo por la tarde encontramos a dos peleándose, les cortamos la pelea, y les llevamos a merendar a la bodega. Ha respondido: “¡Así se hace, hijo mío”!.