Real Madrid 4 Barcelona 4 Miguel-A. 63 segundos.
Todo mis coetáneos (1954), nacidos en la pobreza, tenemos un algo de futboleros. ¡Era un juego tan barato! Jugué tantas veces con un balón pinchado como con uno con aire... hasta un bote de conservas servía de balón, si no había otra cosa... la calle era el campo... y la portería la marcaban unas piedras sueltas. Luego la vida va por donde va, y a los 14 años la enfermedad me dejaba inválido para el fútbol. No me siento forofo, en absoluto. De hecho, solamente he ido a un estadio en dos ocasiones. Confieso predilección especial por el Barcelona. Aunque en la tónica política donde hemos entrado, me pregunto qué coño hago yo siendo seguidor de un equipo de una nación que no es la mía.
Llega un aficionado culé a ver el Real Madrid-Barcelona al Santiago Bernabeu, de Madrid. Por cierto gran partido. Empataron a 4. Eran los tiempos de Grosso, Amancio, Velázquez, y Gento. Tras el encuentro, el culé, eufórico, entra en un bar, y le grita al camarero: - ¡Oye, mozo!. El joven está de mala leche, porque no ha podido librar para ir al estadio, ha tenido que tragarse el partido por la radio, y el Barça ha empatado en el último minuto y de penalty. Y replica: - ¡Aquí no llamamos mozo, sino camarero!.
- ¡Pues vale! -dice el culé-. ¡Ponnos unas cervezas!. - ¡Aquí no llamamos cervezas, sino cañas! - replica el camarero.
El culé se incomoda. Y, para fastidiar, cambia de tercio, y pide una botella de cava. - ¡Aquí no llamamos cava, sino champán! - responde el joven.
El culé ya está que se sube por las paredes, y, con ironía, le dice: - Oye, tú, chaval, ¿y cómo llamáis aquí a los gilipollas?. Y el camarero le contesta: - ¡Aquí a los gilipollas no los llamamos. Vienen ellos solos!.