[  ] Para esta semana de Pentecostés la liturgia nos pone de nuevo con el Evangelio del 2° domingo de Resurrección, pero dejando de lado la parte que narra la duda vivida por Tomás. Allá, en 2da semana de Resurrección (Jn. 20, 19 ‑ 31), nos invitó a la bienaventuranza de la fe. Acá, en Pentecostés (Jn. 20, 19 ‑ 23), nos invita a la recepción del Espíritu para que el destino de la Comunidad no sea otro que la reconciliación. El Evangelio de Juan expone tres acentos del único Pentecostés: Uno, Pentecostés es experiencia personal del Espíritu. Otro, Pentecostés es experiencia de comunión entre los amigos y amigas del Señor. Y tercero, Pentecostés es experiencia del mayor amor y servicio al mundo. La experiencia que se mueve entre Ascensión y Pentecostés pasa por dos acentos muy propios del lenguaje de Dios en el marco de la experiencia de la fe que nos funda: el silencio de Dios y su consuelo. Y no puede ser de otro modo, porque Dios entabla su diálogo con el hombre concreto, mediante su silencio y su consuelo.

[  ] Podemos decir que cuando Dios se calla, el hombre se ve obligado a madurar en la pura fe, obligado a enraizar su libertad en el verdadero amor, más allá de toda seguridad y consuelo, en la oscuridad de la noche. Así, el silencio de Dios se ordena a la pedagogía de la gratuidad del verdadero amor. Y es una pedagogía divina porque el hombre se hace más consciente de que si algo puede, lo puede en Dios (Cf. EE. 322,2-4). Pero también, cuando Dios da su consuelo, hace que el hombre se experimente amado inmerecidamente, y esto es para él la vida. Eso es lo que experimentamos en Pentecostés. El consuelo fruto del amor de Dios abruma y anonada, libera y desata (Cf. Arzubialde). Pentecostés no puede dejar de remitirnos a Jesús. Por eso el evangelio de Juan coloca la entrega del Espíritu en medio del reconocimiento del Señor por sus marcas. Las que Él lleva grabadas para siempre y las que han de marcar también nuestras vidas al ritmo que va creciendo nuestra amistad con el Señor. El hombre y la mujer crecen en la fe en la medida que el encuentro con Dios, mediante la acción del Espíritu, remite a la misma forma humana de Jesús. Allí es donde Dios se nos hace presente, como un amor que abre nuestra espontaneidad para identificarnos con Cristo. Y este crecimiento en la fe se manifiesta como alegría y consuelo propios del que está puesto en las manos de Dios y dispuesto a ser enviado a perdonar, a reconciliar.

Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: la paz esté con ustedes. Dicho esto les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría. De nuevo les dijo Jesús: la paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío Yo. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: reciban al Espíritu Santo: A los que les perdonen los pecados, les quedan perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedan sin perdonar. Palabra del Señor. [  ]

[  ][  ] Al final, rezo el Padrenuestro, saboreando cada palabra.

Me sereno para esta cita con Dios. Me acomodo con una postura que implique todo mi ser. Al ritmo de la respiración doy lugar al silencio. ( Una y otra vez repito este ejercicio )

[ Sigo adelante  ] NOTA: La oración preparatoria me ayuda a experimentar libertad de apegos. La repito tantas veces como quiera, dejando que resuene en mí. NOTA: Este paso merece hacerlo con esmero. Le dedico 10 minutos.

Señor, que tu Espíritu nos sane, nos gane y nos lance al mayor amor y al mayor servicio. [  ]

“Les dijo: la paz esté con ustedes, les mostró las manos y el costado. Al ver al Señor, se llenaron de alegría”  La alegría por la presencia y reconocimiento del Señor es el primer signo del Espíritu que nos hace volver al Crucificado. La verdadera alegría es la que revela la presencia y acción del Espíritu porque abre cerrazones, disipa miedos, unifica a la persona, la hace libre y disponible (EE 329 y 316,4). Y a la vez son el signo de la Paz que el Señor trae. Esta alegría disipa miedos, unifica a los amigos y provoca libertad por eso abre a la novedad de Dios. 1°) 1°) Con la MEMORIA recordando. 2°) 2°) Con el ENTENDIMIENTO analizando. 3°) 3°) Con la VOLUNTAD dejándome afectar en lo interior.

[  ] “De nuevo les dijo Jesús: la paz esté con ustedes.  La misión que Jesús ha recibido del Padre la traspasa a sus hermanos. Un pase de misión que se da gracias a la confianza que crea y recrea la alianza entre amigos en la fe. Una alianza que llega a ser comunión permanente cuando se convierte en diafanía de amores que se han encontrado. 1°) 1°) Con la MEMORIA recordando. 2°) 2°) Con el ENTENDIMIENTO analizando. 3°) 3°) Con la VOLUNTAD dejándome afectar en lo interior.

[  ] “Como el Padre me ha enviado, así también los envío Yo. Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos”  El Señor da su Espíritu al grupo con una especificidad paradigmática: la de perdonar y retener. Esta misión consiste en reconciliar a la humanidad y sanar al mundo. El Espíritu con el que son ungidos los amigos del Señor los habilita para responder con creatividad e inventiva ante el desafío de la realidad. 1°) 1°) Con la MEMORIA recordando. 2°) 2°) Con el ENTENDIMIENTO analizando. 3°) 3°) Con la VOLUNTAD dejándome afectar en lo interior.

[  ] VEN, ESPÍRITU SANTO Ven, Espíritu Santo, y envía tu luz para iluminarnos. Ven, Padre de los pobres, dador de todos los dones. Ven, fuente de todo consuelo, amable huésped del alma, paz en las horas de duelo. Eres descanso en el trabajo, frescura en el fuego que arde, consuelo en medio del llanto. Que tu luz santísima ilumine lo más íntimo del corazón de los hombres. Sin tu gracia divina nada podemos, nada cobra su inocencia. Lava nuestras inmundicias, riega nuestra aridez, sana nuestras heridas. Doblega nuestra soberbia, calienta nuestra frialdad, dirige nuestro extravío. Concede a los que en ti confían tus siete sagrados dones. Sostén nuestro esfuerzo, danos tu salvación, danos la eterna alegría. Amén.

Para centrar la experiencia vivida en la Oración, respondo en forma sencilla las siguientes interrogantes: [ Termino con la oración siguiente  ]