Mónica Isla Oyarzún
*Señal de la Cruz.
Introducción: Vamos a comenzar nuestra oración con un cuento: Un anciano mantuvo una conversación con Dios acerca del Cielo y el Infierno, cuya diferencia esencial no acertaba a comprender.
-Te mostraré el Infierno. Dijo Dios, y lo condujo a una habitación en medio de la cual había una enorme mesa redonda. La gente sentada alrededor estaba hambrienta y desesperada. En medio de la mesa había un gran guiso, lo bastante grande como para alimentarlos a todos y que sobrase. El aroma era delicioso y al anciano se le hizo agua la boca.
Las personas sostenían unas cucharas con mangos muy largos Las personas sostenían unas cucharas con mangos muy largos. Cada una descubría que podía alcanzar el guiso y llenar la cuchara, pero como el mango era más largo que su brazo, no le permitía llevarse la comida a la boca.
El anciano comprendió fácilmente el terrible sufrimiento de aquellas personas, que permanecían juntas pero solitarias, padeciendo un hambre eterna delante de una abundancia inagotable. -
Y ahora te mostraré el Cielo - le dijo Dios. Entraron a otra habitación, exactamente igual a la primera
Allí estaba la misma gran mesa redonda y el mismo guiso. Las personas también estaban equipadas con las mismas cucharas de mango largo, pero se las veía bien alimentadas y sanas; reían y hablaban entre sí, juntas y solidarias.
El anciano no entendió la diferencia. -Es muy sencillo -le dijo Dios-. Han aprendido a alimentarse unos a otros.
* Para la Reflexión Personal: Y nuestra familia, ¿a qué se parece más: a este cielo o a este infierno?... ¿En qué nos cuidamos más?... ¿En qué nos descuidamos más?... ¿En qué debemos mejorar?...
Reflexión: Nuestra vida familiar depende de nosotros, del tiempo que nos dedicamos, de lo que compartimos, ya sean cosas materiales o de nuestra propia interioridad, de cómo nos cuidamos, de cómo cada uno ayuda a los demás a crecer y madurar como persona. La vida familiar se funda en el compartir, que es dar y recibir. A los esposos se les pide que la entrega sea recíproca; pero como padres, les corresponde más el dar a sus hijos que recibir de ellos. Y a estos, según crecen, también se les ha de enseñar a aportar a la familia desde sus capacidades.
Hay verdadera familia cuando todos están empeñados en dar, y abiertos a recibir; porque también cansa dar mucho y recibir poco. Y nuestro ritmo de vida ya nos cansa demasiado como para que en nuestra familia no encontremos el refugio de un hogar. Este es el amor al que Dios nos llama a vivir como familia, cuidándonos como tal los unos a los otros; que si pensamos un poco, no es más que el amor de Cristo por su Iglesia, que la amó hasta entregar su vida.
*Oración: Compartamos con Dios sobre cómo nos cuidamos en familia y pidámosle ayuda para crecer en compartir. *Compartir lo Orado
*Acabemos nuestra Oración con el Padre Nuestro como una invitación a vivir nuestra vida familiar cuidándonos más los unos a los otros desde el amor que Dios nos regala porque somos sus hijos: Padre Nuestro...
*Señal de la Cruz.