¿Con quién hablaré del devenir sagrado del hombre y de las cosas buenas que acontecen cada día, si la tentación es hablar de lo santo con el Dios tres veces Santo, testigo inexorable de la vida, y huir de la realidad profana, dispar y cotidiana, al refugio cómodo de la sombra inútil de uno mismo, olvidándose del hombre?
Sé la necesidad que hay de iluminar con luz nueva las sombras opacas de la noche donde nacen deformes las formas anónimas del mal que persiguen implacables al hombre, hasta arrojarlo por el acantilado del vacío abismal.
Por eso, no quiero hablar, mientras huyo, ni conmigo ni con Dios, de estas cosas; quiero hablar directamente y cara a cara, al hombre y decirle: sal de ti mismo y de la nada, y regresa, como las raíces del árbol, al venero fértil del agua escondida que te lleva suavemente al encuentro sublime de la Vida auténtica y real con el Dios tres veces Santo que conoce bien el camino, profano y sagrado, por donde transitan los hombres.
LO SAGRADO Y LO PROFANO ¿Con quién hablaré del devenir sagrado del hombre y de las cosas buenas que acontecen cada día, si la tentación es hablar de lo santo con el Dios tres veces Santo, testigo inexorable de la vida, y huir de la realidad profana, dispar y cotidiana, al refugio cómodo de la sombra Inútil, de uno mismo, olvidándose del hombre? Sé la necesidad que hay de iluminar con luz nueva las sombras opacas de la noche donde nacen deformes las formas anónimas del mal que persiguen implacables al hombre, hasta arrojarlo por el acantilado del vacío abismal. Por eso, no quiero hablar, mientras huyo, ni conmigo ni con Dios, de estas cosas; quiero hablar directamente y cara a cara, al hombre y decirle: sal de ti mismo y de la nada, y regresa, como las raíces del árbol, al venero fértil del agua escondida que te lleva suavemente al encuentro sublime de la Vida auténtica y real con el Dios tres veces Santo que conoce bien el camino, profano y sagrado, por donde transitan los hombres. Juan Manuel del Río