5º año Acompañar a nuestros hijos en sus decisiones. Adaptación de un curso dictado por el Dr.Emilio Komar

E los actos propiamente humanos intervienen: La reflexión. La libertad. La decisión.

Antes de la decisión existen distintas fases Una primera intención (puede haber apertura o cerrazón) Deliberación. Comparación. Consideración (juzgar). Finalmente, luego de la consideración de distintas cosas que nos atraen por diversos motivos, elegimos, tomamos una decisión. Esto finaliza el ciclo.

Por lo tanto, decidir es “cortar”, es decirle que SI a algo y decirle que NO a otras cosas que también, de alguna manera, nos atraían.

Por eso, decidir siempre cuesta, es doloroso, porque le decimos que NO a cosas, situaciones o personas a las que por algún motivo u otro consideramos buenas.

Este dolor que supone la decisión, es lo que hace que muchas personas le escapen a las decisiones. En el fondo, no se quiere decidir.

Uno de los mecanismos para NO DECIDIR, es desvalorizar todo aquello que no es el valor por el cual se quiere decidir. Es una forma de cerrarse a la verdad.

Por otra parte, la decisión también implica un salto en el vacío, en la NO SEGURIDAD, implica riesgo y exige cierta valentía.

Quien ha sido demasiado protegido y nunca corrió riesgos proporcionados a su edad, difícilmente podrá tomar decisiones.

A esto se le agrega que, quien decide, se responsabiliza por su decisión, debe hacerse cargo. Quien nunca se ha hecho cargo de sus cosas, no podrá cargar con el peso de la responsabilidad, y preferirá que otros decidan por él.

Sin embargo, esto es sólo un engaño, porque NO DECIDIR es ya haber tomado una DECISIÓN: “se ha decidido la vida, o que otros elijan por nosotros”.

Por ello, uno de los rasgos sobresalientes de la inmadurez es la incapacidad de elegir bien. Pero en la vida es necesario elegir, y a medida que uno crece, esto es cada vez más imperioso.

Sin embargo, existe una razón más profunda por lo cual es necesario que una persona sea capaz de tomar decisiones: Cuando no hay verdadera decisión, no aparece lo que uno verdaderamente es, lo que uno verdaderamente puede hacer.

Es preferible tomar una decisión errada, que luego requiera más o menos corrección –si es que esto es posible- a no tomar ninguna.

Cuando la decisión es errada, puede que implique mucho dolor y que se sufra de veras.

Pero si no se toman decisiones, o no son tomadas de manera clara, la exigencia de la propia personalidad no se ve –ni positiva, ni negativamente. Se evita encontrarse con límites pero por eso mismo también se pierde la oportunidad de encontrarse con las verdaderas posibilidades.

El descubrimiento de la verdad acerca de sí mismo es fruto de muchos sacrificios, de muchos esfuerzos, de muchas frustraciones.

Pero quien a pesar de todo esto, pero una vez que se alcanza la verdad sobre sí mismo, entonces llega la paz.

Estar en la verdad, buscar la verdad sobre sí mismo y tener la paz que proviene de aquí nos permite decidir con mayor claridad y libertad. Podemos captar cuál es el valor que se corresponde más, el que más conviene a mi persona, el que más me corresponde.

Buscar la verdad es lo opuesto a desvalorizar todo para no tener que decidir. Esto me permite ver también la verdad de los otros valores que no voy a elegir y a reconocer su carácter valioso, pero dándome cuenta, a su vez, que no son para mi. Esto permite que uno permanezca con buena conciencia, porque no los rechacé, sino que los reconocí pero no los elegí.

Si no me conozco y no me acepto, si huyo de mí mismo, si no quiero aceptar ciertas obligaciones, entonces voy hacia la “ignorancia querida”. Por lo tanto conocer la verdad sobre mí mismo, no es sólo una cuestión intelectual que se resuelve con un test. Es también una cuestión volitiva, de carácter, de formación.

Por eso, toda la Ética puede resumirse en dos principios:

“Conócete a ti mismo” (Oráculo de Delfos, en Grecia). Es el punto de partida de toda vida y realización personal.

Oh! Tú que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa,¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros. ¡Oh! Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el Universo y a los Dioses” ORÁCULO DE DELFOS

“Sé lo que eres” (Poeta griego Píndaro) Realizarme en el sentido de mis verdaderas potencialidades y poder servir a los demás verdaderamente.

¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos e hijas a decidir bien? Enseñarles a vivir en la verdad, a ser coherentes, a no zafar (que no haya lugar para las “nebulosas”). Enseñarles a hacerse cargo de sus “SÍ” y de los NO que una decisión implica. No sobreprotegerlos ni hacernos cargo de cosas que les corresponde a ellos.

Favorecer aquellos medios que pueden ayudar a que ellos se conozcan más (test vocacional, retiros, asumir compromisos, charlas con ellos a solas). Orientarlos pero no forzarlos. Saber decir que “NO” nosotros como padres, poner límites en lo que corresponde, no huir de nuestro puesto: un padre bien ubicado ayuda a que su hijo se ubique y oriente.

Enseñarles a convivir con el límite. Ayudarlos a no desvalorizar otras opciones que no son las más cómodas, las que más brillan. Ayudarlos a reflexionar y a abrirse a otras opciones que se corresponden más con sus valores más profundos.

Lo más importante no es que nuestros hijos no cometan errores, o – por ejemplo- que no se equivoquen de carrera, sino que no tengan miedo de descubrir su verdadera vocación, que se animen a vivir en la verdad. “La verdad los hará libres” (Jn 8,32)