II domingo de Adviento –C- Para el Dios que llega con el don de la salvación debemos preparar el camino en el hoy de nuestro mundo y de nuestra historia. Lucas 3,1-6 II domingo de Adviento –C- 10 de diciembre de 2006

1 El año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Filipo tetrarca de Iturea y de la región Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene, 2 en tiempos de los sumos sacerdotes Anás y Caifás, la palabra de Dios vino sobre Juan, el hijo de Zacarías, en el desierto Con un prólogo histórico, Lucas explica que Dios actúa siempre dentro de la historia. Juan, precursor de Jesús, fue hijo de un mudo –pueblo en silencio-, renunció al sacerdocio –los privilegios de la herencia- y de una mujer estéril –fruto del Espíritu-. La Palabra vino en el desierto, donde no hay palabras.

3 Y fue por toda la región del Jordán predicando que se convirtieran y se bautizaran para que se les perdonaran los pecados, 4 como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: Jordán Convertirse es ensanchar el corazón y agrandar la esperanza, construir el Reino, anunciar la Buena Noticia. Nuestros caminos deben ser rectificados, despejados... para que llegue Dios.

Voz del que grita en el desierto: preparad el camino al Señor; allanad sus senderos; Es importante escuchar con atención la voz del profeta: «Preparad el camino al Señor». La preparación consiste en la igualación definitiva de las relaciones humanas, que han de pasar de la desigualdad a la igualdad, de la injusticia a la justicia, hay que “nivelar todos los terrenos”.

5 todo valle será rellenado y toda montaña o colina será rebajada; los caminos tortuosos se enderezarán y los ásperos se nivelarán. 6 Y todos verán la salvación de Dios. La salvación que Jesús nos trae es para todos. Para poder acogerla hay que preparar el camino y preguntarnos qué cosas quedan por “allanar”, “rellenar”, rebajar”, enderezar”, “nivelar”... en nuestro camino personal y comunitario.

Has recibido un destino de otra palabra más fuerte. Es tu misión ser profeta, palabra del Dios viviente. Tú irás llevando la luz, en una entrega perenne, que tu voz es voz de Dios y la voz de Dios no duerme. Ve por el mundo, grita a la gente: que el amor de Dios no acaba ni la voz de Dios se pierde. Sigue tu rumbo, profeta, sobre la arena caliente. Sigue sembrando en el mundo, que el fruto se hará presente. No temas si nuestra voz ante su voz se detiene, porque huimos del dolor y la voz de Dios nos duele. Sigue cantando, profeta, sigue anunciando que el Reino de Dios ya viene. No callarán esa voz, y a nadie puedes temerle, que tu voz es voz de Dios y la voz de Dios no muere.