PARMÉNIDES Nuestros sentidos pueden observarla diferente en algunas ocasiones, pero ello no implica que lo demos por sentado. Tenemos que recurrir a ese pilar básico y fundamental origen de las buenas relaciones, a ese medio indiscutible que nos explica las cosas claramente y no da lugar a caer en contradicciones, que no es otro más que la RAZÓN. Pero no quiero tampoco parecer radicalista; pues el decir que nada cambia implicaría también decir que si llueve, no está lloviendo. Porque el observar algo y decir que es mentira va también en contra de la lógica. Tenemos que encontrar ese punto de unión entre lo que observamos y nos dice la razón. Y el mejor testimonio es presentar una hipótesis que intente explicar el “cambio de las cosas”, ese que nuestra razón hace improbable y que niega rotundamente. Lo que sucede es que si en algún momento determinado percibimos una “transformación”, no podemos fiarnos de ella a la totalidad, dado que lo que percibimos lo percibimos por los sentidos, y estos no son los que definen las cosas, dado que sólo las observan externamente, mientras que la razón va más allá, llegando hasta límites insospechados y quizá remotos. Si decimos que algo cambia, es por las diferentes circunstancias, o porque simplemente así queremos verlo, por la costumbre de dejarnos atrofiar por lo que perciben nuestros sentidos y no por lo que nos dice el pensamiento, la razón, la lógica. Parménides nació, de acuerdo con Apolodoro en la ciudad de Elea, colonia griega del sur de Magna Grecia (Italia). Es considerado por muchos eruditos como el miembro más importante de la escuela eleática, e incluso de todos los Filósofos presocráticos. Platón, por medio de los personajes de sus diálogos, lo llama "el grande, "padre", hace decir a Sócrates que Parménides es "venerable y temible a la vez también. Ahora si tratamos de comparar el pensamiento de Parménides en el aspecto de diferenciación entre lo que nos dicen los sentidos y la razón, podemos encontrar ejemplos diversos y evidencias De su vida Nada puede surgir de la nada y algo que existe tampoco que se puede concebir de la nada. Por nuestro sentido de observación creemos que la naturaleza está en un cambio constante. Pero sólo creemos y pues creemos equívocamente. El principio fundamental que ha regido toda mi existencia es: ”la razón”. Y la razón nos dice que nada cambia, así que no podemos aceptar la idea de que lo que nos rodea sufre transformación alguna, dado que es ilógico y por tanto inaceptable. Lo que vemos es sólo un espejismo de la realidad, algo que vemos diferente debido a la propia interiorización de cambio que de por sí tenemos ya en nuestra mente y repito, erróneamente. Lo que quiero decir con esto es que la materia es eterna. La influencia del pensamiento de Parménides de Elea la podemos encontrar claramente en la actualidad. Gran Prueba de que nada cambia tenemos cuando comúnmente una persona le dice a la otra: “yo soy como soy y no me cambia nadie”. Desde aquí podemos darnos cuenta cuan arraigada tenemos esa percepción de que nada cambia y que las cosas son como son y como quisiéramos que fuesen. Influencia de su pensamiento contundentes de la influencia de su pensamiento en este sentido, por ejemplo: en el aula un profesor tiene un alumno irresponsable, que nunca cumple con las tareas, que jamás estudia para los exámenes y de repente un día saca un 20 de nota. Los sentidos le dirán al profesor que el alumno ha mejorado considerablemente y que el 20 es producto de su esfuerzo, pero para la razón eso no será cien por ciento confiable. Pues la razón va más allá: analiza, indaga, inquiere e interpreta correctamente. Lo racional, analizará los antecedentes y la conducta del alumno, de esta manera puede que caigamos en la cuenta de que copio y por ello obtuvo tal nota como también que estudió y está mejorando. De esta manera llegamos a una conclusión acertada y no proponemos algo superficial y sin base fija.