Miguel-A. “El taxista”
Para él, la noche en el casino había sido emocionante y también desoladora. Al principio ganaba y ganaba... como si estuviera en racha. Ni por un momento pensó que la suerte pudiera darle la espalda aquella noche triunfal. De pronto, cambio la suerte: comenzó a perder... hasta que se quedó sin blanca. Decepcionado se refugió en la bebida, en la barra del casino. Se bebió, al menos, diez copas. Y se hubiera bebido la botella entera, si el camarero, con malas pulgas, pues fiaba el casino, le dijo que se largara, porque iban a cerrar.
A esas horas ya sólo quedaba un taxi en la calle esperando clientes. El taxista al verlo caminar borracho, ni siquiera le abrió la puerta del coche. - ¿Me puede llevar hasta Aranjuez?. - ¡Claro -respondió el taxista a través de la ventanilla-, pero si me paga por adelantado!. - No tengo dinero, le pagaré cuando lleguemos a mi casa. - ¡No, eso no vale. No me fío!. - ¡Pues le doy mi rolex de oro!. - ¡¿Y para qué he querer yo un reloj ya usado?!. Y el taxista arrancó, y se fue, dando por terminada su espera de clientes salientes del casino. El tipo se quedó jurándose venganza contra el taxista, propietario del taxi 888.
Un mes después, volvió la pasada racha de la suerte. Ganaba euros. La emoción le pedía seguir jugando, pero la experiencia de la vez anterior demandaba la retirada a tiempo, o, de lo contrario, podía acabar perdiéndolo todo. Pudo tomar una decisión acertada: retirarse. Salió a la calle. Aquella noche aún era temprano. Había cinco taxis esperando clientes a las puertas del casino. Vio en la cola al taxi 888. Esbozó una sonrisa maliciosa. ¡Era el momento de la venganza.
Uno por uno, a los cuatro primeros taxistas, les fue enseñando su fajo de billetes, al tiempo que les dijo: - Te daré todo este fajo de billetes si me llevas a Aranjuez, y, a la llegada a mi casa, te acuestas conmigo. Uno por uno, los cuatro taxistas, reaccionaron airadamente: “¡vete a la puta mierda, so maricón”, “¡pero tú por quién demonios me tomas!”, “¡pero que hijo de perra, atreverse a proponerme mí tal cosa!”, “¡anda, y que te folle un pez... que yo no tengo ni un pelo de marica!”.
Llegado al quinto taxi, el 888, pregunta: - ¿Cuánto cuesta un viaje hasta Aranjuez? euros. - Te daré 300 -le dijo enseñando su fajo de billetes-, si al pasar ante tus compañeros taxistas, abres la ventanilla, y les dices: “¡Hasta mañana amigos... Me voy a Aranjuez!”.