El árbol generoso Zel Sillberstein Ed. Adam, Jerusalem.

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Transcripción de la presentación:

El árbol generoso Zel Sillberstein Ed. Adam, Jerusalem

Había una vez un árbol...

Y le amaba un niño.

Y cada día el niño venía

y recogía sus hojas

y hacía con ellas coronas y jugaba a ser el Rey del bosque.

Se trepaba al tronco  

y se colgaba de sus ramas

Y comía manzanas del árbol

Y ellos jugaban a las escondidas.

Y cuando el niño se cansaba, se dormía bajo la sombra del árbol.

Y el niño amaba al árbol…

mucho, mucho. Y el árbol era feliz.

Pero el tiempo fue pasando.

Y el niño fue creciendo.

Y poco a poco, el árbol se fue quedando solo.

Y entonces el niño fue un día al árbol, y el árbol le dijo: “Ven niño, trepa mi tronco, cuélgate en mis ramas, come mis manzanas, juega bajo mi sobra y serás feliz”. “Ya soy demasiado mayor para treparme y jugar”, dijo el niño. “Yo quiero comprar cosas y divertirme. Quiero dinero. ¿Tú puedes darme dinero?” “Lo lamento”, dijo el árbol, “pero no tengo dinero, sólo tengo ramas y manzanas. Coge mis manzanas, niño, véndelas en la ciudad. Así tendrás dinero y serás feliz.”

Entonces el niño se trepó al árbol, arrancó sus manzanas y las llevó con él. Y el árbol estaba feliz.

Pero el niño se fue y no volvió por mucho tiempo... y el árbol estaba triste. Y entonces un día el niño regresó y el árbol tembló de alegría y dijo: -Ven niño, trepa a mi tronco, cuélgate de mis ramas y estarás contento. -Estoy demasiado ocupado para trepar árboles -dijo el niño-. Yo quiero una casa para que me abrigue. Quiero una mujer, hijos y para eso necesito una casa. ¿Tú puedes darme una casa? -No tengo una casa -dijo el árbol-. El bosque es mi casa. Pero tú puedes podar mis ramas y construir tu casa. Entonces serás feliz.

El niño podó las ramas del árbol y las llevo con él para construir su casa.

Y el árbol estaba feliz.

Pero el niño se fue y no volvió por mucho tiempo. Y cuando volvió el árbol estaba tan contento que apenas podía hablar: -Ven niño -dijo en un susurro- ven a jugar. --Estoy demasiado viejo y triste para jugar -dijo el niño-. Yo Quiero un bote que me lleve lejos, muy lejos de aquí. ¿Puedes darme un bote? -Corta mi tronco y constrúyete un bote -dijo el árbol-, así podrás zarpar hacia lugares lejanos... y serás feliz.

El niño cortó el tronco del árbol. Construyó para él un bote y zarpó hacia lugares lejanos.

Y el árbol estaba contento... Pero no verdaderamente contento.

Y después de mucho tiempo el niño regresó. -Lo lamento -dijo el árbol-, pero no me quedó nada para darte. -Mis manzanas ya no están. -Mis dientes son muy débiles para manzanas -dijo el niño. -No tengo más ramas–dijo el árbol-, ya no podrás colgarte de ellas. -Soy demasiado viejo para colgarme de las ramas –dijo el niño. -Ya no tengo tronco, no podrás treparlo –dijo el árbol. -Ya estoy demasiado cansado para trepar -dijo el niño. -Lo lamento” –dijo el árbol-. Ojalá pudiera darte algo... pero no me queda nada. Sólo soy un tronco cortado y viejo, lo lamento...

-Yo no necesito demasiado ahora –dijo el niño- , solo un lugar tranquilo donde sentarme y descansar. Estoy muy cansado. -Si es así -dijo el árbol y se enderezó tanto como pudo-, si es así, un tronco cortado y viejo es bueno para sentarse y descansar. Ven niño, siéntate y descansa. Y el niño se sentó.

Y el árbol estaba contento. Fin