Palabra de Vida Enero 2011 1

“La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos" (Hechos 4,32).

Esta Palabra presenta una de esas pequeñas pinturas literarias en las que el autor de los Hechos de los Apóstoles nos hace conocer, a grandes rasgos, la primera comunidad cristiana de Jerusalén.

Sus principales características son la extraordinaria frescura y dinamismo espiritual, la oración, el testimonio y, sobre todo, una gran unidad, esa nota que Jesús había querido como distintivo inconfundible y fuente de la fecundidad de su Iglesia.

El Espíritu Santo, que en el Bautismo se dona a todos los que acogen la Palabra de Dios, es espíritu de amor y de unidad, y como tal hacía de los creyentes una cosa sola con el Resucitado y entre ellos, superando todas las diferencias de raza, cultura y clase social.

“La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos" (Hechos 4,32).

Analicemos más detalladamente los distintos aspectos de esta unidad.

El Espíritu Santo, en primer lugar, realizaba entre los creyentes la unidad de los corazones y de las mentes, ayudándolos a superar aquellos sentimientos que la vuelven difícil en la dinámica de la comunión fraterna.

El mayor obstáculo para la unidad es, efectivamente, nuestro individualismo, el apego a nuestras ideas, puntos de vista y gustos personales. Nuestro egoísmo construye barreras con las cuales nos aislamos y a la vez excluimos a quien es distinto de nosotros.

“La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos" (Hechos 4,32).

La unidad realizada por el Espíritu Santo se reflejaba luego, necesariamente, en la vida de los creyentes.

La unidad de mente y de corazón se encarnaba y se manifestaba en una solidaridad concreta, compartiendo los propios bienes con los hermanos y hermanas que padecían necesidades.

Precisamente porque era auténtica, no toleraba que en la comunidad algunos vivieran en la abundancia, mientras otros carecían de lo necesario.

“La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos" (Hechos 4,32).

¿Cómo vivir la Palabra de Vida de este mes?.

Ésta subraya la comunión y la unidad que tanto recomienda Jesús y para la cual él nos ha donado al Espíritu Santo.

Tratemos entonces, escuchando la voz del Espíritu Santo, de crecer en esta comunión a todos los niveles.

Antes que nada a nivel espiritual, superando los gérmenes de divisiones que llevamos dentro.

Sería un contrasentido, por ejemplo, querer estar unidos a Jesús y, al mismo tiempo, estar divididos entre nosotros, comportándonos en forma individualista, yendo cada uno por su cuenta, juzgándonos o tal vez excluyéndonos.

Es necesario, por eso, una renovada conversión a Dios, quien nos quiere unidos.

Esta Palabra, por otra parte, nos ayudará a comprender cada vez mejor la contradicción que existe entre fe cristiana y uso egoísta de los bienes materiales.

Nos ayudará a realizar una auténtica solidaridad con los que padecen necesidades, si bien en los límites de nuestras posibilidades.

“La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos“. (Hechos 4,32). “Palabra de Vida”, publicación mensual del Movimiento de los Focolares. Texto de: Chiara Lubich, Publicada en Enero de 1994. Gráfica Anna Lollo en collaboración con Placido D’Omina (Sicilia, Italia) Este comentario de la Palabra de Vida es traducido en 96 lenguas e idiomas, llega a millones de personas en todo el mundo por medios gráficos, radio, TV y por internet.Más información: www.focolare.org Este PPS, en diversas lenguas, es publicado en www.santuariosancalogero.org Traducido por Revista Ciudad Nueva www.ciudadnueva.org.ar