“Typical Spanish” Miguel-A. Dedicado a mi compañero de juventud Santi B., hoy por tierras catalanas. 118 seg. (C. Sevilla)
En su manía de la puntualidad, los ingleses se aferran a la sentencia: "el tiempo es oro". Los españoles aprovechamos el dicho y añadimos unas palabras con gran sentido del humor: "el tiempo es oro... y el que lo pierde es bobo". Nuestro añadido es ingenioso, pero poco caso hacemos a esas palabras. Ya sería bueno tener al menos una parte de la puntualidad de los británicos. Bueno, esta historieta va encaminada a buscar una sonrisa más que a darnos una moraleja. No obstante, aunque no se trata de extraer conclusiones, según los entendidos en la materia, la necesidad agudiza el ingenio. ¿Será eso?.
Cuenta un chascarrillo que un turista británico, en su visita a nuestro país, estaba de paseo por el campo. En lugar de disfrutar a tope del sol y del verdor primaveral, andaba obsesionado con la puntualidad para una cita que tendría lugar tres horas más tarde. En vez de complacerse en el bello paisaje, estaba todo preocupado porque su reloj de pulsera se retrasaba cinco minutos diarios. Cuestión de minucias diríamos nosotros los españoles, pero cada uno es cada uno. Y este señor de nuestra historia era inglés de pura cepa y, por tanto, tenía mentalidad inglesa. Nuestro turista andaba embebido en sus pensamientos. Reloj, tiempo, puntualidad, cita, ocupaban todo su pensar. En esas cosas tenía entretenida su cabeza, cuando se encontró con un granjero que estaba pastando sus vacas.
- What time is it? -demandó el turista en su lengua natal. - ¡Pero qué coño dice este tío colorado, como un cangrejo guisado! - replicó en voz alta el granjero-. A ver, poco a poco, despacito y buena letra, como dice el Matías. A ver si me entero de lo que dice. ¡Si no parlare usted cristiano, yo no capiscar!. - ¡Ah, yes! -dijo al momento en su tonillo particular el inglés que además de ser un perfecto caballero, también sabía hacer sus pinitos en nuestro idioma castellano-. Mí pedir-r perdón por no hablar-r idioma de usted, yo preguntar-r qué hora ser-r.
- ¡Ya!. ¡Eso ya es otra cosa!. Pues hombre, haber empezado por ahí y no por esos parloteos suyos. ¡Espere un momento!, que ahora mismo se lo digo. El granjero corrió una docena de metros, hacia la vaca más cercana, la tocó las tetas, y, al instante, respondió: - La una menos cuarto. - ¡Mer-r-villoso! -exclamó el turista después de comprobar que su reloj de pulsera marcaba la una menos veinte y añadir mentalmente los cinco minutos que atrasaba-. Cuando yo contar-r a mi mujer-r y a mis amigos inglés que en España tocar-r teta a una vaca y saber-r hora exacta, no creer-r historia. ¿Usted poder-r decir-r mí cómo hacer-r lo?.
- Sí señor. Es muy sencillo de saber. Esto no tiene ningún secreto. Acérquese p'acá y verá que fácil es. Se acercaron a la vaca en cuestión, el granjero hincó la rodilla en tierra, y con la mano hizo un gesto al inglés para que se agachase también. Luego, continuó con las explicaciones: - Mire, ¿sabe usted?, desde este mismo punto, si nos agachamos, y elevamos ligeramente la ubre de la vaca, se ve el reloj de la torre del campanario de la iglesia. Lo ve usted allí debajo de las campanas: ¡Marca la una menos cuarto, exactamente!.