Un buen día me llamaste y lo quiero reconocer, pero no sé por qué, confieso que no te fui fiel. Y prescindí de Ti, sin quizás haber llegado a comprender, quién de verdad en mi alma joven Tú para mí, habías llegado a ser.
Pero ¡ OH SORPRESA !, hoy vuelves a llamarme …, en el ocaso, en el declive de mi vida. Y ahora sí, poquico a poco, sin fiarme de mí, voy asegurándome que eres Jesús …, el mismo que me llamó en mi juventud.
“Vuelve a Mí –me dices con ternura-. Ven, te espero en el Sagrario. Es aquí donde puedes encontrar, lo que tanto has buscado: luz, paz, perdón, fortaleza, seguridad, esperanza, descanso … y un corazón que continua enamorado …
Allí que voy mi Jesús, donde sé con certeza que me esperas siempre, en silencioso amor esclavizado. Y te digo, que quiero permanecer en Tu Presencia, junto a la lámpara que ilumina y se consume ante el Sagrario.
No permitas que jamás, jamás, yo me separe de este lugar sagrado, donde día y noche estás presente en esa celda escondido, encerrado. Y te pregunto: No me dices ahora nada?
-”Estoy contigo. Te miro, te escucho, te acompaño. No necesitas cita … para contarme todas tus cuitas. ¿Qué más puedo ofrecerte?. ¿O te parece insuficiente?” 15/08/13 Magdalena