“El lado equivocado de la cama” Miguel-A.
En un convento, la Madre Superiora, mientras se despereza, murmura: “¡Qué noche más hermosa! Hoy no voy a amolar a las pobres monjitas. ¡Les voy a tratar bien!”. A continuación, se levanta, y comienza a recorrer las celdillas del convento.
- ¡Buenos días, Sor Josefa. La veo muy bien esta luminosa mañana - ¡Buenos días, Sor Josefa! La veo muy bien esta luminosa mañana. ¿Y el suéter que está tejiendo, cómo va? ¿Ya lo acaba?. - Gracias. Madre. A usted también se le ve muy bien esta mañana, pero parece que se ha bajado por el lado equivocado de la cama, ¿eh?. La Madre Superiora no entendió muy bien el comentario final, y, por no atreverse a preguntar, continuó la ronda.
En la siguiente celdilla, la Madre Superiora repitió el saludo: - ¡Buenos días, Sor María! ¡Qué bien se le ve esta luminosa mañana! ¡Qué bonito está quedando su trabajo de bordado! ¡Es precioso!. - Gracias, Madrecita. Usted también está muy bien, pero parece que se ha bajado por el lado equivocado de la cama. La Madre Superiora tampoco se atrevió a preguntar.
La Madre Superiora se mordió la lengua, y siguió su recorrido La Madre Superiora se mordió la lengua, y siguió su recorrido. Sin embargo, todas las monjitas le decían lo mismo. Así que, cuando llegó a la quinta monja, ya estaba que trinaba.
Entonces, ya saludó con los dientes apretados: - ¡Buenos días, Sor Leonor! Séame usted sincera... ¿me ve como si me hubiera bajado por el lado equivocado de la cama?. - ¡Sí, Madre, sí!.
- ¿Y puede decirme qué le hace pensar que yo me haya bajado por el lado equivocado de la cama?. - ¡Es que lleva usted puestas las sandalias del Padre Ramón!.