DONES LUIS G. URBINA
Mi padre fue muy bueno: me donó su alegría ingenua; su ironía amable: su risueño y apacible candor. ¡Gran ofrenda la suya! Pero tú, madre mía, tú me hiciste el regalo de tu suave dolor.
Tú pusiste en mi alma la enfermiza ternura, el anhelo nervioso e incansable de amar; las recónditas ansias de creer; la dulzura de sentir la belleza de la vida, y soñar.
Del ósculo fecundo que se dieron dos seres -el gozoso y el triste- en una hora de amor, nació mi alma inarmónica; pero tú, madre, eres quien me ha dado el secreto de la paz interior.
A merced de los vientos, como una barca rota va, doliente, el espíritu; desesperado, no. La placidez alegre poco a poco se agota; mas sobre la sonrisa que me dio el padre, brota de mis ojos la lágrima que la madre me dio.