Domingo XXXI del T.O. Año C
Te ensalzaré, Dios mío, mi Rey
Te ensalzaré, Dios mío, mi Rey
Te ensalzaré, Dios mío, mi Rey
Te ensalzaré, Dios mío, mi Rey
Te ensalzaré, Dios mío, mi Rey
Lectio El salmo 144 es un bellísimo canto de bendición e himno a la realeza de Dios. Soberanía perpetua que se manifiesta en la misericordia y clemencia, la justicia, la bondad, la fidelidad y la ternura del Señor hacia el hombre, y que se extiende a todas las criaturas. Por su contenido se considera un “salmo real”; por su forma pertenece al grupo de “salmos alfabéticos” como el de la semana pasada. En el conjunto del salterio este salmo se encuentra en la tercera colección de David (salmos 137-144), pero los estudiosos hablan del “carácter postexílico” del salmo por su hechura alfabética, sus arameísmos y su recurso a la tradición.
Meditatio Mejor respuesta a la lectura del libro de la Sabiduría no se pudo encontrar. Parece como si el salmista fuera glosando y desgranando en sus versos lo que significa en Dios ser “amigo de la vida” (Sab 11,26): “el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas”, el Señor sostiene a los que van a caer”… La plenitud de esta realeza la encontramos en Jesucristo que vino a “salvar lo que estaba perdido” como en el caso de Zaqueo que hoy leemos.
Oratio Señor, quiero unir mi voz a la del salmista, ensalzarte por tu Amor, por tu Perdón. Voy contemplando tus hazañas: la obra de la redención y antes la de la creación… Y, Señor, me quedo sin palabras… sólo puedo bendecir tu Nombre y contemplarte en silencio con agradecimiento y con amor.
Contemplatio Orando este salmo mis ojos “ven” más allá quizá de lo que el salmista intuyó. ¿Qué contemplo? Veo la Cruz del Redentor, Rey que reina en el madero. Que muriendo, “sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan”. Que perdonando a sus enemigos es “Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad.”
Actio Bendeciré tu Nombre cada día, tratando de reconocer en cada acontecimiento tu Ternura, tu Apoyo, tu Perdón.