En este Salmo se contrapone vívidamente la maldad del impío a la bondad de Dios. ► Los versículos iniciales (2-5) presentan al impío como inspirado.

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En esta súplica, el reconocimiento del propio pecado se une a la confiada seguridad de obtener el perdón divino. ● El salmista, lejos de sentirse.
En este Salmo se contrapone vívidamente la maldad del impío a la bondad de Dios. ► Los versículos iniciales (2-5) presentan al impío como inspirado.
Un profundo anhelo de Dios -bellamente expresado con la imagen de la tierra sedienta (v. 2)- es el sentimiento que domina todo este Salmo. Su autor.
► La frase inicial de este “Himno a la realeza del Señor” (Sal 47; 93; 96; ) es una solemne proclamación, que anuncia el advenimiento del Reino.
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ORAMOS con el SALMO Pasionistas.
El Salterio comienza con esta “Bienaventuranza”, que es como el prólogo de todo el Libro. La exclamación inicial –“¡Feliz el hombre!”–; se explicita.
Un sentimiento de profunda confianza en Dios -expresado en un lenguaje de incomparable belleza poética- es la característica de este Salmo. En.
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El Juicio de Dios (v. 8), que asegurará definitivamente el triunfo de la justicia (v. 11), es el tema central de este Salmo. ● Luego de una exclamación.
Un hombre perseguido violentamente (v Un hombre perseguido violentamente (v. 3) se pone bajo la protección de Dios, a fin de que lo libre de sus perseguidores.
► La frase inicial de este “Himno a la realeza del Señor” (Sal 47; 93; 96; ) es una solemne proclamación, que anuncia el advenimiento del Reino.
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Con expresiones breves y vigorosas, este himno responsorial presenta un resumen de la Historia de la Salvación. + La evocación de la obra de Dios.
Un profundo anhelo de Dios -bellamente expresado con la imagen de la tierra sedienta (v. 2)- es el sentimiento que domina todo este Salmo. Su autor.
El Salterio comienza con esta “Bienaventuranza”, que es como el prólogo de todo el Libro. La exclamación inicial –“¡Feliz el hombre!”–; se explicita.
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El Salterio comienza con esta “Bienaventuranza”, que es como el prólogo de todo el Libro. La exclamación inicial –“¡Feliz el hombre!”–; se explicita.
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Es una noche tenebrosa, en la que merodean fieras voraces Es una noche tenebrosa, en la que merodean fieras voraces. El orante está esperando que.
La unidad temática, el estilo y la repetición del mismo estribillo a intervalos regulares (41. 6, 12; 42. 5) indican que los Salmos 41 y 42 forman.
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Presentación: B. Areskurrinaga HC
Transcripción de la presentación:

En este Salmo se contrapone vívidamente la maldad del impío a la bondad de Dios. ► Los versículos iniciales (2-5) presentan al impío como inspirado por una fuerza interior -el Pecado- que lo induce a la rebelión contra Dios y a la práctica del mal. ► La segunda parte (vs. 6-l0) describe en estilo hímnico la Providencia universal de Dios, el dador de toda vida, que colma de felicidad a sus fieles. ► El Salmo concluye con una súplica (vs. 11-12), en la que el salmista pide la protección divina para sí y para todos los fieles, y anuncia la destrucción de los malvados (v. 13).

Malicia del pecador, bondad del Señor Cada persona, al iniciar una jornada de trabajo y de relaciones humanas, puede adoptar dos actitudes fundamentales:  elegir el bien o ceder al mal. El salmo 35 presenta precisamente estas dos posturas antitéticas. Algunos, muy temprano, ya desde antes de levantarse, traman proyectos inicuos; otros, por el contrario, buscan la luz de Dios, "fuente de la vida" (cf. v. 10). Al abismo de la malicia del malvado se opone el abismo de la bondad de Dios, fuente viva que apaga la sed y luz que ilumina al fiel. En el pecador, el mal parece tan connatural a su realidad íntima, que aflora en palabras y obras (cf. vv. 3-4). Pasa sus jornadas eligiendo "el mal camino", comenzando ya de madrugada, cuando aún está "acostado" (v. 5), hasta la noche, cuando está a punto de dormirse. Pero al salmista le interesa sobre todo el otro retrato, en el que desea reflejarse:  el del hombre que busca el rostro de Dios (cf. vv. 6-13). Eleva un auténtico himno al amor divino (cf. vv. 6-11), que concluye pidiendo ser liberado de la atracción oscura del mal y envuelto para siempre por la luz de la gracia. Este canto presenta una verdadera letanía de términos que celebran los rasgos del Dios de amor:  gracia, fidelidad, justicia, juicio, salvación, sombra de tus alas, abundancia, delicias, vida y luz. En el lenguaje de los salmos "ver la luz del rostro de Dios" significa concretamente encontrar al Señor en el templo, donde se celebra la plegaria litúrgica y se escucha la palabra divina. También el cristiano hace esta experiencia cuando celebra las alabanzas del Señor al inicio de la jornada, antes de afrontar los caminos, no siempre rectos, de la vida diaria. (Juan Pablo II, comentario al salmo 35)

El malvado escucha en su interior un oráculo del pecado: "No tengo miedo a Dios, ni en su presencia". Porque se hace la ilusión de que su culpa no será descubierta ni aborrecida.

Las palabras de su boca son maldad y traición, renuncia a ser sensato y a obrar bien; acostado medita el crimen, se obstina en el mal camino, no rechaza la maldad.

Señor, tu misericordia llega al cielo, tu fidelidad hasta las nubes; tu justicia hasta las altas cordilleras, tus sentencias son como el océano inmenso.

Tú socorres a hombres y animales; ¡qué inapreciable es tu misericordia, oh Dios!, los humanos se acogen a la sombra de tus alas;

se nutren de lo sabroso de tu casa, les das a beber del torrente de tus delicias, porque en ti está la fuente viva, y tu luz nos hace ver la luz.

Prolonga tu misericordia con los que te reconocen, tu justicia con los rectos de corazón; que no me pisotee el pie del soberbio, que no me eche fuera la mano del malvado.

Han fracasado los malhechores; derribados, no se pueden levantar.

«En ti está la fuente de la vida, y en tu luz vemos la luz» Quiero vivir, sentirme vivo, palpar las energías de la creación cuando suben y se esparcen por las células de mi cuerpo y los tejidos de mi alma. La vida es la esencia de todas las bendiciones que Dios da al hombre. La vida es la gloria de Dios hecha movimiento, la Palabra divina traducida en sonrisa, el amor eterno que hace palpitar el corazón del hombre. La vida es todo lo que es bueno, vibrante y alegre. Deseo vivir la vida. En mis pensamientos y en mis sentimientos, en mis conversaciones y en mis encuentros, en mi amistad y en mi amor. Quiero que la centella de la vida encienda todo lo que hago y todo lo que soy. Que mi paso se acelere, que mi pensamiento se agudice, que mi mirada se alargue y mi sonrisa se ilumine cuando la vida amanezca en mí. Quiero vivir. También eres la luz. En un mundo de oscuridad, de duda y de incertidumbre, tú eres el rayo rectilíneo, el cándido amanecer, el mediodía que todo lo revela. Si para vivir hay que acercarse a ti, para ver también. «En tu luz vemos la luz». Señor, quiero tu luz, tu visión, tu punto de vista. Quiero ver las cosas como tú las ves, quiero verlas desde tu punto de vista, desde tu horizonte, desde tu ángulo; quiero ver así a las personas y los acontecimientos y la historia del hombre y los sucesos de mi vida. Quiero verlo todo con tu luz. «Señor, tu misericordia llega hasta el cielo, tu fidelidad hasta las nubes, tu justicia hasta las altas cordilleras;

Dios fiel, justo y misericordioso: en Cristo, tu Hijo, tenemos la fuente de agua viva que salta hasta la vida eterna, y quien lo sigue no camina en tinieblas; prolonga tu misericordia con los que te reconocemos en Jesús, y a Jesús en la fracción del pan.