La Responsabilidad El Halcón de Gengis Kan

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Transcripción de la presentación:

La Responsabilidad El Halcón de Gengis Kan Elaborada por: Profa. Deyni A. Zavala

Hace ochocientos años, existió un rey llamado Gengis Kan Hace ochocientos años, existió un rey llamado Gengis Kan. Era un militar mongol extraordinario, que al mando de unos cuantos miles de jinetes armados apenas con espadas, arcos y flechas, había conquistado toda Asia. Pero auque era un hombre genial y temerario, a menudo se dejaba arrastrar por la crueldad y gobernaba el imperio más grande de la tierra con una extraña mezcla de romanticismo y de terror. Si un día se admiraba frente a las esplendorosas ciudades de la china, al poco tiempo provocaba incendios y matanzas, con cualquier pretexto en varias regiones de Persia.

A Gengis Kan le parecía que esta era una forma natural de gobernar A Gengis Kan le parecía que esta era una forma natural de gobernar. Su corazón era una gran reliquia de un tiempo primitivo y nada hubiera hecho por cambiarlo, de no ser porque un día que descansaba de sus guerras, mientras cabalgaba en lo profundo de un bosque, fue presa de su propia pasión y su violencia. Aquella mañana había salido de caza acompañado de sus generales y sus amigos, los cuales sujetaban a una ruidosa jauría de perros. Era una expedición alegre y relajada, cuyas risas y ladridos se elevaban a las ramas, espantando a las aves a su paso, como si ahuyentara el alma colorida de los árboles. Pero más allá de esta algarabía, el halcón preferido del rey volaba y daba vueltas a lo lejos, vigilando los rincones secretos de aquel bosque. Había sido tan perfectamente amaestrado y estaba tan unido a Gengis Kan, que a medida que planeaba aleteaba, el gran rey sentía que sus propios ojos cabalgaban por el cielo. El ave buscaba siervos y conejos, para lanzarse a la velocidad del rayo sobre ellos, como una flecha emplumada salida del arco de su amo dotada de voluntad y de pensamiento.

Aquel día, sin embargo, no habían hallado los animales que esperaban, y los cazadores regresaban fatigados con las últimas luces del crepúsculo. Gengis Kan se había apartado y marchaba por su cuenta, cabalgando lentamente en busca de un arrollo pues el calor de la jornada había sido intenso y había secado su garganta. A varios metros por encima de su cabeza, el halcón lo acompañaba en su camino, trazando majestuoso sus figuras, como un alegre y suave pensamiento. Corría por aquel entonces un tórrido verano y al llegar al pie de una colina, en vez del arroyo que buscaba, el rey sólo encontró una roca y un hilo de agua que goteaba, Se apeó entonces de su caballo y tras tomar una copa de plata de su morral, la sostuvo con paciencia bajo el agua. Las gotas caían lentamente, y cuando al fin logró llenar el recipiente, se lo llevó a los labios, dispuesto a beberse el agua de un solo trago. Sin embargo no alcanzó a probarla, pues en ese momento la copa, saltó violentamente y cayó al suelo. El halcón había pasado como una ráfaga de viento, y tras volcar el contenido de la copa, se había elevado nuevamente y se había posado en la cima de la colina.

El rey se hallaba tan sediento, que no presto atención al incidente e intento recoger agua de nuevo. No era un hombre muy paciente, y esta vez sólo espero a que la copa estuviera medio llena. Sin embargo antes de que pudiera dar el primer sorbo, nuevamente el halcón descendió como una flecha, y como si fuera otra de sus presas, sujeto con sus garras para luego dejarla caer. Realizó después una extraña pirueta en el cielo y finalmente volvió a posarse en alto de la colina. _¡Pajarraco insolente! Más vale que no vuelvas a acercarte. La próxima vez te aplastare como a un insecto!_ gritó colérico el rey, y en seguida recogió bruscamente la copa mientras murmuraba toda suerte de maldiciones. Luego la acerco de nuevo hasta la boca esta vez buscando desafiar al ave, que sin duda se decía en medio de su ofuscación se había buscado lo que se esperaba. Y en efecto, una vez recogió unas pocas gotas en su copa, se la llevó a los labios, fingiendo que se disponía a beber, al tiempo que con la otra mano sacaba su espada de cinto. No tuvo que esperar mucho tiempo para que el ave volviera a descender, y con sus garras extendidas le arrebatara la copa por tercera vez. _ ¡Amigo halcón, tu te lo has buscado!_ gritó Gengis Kan, y con un rápido movimiento de su espada, hizo un tajo en el aire que rasgo de lado a lado a su ave favorita.

Luego, sin siquiera fijarse en el cuerpo muerto y sangrante que ahora yacía en sus pies, busco la copa con sus ojos, para darse cuenta que había caído entre unas rocas, donde le era imposible alcanzarla. _Sea como sea voy a beber_ se dijo en voz alta. En un extraordinario alarde de energía, escalo entonces la colina hasta la cima, tan rápida y ágilmente que pareció subirla en un solo salto. Sabia que arriba muy cerca, se hallaba el manantial donde nacía el arroyo, y sólo le bastó avanzar unos cuantos pasos para verlo. Aunque el calor lo había secado también aún quedaba un charco de agua, por lo que el rey corrió hasta el dispuesto a saciar su sed de una vez por todas. No alcanzó, sin embargo a inclinarse, pues algo lo detuvo de pronto y le hizo sentir que el alma se le escapaba del cuerpo. Se quedó pálido, congelado. Allí, frente a este charco de agua, estaba teniendo una visión aterradora. Sentía que las nieblas de su mente, formadas por su sed y por su cólera, súbitamente se dispersaban.

En su cabeza, una y otra vez, ahora se repetían las imágenes de la sangrienta injusticia que había cometido. _ ¡Amigo halcón, que he hecho contigo! _ se lamentó. Y de inmediato se llevó las manos a la cara, negándose a seguir viendo el agua del charco, en donde el cadáver de una serpiente, cuya boca entreabierta parecía formar una amarga sonrisa, aún dejaba escurrir, negro y espeso, un hilillo de veneno. _ ¡Me has salvado la vida, y yo te pague de aquella forma!. Abatido el rey descendió la colina y tomo en sus manos el cuerpo del halcón muerto para llevárselo con él. Regreso luego en su caballo, pidiendo mil veces perdón mientras cabalgaba y prometiéndose que jamás volvería a actuar cegado por la furia y no seguiría rigiendo su imperio con un gobierno lleno de sufrimientos.

Reflexión ¿Porque crees que Gengis Kan se llevó al halcón a su cabalgata por el valle? ¿Como se sintió después de haber matado a su fiel halcón y que aprendió de este triste suceso? ¿Crees que el halcón de esta historia es un ejemplo de responsabilidad? ¿Qué mensaje y que reflexión puedes sacar de esta historia?