Un hombre, que se sentía muy orgulloso del césped de su jardín, se encontró un buen día con que, en dicho césped, crecían una gran cantidad de “dientes de león”. Y aunque trató por todos los medios de librarse de ellos, no pudo impedir que se convirtieran en una auténtica plaga. Al fin escribió al Ministro de Agricultura, contándoles todos los intentos que había hecho, y concluía la carta preguntando: ¿Qué puedo hacer? Al poco tiempo llegó la respuesta: Le sugerimos que apendra a amarlos.
Reflexión Entre nosotros, ¿aceptamos a todos como son? ¿Nos relacionamos sólo con aquellos que se visten, juegan o sacan las mismas notas que nosotros? ¿Por qué? Su angustia aumentó y sus esfuerzos eran inútiles. Pasaron así una hora, hasta que, extenuados por el hambre, el trabajo y la rabia, cayeron al suelo a dos dedos (¡a dos dedos tan sólo!) de la alfalfa.
Propón un final para este cuento Amigo Jesús, para Ti todos somos importantes, nos has hecho para vivir juntos y unidos como hermanos de una gran familia. Sabemos que somos diferentes pero que nuestras cualidades son para los demás. Te damos gracias por quienes nos enseñan a querer a todos y a no dejar a nadie de lado. Que tengamos siempre un corazón abierto como el tuyo e inmenso como un cielo lleno de estrellas. Propón un final para este cuento ¿Te has sentido alguna vez como los burros?
CUANTOS MÁS MATICES TENGA EL MUNDO MÁS BRILLANTE SERÁ EL RESULTADO.