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El Amor espera con paciencia
El Encuentro del 18 de julio El Amor espera con paciencia
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La experiencia del encuentro de Catalina con María es, ante todo, una historia de amor.
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Mediante su aproximación progresiva y discreta.
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María emprende pacientemente el camino del “domesticar”, en el sentido empleado en el cuento de Saint Exupery.
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La relación sobrenatural que María ofrece a Catalina no es para abrumarla con una bondad condescendiente o hecha de exigencias.
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Le propone vivir un encuentro
en verdad, a la luz de Dios.
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donde cada persona necesita de la otra, donde cada persona necesita amar.
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La Biblia entera ¿no traza la historia inexplicable del Amor de Dios a los hombres y la confianza infatigable que se obstina en ofrecerles?
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Ya, en las primeras páginas del libro del Génesis, oímos los pasos de Dios
que se pasea entre los árboles del jardín en busca del hombre,
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y oímos igualmente su voz que llama como la de un padre que busca a su hijo: “Adán, ¿dónde estás?” (Gen 3, 8-9).
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Ya, en las primeras páginas del libro del Génesis, oímos los pasos de Dios que se pasea entre los árboles del jardín en busca del hombre,
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y oímos igualmente su voz que llama como la de un padre que busca a su hijo: “Adán, ¿dónde estás?” (Gen 3, 8-9).
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En las otras páginas, Dios se presenta incesantemente como un enamorado que viene a buscarnos, llora porque no nos encuentra,
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y teme perdernos cuando no nos dejamos encontrar; nos toma en sus brazos cuando estamos agotados o heridos, se arrodilla ante nosotros para lavarnos los pies,
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comparte nuestras angustias hasta la muerte y da su vida para salvarnos.
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Es Él también quien prepara la mesa de fiesta alrededor de la cual nos invita a sentarnos, con la gozosa esperanza de vernos a todos reunidos en torno a Él.
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Así, el 18 de julio de 1830, con una sencillez totalmente familiar, María se sienta en un sillón.
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Está allí, presente, hecha acogida, pura ofrenda.
Es, a la vez, la Hermana, la Madre, la humilde Sierva del Señor.
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Su actitud refleja y prolonga, a la manera humana, la actitud de Dios revelada en Jesús cuando dice a Za-queo: “Hoy voy a comer en tu casa”.
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Jesús, mendigo de amor, está humildemente a la puerta, y llama…
Dios viene visitarnos sin hacer ruido la mayoría de las veces. Se invita como un amigo. Llama a nuestra puerta y espera respetuosamente nuestra respuesta, porque no puede obligar a amar.
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El Amor no es posesivo, se ofrece
Dios mendiga nuestro sí, nuestra sonrisa./ En cuanto encuentra nuestra puerta abierta, pide que le dejemos entrar para hacer que arda nuestro corazón con su Amor.
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Pero, cuando lo acogemos “en nuestra casa”,/ ya se ha adelantado para acogernos en la Suya.
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Con María, comprendemos mejor que el Amor de Dios nos precede y que el nuestro es solo respuesta al suyo.
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Fuente: Catherine Labouré – Mensajera del cielo. Sor Anne Prévost, H.C.
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